Saturday, March 24, 2012

Hablando de boludas, miren el caso de este otro boludo que actuó recientemente en Buenos Aires



Nueva Sión es una interesante web argentina más o menos próxima al espíritu que representa el partido Meretz en Israel (se denomina periodismo judeo-argentino con compromiso) y suele publicar algunos artículos que valen la pena leer.

El Meretz, para aquellos que aún no lo conocen, es el partido israelí representante de la izquierda ashkenazi exquisita – en Francia, a la versión francesa se la denomina “izquierda caviar" – no hace mucho se publicó un artículo en el Haaretz donde el autor, desde su proximidad a dicho partido, criticaba su falta de apertura hacia otros horizontes israelíes y su fijación en su clientela habitual ashkenazi, kibbutzim y telaviviana -. Si ustedes quieren identificar su proyección en España no la encontrarán, y es que la Izquierda (des)Unida hispana huele a la naftalina propia de esa izquierda comunista que perdió el rumbo y su lugar tras la caída del Muro, y que desde luego no tiene el “glamour intelectual progre”, para bien y para mal, que desprende el Meretz.

Ayer, revisando su web, me tope con un artículo interesante de Daniel Schulman, ligado a la organización sionista argentina de izquierdas (o extrema izquierda) Hashomer, y que se titulaba “Fui a ver a Roger Waters, ¿querés que te cuente?”.

Tras realizar una descripción breve del espectáculo multimedia del concierto, el autor nos describe entre sorprendido e ingenuo sus aspectos más boludos:
Hablemos ahora del contenido del espectáculo: la película de Alan Parker estrenada en 1982 desarrollaba la historia de Pink, una estrella de rock a la que han afectado profundamente la muerte de su padre en la Segunda Guerra Mundial, una escuela autoritaria, una madre sobreprotectora, diversos fracasos sentimentales, hasta que termina creando un muro psicológico que lo aísla del mundo como forma de protegerse. Intenta suicidarse con drogas y en el éxtasis de su alucinación se convierte en un Hitler. Finalmente es realizado un juicio en el que se dictamina que el muro sea derribado para que el personaje vuelva a vivir en el mundo.

En el espectáculo que nos ocupa las cuestiones psicológicas se han minimizado y el acento está colocado en una declaración anticapitalista y antibélica. El propio Roger Waters por momentos se personifica en el dictador, se cubre con una capota negra, se coloca guantes negros, lentes oscuros y desde las alturas dirige el desfile de sus tropas. La sensación que crea en el espectador es de agobio, de encierro. Todo apunta a hacer sentir en carne propia la brutalidad y la arbitrariedad. Y aquí surge la primera reflexión: ¿es lícito combatir la brutalidad utilizando la agresión? El alegato que se presume pacifista en realidad es violento y genera violencia interna.
Déjenme realizar un inciso sobre estos millonarios del “show business” que producen “espectáculos y productos anticapitalistas”. Hace escasamente un mes se cerró el panfleto Público, un diario de extrema izquierda creado por un “millonario anticapitalista” catalán – él afirmaba no sentirse un empresario, sino un militante –, el cual funcionó a la sombra y bajo el sostén de su protector gubernamental, nada menos que el inefable Zapatero. El diario cerró tras la debacle socialista y el fin del apoyo gubernamental y dio boleto a los camaradas del ideal, pero sobre todo porque era un negocio poco rentable que necesitaba un par de millones de euros para subsistir, no obstante, y según noticias de la prensa económica, su ex patrón, el militante anticapitalista, posee propiedades e inversiones en Holanda valoradas un centenar de millones de euros. Parece ser que “el anticapitalismo solamente es sostenible con dinero gubernamental”. Seguro que nuestro militante hombre de negocios ya ha divisado otros productos anticapitalistas que tomen el relevo.

Pero sigamos con la narración de Daniel Schulman:
En forma repetida se ven imágenes de aviones que tiran bombas, pero no se trata de bombas comunes: son cruces, medias lunas y estrellas, hoces y martillos, signos pesos, logotipos de Shell y muchas, pero muchas estrellas de David. Llamativamente no caen bombas con forma de cruces esvásticas, ni con la forma del león británico o del águila americana. Confieso que ver mezclado nuestro símbolo nacional con todas esas imágenes resulta chocante. Uno piensa: bueno, es una imagen alegórica, luego vendrán otras. Pero no, la cuestión se repite en forma consistente a lo largo del espectáculo.

Me gusta la ingenuidad de Daniel Schulman: “Llamativamente no caen bombas con forma de cruces esvásticas, ni con la forma del león británico o del águila americana”. Raro, no creen, y más con las aún recientes guerras de Irak y Afganistan, el multiuso de Obama de los drones y de los asesinatos preventivos, y las últimas fechorías de la tropa estadounidense. Pero... ¿dónde creen que reside y tiene la mayor parte de sus negocios y su pasta el cantante anticapitalista? Como se suele decir de la izquierda: “haz lo que digo pero no lo que hago”.
El "summun" lo constituye un enorme cerdo negro inflable que sobrevuela todo el estadio durante un buen rato, que tiene cuernos y una mirada feroz y representa al capitalismo salvaje y belicista, que en su cuerpo porta inscripciones diversas como "deberías confiar en nosotros", "quien muere de hambre, muere asesinado", martillos cruzados, signos pesos, hoces y martillos, logotipos de Shell y por supuesto, una estrella de David coronando todo. Ese cerdo es finalmente atacado por la multitud, que lo "acuchilla" y termina destruyendo en una especie de "pueblada".

Ver aparecer nuestro símbolo nacional sobre el lateral del cerdo resulta bastante chocante. Mientras esto sucedía, me preguntaba: ¿Qué estarán sintiendo los cientos o miles de judíos que están presenciando este espectáculo?

¿Lo aceptarán como algo natural y lógico? ¿Se sentirán culpables? ¿Ocultarán las medallas que llevan colgadas? ¿Lo aceptarán como algo natural y lógico? ¿Se sentirán culpables? ¿Ocultarán las medallas que llevan colgadas? ¿Sentirán náuseas?

Lo primero que pensé es que Roger Waters está bastante desinformado y que por eso tergiversa la realidad. Luego sentí que no, que en realidad todo tiene una intencionalidad de transmitir un mensaje, llámese antiisraelí, antisionista o antijudío. Colocar el símbolo de nuestro pueblo que a lo largo de la historia fue acosado, perseguido, quemado, asesinado, gaseado en masa en el lugar de los victimarios que someten al mundo a la guerra, al hambre y a la destrucción es una maniobra artera, que está puesta allí especialmente para nosotros. Sobre el final del espectáculo Waters se dirige a nosotros y nos recomienda: "No sean paranoicos".

Daniel Schulman termina su artículo preguntándose “¿qué nos queda por hacer? ¿Prohibirles a nuestros hijos que asistan al espectáculo? ¿Ignorarlo como si no existiera? ¿Tomarlo como un hecho artístico exento de otra intencionalidad que la de impactar?”.

En mi caso, y conociendo de antemano otras manifestaciones de este sujeto, hubiera pasado de un bolo oneroso más que visto que solo tiene como objeto rellenar las arcas de un millonario jubilado y ocioso y que va de anticapitalista por interés pero sin práctica. En todo caso, no está mal que haya gente en la izquierda sionista que empiece a dejar de lado ciertas admiraciones y alineamientos fruto de un supuesto “compromiso” y del automatismo progre, y quizás la próxima vez puedan llegar a decirles a estos boludos “concienciados”: “Soplapollas pijoprogre, vete a hacer negocio a costa de Obama y de la Reina”.


PD. Hace unas semanas hice una incursión en el blog post (anti)-sionista 972, y venía un reportaje de unas conferencias celebradas en Alemania en la Fundación Heinrich Boll (novelista alemán, premio Nobel y cristiano de izquierdas). Carlo Strenger, en el Haaretz, también se refirió a ello en un artículo donde afirmaba, más o menos, que los invitados alemanes - según él - más conservadores tenían puntos de vista similares, al cambio, a los del Meretz en Israel. Sobran las palabras para describir el gran abanico de perspectivas.

Pero lo que más me llamó la atención fueron dos invitados israelíes, uno de ellos al menos un profesor universitario y el otro un ¿académico? árabe israelí, los cuales defendieron más o menos lo mismo: Israel debería abandonar su identificación con Occidente y sumergirse de una vez por todas en el medio ambiente del Oriente Medio. El invitado árabe israelí promovía además su inclusión en la Liga Árabe, diciendo además que era el país que había contribuido menos a su labor, lo que de entrada me planteó muchas dudas sobre los supuestos logros de la Liga Árabe.

Pero todo esto viene a colación de una entrevista recogida en el boletín del mes de Marzo de Nueva Sión, y donde el titular de una entrevista a un académico de Haifa, con ocasión del número dedicado a la situación de la mujer, decía lo siguiente: “En Israel, la norma es que el hombre se comporte de manera parecida a la cultura árabe".

Teniendo en cuenta el objetivo anunciado por esa izquierda israelí que desea mimetizarse con el Oriente Medio y no con Occidente, y el titular ya mencionado, ¿creen ustedes que representa un desarrollo positivo que el hombre israelí, en su comportamiento con las mujeres, haya acortado tanto las distancias en este aspecto con la cultura árabe?

Por otro lado, ¿qué piensan ustedes que dirían estos intelectuales de la izquierda israelí partidarios de la mimetización medio-oriental si el gobierno de derechas actual, y por lo que ahora mismo parece los que luego vengan, llegara a aplicar las características y comportamientos típicos de las “democracias árabes” en vez de los de la democracia israelí actual, con unos “odiosos criterios occidentales”?

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1 Comments:

Blogger pepe said...

No se critica al Judaísmo en específico, se critican TODOS los ismos, cristianismo, capitalismo, socialismo, comunismo, etc, TODOS, religiones y sistemas político-económicos han hecho daño a la humanidad y es lo que plasma Roger en su concierto, los judios sufrieron los fuegos del nacional-socialismo como los palestinos sufren los fuegos del judaismo.

12:26 AM  

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