Thursday, May 17, 2012

Diario de Filadelfia: Beinartismo (alusión al libro de Peter Beinart) de letra pequeña – Adam Levick



Yo: "¿Por favor, venden algún bolso para guardar mi kipá? Vivo en el extranjero y no quiero que se me pierda en el viaje de vuelta".

Vendedora: "Claro. ¿Dónde vive en el extranjero?".

Yo: "En Israel".

Vendedora (después de una breve pausa y una mirada de preocupación): "¿Qué piensa usted acerca de la cuestión palestina?".

Yo: "¿Qué quiere decir?".

Vendedora: "¿Cree que se merecen un estado? Porque yo creo que se merecen un estado".

Yo: "Bueno, muchos israelíes se muestran preocupados por la posibilidad de que ese nuevo Estado palestino no desee realmente la paz y pueda desencadenar más ataques terroristas, como en Gaza, y que su gobierno pueda estar dirigido por un movimiento radical, antidemocrático y violento".

Vendedora: "Vale, pero yo creo que los palestinos se merecen un Estado".

Yo: "Y yo le he contestado a su pregunta".

Esta conversación aconteció en mi último día de visita a mi familia en Filadelfia, y no tuvo lugar en cualquier vieja tienda de Judaica. Se desarrolló con una mujer judía de mediana edad que trabajaba en la tienda de regalos del recién inaugurado Museo Nacional de Historia de los Judíos de América, en la Liberty Bell, en el distrito histórico de la ciudad.

Llevaba ya nueve días en EEUU antes de este encuentro y nunca recibí consultas similares de cualquier otra persona cuando mencioné de pasada, en el contexto de la conversación, que nací en Filadelfia pero que ahora era un ciudadano de Israel.

Para mi familia y amigos cercanos de EEUU mi ciudadanía israelí es una fuente de orgullo, y un tema de conversación que generalmente gira en torno a mi vida día a día en Jerusalén, mi trabajo, si mi hebreo ha mejorado y cosas por el estilo.

La mujer que me encontré, sin embargo, transmitía un malestar palpable cuando escuchó mi primera mención de la palabra "Israel”.

Posteriormente, no podía dejar de preguntarme si sería concebible que hubiera cuestionado a un visitante turco al museo defendiendo el derecho a los kurdos a un estado, o a otro visitante chino mencionando la cuestión del Tíbet ¿Habría iniciado la conversación con un visitante europeo haciendo alusión a la presencia europea en Afganistán o Irak, y preguntándole cómo se sentía al respecto de los elevados números de víctimas civiles?.

Su pregunta, en realidad, ni siquiera era acerca de Israel. Se trataba de remarcar y hacer evidente su “posicionamiento moral”. Y haciéndolo, me expresaba que estaba alejada (y por encima) de mí.

Ella no trató de refutar el argumento que le presenté acerca de las legítimas preocupaciones de seguridad de Israel, sino que se limitó a repetir lo que ella "creía". En realidad, no fue una diálogo en absoluto.

Tan convencidas están estas personas, con algo parecido a una fe secular, de que la paz será el resultado inevitable de una retirada israelí de los territorios en disputa, que a menudo ni se molestan siquiera en defender sus premisas. Su argumento, que cualquier observador serio de la región tendría que admitirlo al menos, ha sido puesto en duda tras los resultados de la retirada israelí del sur del Líbano y de Gaza.

Si bien es posible esta vendedora nunca haya leído las recientes reflexiones de Peter Beinart sobre el conflicto palestino-israelí, sin duda comparte gran parte de la arrogancia del ex-editor de New Republic.

En efecto, la omisión más mordiente en el ensayo de Beinart sobre (como tituló su libro posterior) "la crisis del sionismo estadounidense", y publicado por The New York Review of Books con el título de "El fracaso del Establishment Judío Americano", es que no menciona para nada lo que al menos debería esperarse que cumplan los palestinos. De hecho, Beinart sólo se refiere a los palestinos un par de veces, y siempre como actores pasivos.

Beinart escribe acerca de la urgente necesidad de promover un "sionismo que reconozca a los palestinos como merecedores de dignidad y de capacidad de hacer la paz", y elogia a los judíos que, como él, "se dedican plenamente a garantizar los derechos humanos para todas las personas, incluidos los palestinos" [Énfasis añadido].

Siguiendo el espíritu del razonamiento de mi interlocutora, Beinart, en su ensayo de unas 4500 palabras, no se preocupa, aunque sea de paso, de meditar acerca de las implicaciones de seguridad que conllevan sus propuestas.

Si los israelíes debemos tomar en serio las críticas de los estadounidenses de origen judío, en primer lugar nos deberían convencer de que sus opiniones se basan en una comprensión rigurosa, moral y sobria de las realidades políticas existentes en la región en la que vivimos. Por lo tanto, tal vez podríamos esperar un poco de humildad en sus opiniones respecto a Hezbollah y Hamas, después de nuestra experiencia con ellos en el 2000 y 2005 a la hora de poner en práctica la formula de “Tierra por Paz". Y creo que sería comprensible que podamos preguntarles por qué creen ellos que un futuro estado palestino generará necesaria y automáticamente la existencia de la paz, la tolerancia y la cooperación, valores escasamente practicados en las culturas políticas de Gaza y la Autoridad Palestina.

Realmente quisiera creer que tales críticas están motivadas por algo más que la expresión de una supuesta superioridad moral, pero desde el momento que yo sí vivo en el Estado judío (especialmente en medio de una 'Primavera árabe' que no ha producido un deshielo en la antipatía de nuestros vecinos hacia el nuestra presencia), más difícil me resulta tomar en serio su desesperado deseo de "salvarnos de nosotros mismos".

Los israelíes - que serán quienes tengan que sufrir las consecuencias en el mundo real de cualquier futuro acuerdo de paz - no solicitan en modo alguno un "apoyo incondicional y acrítico" de los judíos americanos: sólo deseamos que las premisas de sus críticas y soluciones tengan bases reales.

Y, por último, si usted trabaja en una institución judía y conoce a alguien de Israel, por favor, considere ser tan educado y cortés como lo haría con un visitante de cualquier otro país. Es posible que desee tener una pequeña charla amistosa, y, si fuera absolutamente necesario, discutir la política de su país a continuación, pero todo lo que le pedimos es que al menos tenga la mente abierta y escuche realmente la respuesta.
No creo que sea demasiado pedir.

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