Saturday, July 28, 2012

El Judío errante ha llegado - Adrien Jaulmes - Le Figaro






(ampliar pulsando la foro) Kotel en 1865, en 1929 completamente desierto por la revuelta árabe, y en 1946)

Los barcos ya no están más anclados en el puerto de Jaffa, con sus pobres inmigrantes judíos y su equipaje reunidos a lo largo de las barandillas para poder atisbar la Tierra Prometida. El Judío errante llegó hace ya mucho tiempo. Sus descendientes ahora hacen surf, juegan al voleibol en la playa o pasean en sandalias y pantalones cortos por los estrechos callejones de la antigua ciudad árabe. Por la noche, beben mojitos en las terrazas o bailan en las pistas de baile de las discotecas loa ritmos de la música electrónica.

Pero no era así sin embargo en 1929, cuando Albert Londres llega a Jaffa a bordo de la Esfinge, paquebote de los mensajeros marítimos. Palestina era la última etapa de su gran estudio sobre los judíos. Visitó los guetos de la Europa Central, de Lvov a Varsovia, de la Bucovina a Galitzia. Vio a los judíos miserables, víctimas de los pogromos y de las persecuciones, algunos años antes de que sus comunidades fueran devastadas por el Holocausto. Enviado especial del Petit Parisien termina su viaje viniendo a ver lo que los sionistas estaban construyendo en el Oriente Medio.

Lejos de la ciudad árabe encerrada entre sus muros, con sus calles serpenteantes e insalubress, los inmigrantes judíos han construido una nueva ciudad: Tel Aviv, la "colina de la primavera". Fue fundada tan sólo veinte años antes, cuando sesenta y seis familias tiraron a la suerte en la playa conchas de colores para distribuir los primeros terrenos.

Israel no existía todavía. Todo el país que se extendía desde el Mediterráneo hasta el río Jordán aún se le denominaba Palestina. El territorio estaba bajo el control del Mandato británico. La bandera azul y blanca con la Estrella de David no era más que el símbolo de un movimiento un poco loco fruto de la imaginación de otro periodista, Theodor Herzl. Este nuevo Moisés soñaba con poner fin a los siglos de vagabundeo y a las persecuciones del pueblo judío, dotándoles de un estado. A pesar de la caída del Imperio Otomano y de la promesa de Lord Balfour de favorecer la creación de un hogar nacional judío en Palestina, no estaba claro cómo esa empresa podría tener éxito. Muchos judíos europeos no creían en ella. Los sionistas sin embargo lograron convencer a decenas de miles de ellos, y los inmigrantes llegaban cada vez más y más cada año.

Tel Aviv se desarrolla. Las calles ya son anchas y espaciosas, la arquitectura moderna. A veces va demasiado rápido. Cuando Winston Churchill, secretario de Estado para las Colonias, visitó la ciudad en 1921, los árboles plantados para la ocasión a toda prisa en los bulevares se doblan bajo el peso de los espectadores subidos a sus ramas para asistir al evento. Albert Londres no sale de su asombro. Tel Aviv es la primera ciudad judía en la historia moderna. Ya ofrece un marcado contraste con la miseria de los guetos de la Europa Central, repletos de caftanes, barbas y rizos, e inclinados sobre la espalda por los siglos de opresión. La ciudad sin embargo es clara, limpia, soleada. Los judíos ya se comportan como ciudadanos de un país nuevo.

Las ideas son a veces más fuertes que la realidad. Contra viento y marea, desafiando toda lógica, demográfica, geográfica o histórica, un puñado de visionarios y de activistas está construyendo desde cero un Estado, con su lengua, sus instituciones. Después de siglos de opresión, la profecía de Herzl ha puesto en marcha un pueblo largamente sometido.

Desde entonces, Tel Aviv no ha dejado de crecer. Horizontalmente en primer lugar, presionando en todas las direcciones a lo largo del Mediterráneo, extendiendo y ampliando sus autopistas, centros comerciales, barrios residenciales y villas elegantes. A continuación, verticalmente, cubriendo los edificios de vidrio y con sus grúas no terminando de sumar edificios. La primera línea de mar ahora se ve como una mezcla de Miami y de Grande-Motte. El número de restaurantes de sushi per cápita es uno de los más altos del mundo. Su reputación es la de una gran boîte al lado del mar.

Jaffa, su hermana árabe, fue absorbido por la metrópoli. Desalojada de la mayoría de sus habitantes palestinos durante la guerra, después de la declaración de independencia de Israel en 1948, es sólo un enclave turístico, rodeado de barrios modernos, como un castillo de arena ante una marea creciente. La antiguas casas de piedra rubia ahora acogen tiendas de antigüedades, galerías de arte y cafés. Pero en 1929, los árabes seguían siendo la gran mayoría en Palestina, cerca de 700.000 en contra apenas de 100.000 judíos. Ellos no veían con buen ojo las oleadas sucesivas de nuevos inmigrantes, y se estaban preparando para hacérselo sentir.

Albert Londres llega en un momento crucial. Durante la Primera Guerra Mundial, el Gobierno de Su Majestad Británica había prometido todo a todos, y Palestina a los judíos y a los árabes. Tenían que ganar la guerra, y luego se vería más tarde. Pero el más tarde llegó rápidamente. Las promesas a los judíos y a los árabes eran incompatibles, y los dos pueblos entraron en colisión. En Jaffa, Albert Londres asiste a una reunión de los líderes árabes que se preparan para pasar a la acción contra los judíos. "¿Qué les reprocháis?", les pregunta. "Querer expulsarnos. De tratarnos como a indígenas. Palestina es un país árabe. Los árabes estaban en Palestina desde muchos años antes que los judíos", le dicen. Albert Londres les advierte: "Creo que ustedes presumen demasiado de sus propias fuerzas. Los nuevos judíos no se dejarán desangrar. Estoy seguro de que les darán un dolor de cabeza. Será una dura batalla".

Como siempre, el epicentro de toda la tensión se encuentra más alto, en las colinas, en Jerusalén. Jerusalén es casi exactamente la antítesis de Tel Aviv. Conservadora y religiosa, mientras que la otra es moderna y secular, llena de gente con su pasado, cuando la otra ciudad solo tiene futuro, violenta e intolerante cuando la otra es liberal y hedonista. También tiene el don de hacer que todos se vuelvan locos. Gran parte de los judíos de Jerusalén no son inmigrantes. Ellos pertenecen a la vieja Yishuv, la comunidad judía que nunca partió al exilio (o regresó de él mucho antes). Durante siglos, han paseado por las callejuelas de la Ciudad Vieja hacia el Kotel.

Este muro ciclópeo es todo lo que queda visible del Templo de Herodes, arrasado por los romanos en el año 70 exasperados por las revueltas incesantes de los judíos. Se encuentra a lo largo de un estrecho callejón en el barrio de los magrebies, donde los judíos deben apretujarse entre ellos para poder rezar ante los restos de su Templo destruido y llorar sus pasadas grandezas. Para complicar las cosas, ese muro se ha convertido en una de las murallas del recinto de la mezquita al-Aqsa, el segundo lugar más sagrado del Islam después de La Meca. Se dice que Mohammed había dejado atado allí a su caballo alado Buraq, lo que ya equivale a un título de propiedad musulmana. Los árabes musulmanes se deleitan pasando montados en sus asnos por el estrecho callejón lleno de judíos apretujados durante sus rezos.

A estas y otras provocaciones les responden otras. Este verano de 1929, cuatrocientos activistas del Betar, el movimiento juvenil del movimiento sionista de tendencia revisionista liderado por Zeev Jabotinsky, les responden desafiándoles ante el muro. Para Jabotinsky, los judíos sólo pueden confiar en sí mismos, por lo que la Tierra de Israel sólo será conquistada por la fuerza. El emblema de Betar es un puño blandiendo un fusil con esta consigna: "!Así será! (o Porque sí)". El Gran Mufti de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini, no se molesta en dar explicaciones muy complicadas: extiende el rumor de que los judíos quieren tomar la mezquita de al-Aqsa. Sangrientos disturbios estallan. Armados con cuchillos y palos, las turbas árabes dan caza a los judíos poe las calles de la Ciudad Vieja.

Albert Londres acababa de regresar a Francia, donde en esos momentos se encontraba redactando sus artículos, cuando se entera de la noticia: "!Se mata a los judíos en las calles de Jerusalén!", le cuentan. Sale de inmediato. La violencia estalla en toda Palestina. Los gobernantes ingleses se muestran abrumados y desbordados. En Hebrón, la comunidad judía que vive allí desde tiempos inmemoriales es masacrada en gran parte por sus vecinos árabes (el resto debe huir de sus hogares). Igual sucede en Safed, cerca del lago Tiberíades. Albert Londres cuenta detalladamente todas estas crueldades, y la apatía de las autoridades británicas frente a esta explosión de violencia. Y también cuenta como los judíos no se dejan asesinar sin reaccionar. La espiral de violencia se ha puesto en marcha. La gran revolución de 1929 es la primera Intifada. Habrá otras posteriormente.

Jerusalén Este fue conquistada en 1967 durante la Guerra de los Seis Días por los paracaidistas israelíes, que capturaron la Ciudad Vieja y el Kotel. En las semanas siguientes, el barrio de los magrebies es demolido para permitir el libre acceso al Kotel. En su lugar, una gran explanada pavimentada, que se llena de gente la noche de Shabbat. Los judíos ortodoxos con su gorro de piel balanceándose al ritmo de sus oraciones, los jóvenes soldados bailando en corros con sus M-16 en bandolera a la espalda, las familias y las visitas ocasionales que llevan una kipá de cartón, y que deslizan entre los intersticios de las piedras papeles donde escriben sus oraciones. ¿El próximo año en Jerusalén? No, será para este mismo año.

El viejo barrio judío fue reconstruido y ampliadas sus calles pavimentándolas con piedra blanca. Ahora los judíos pueden atravesar sin peligro las calles de la Ciudad Vieja. Cada rincón es analizado por las cámaras de vídeo. Policías israelíes armados aseguran cada rincón y cada encrucijada. Albert Londres murió antes de ver el nacimiento del Estado de Israel. Él no pudo ver la realización de lo que predijo: la victoria de los sionistas sobre sus adversarios palestinos. Ni tampoco la destrucción durante la II Guerra Mundial de las comunidades judías de la Europa Central y Oriental que visitó, de Praga a Varsovia, de Moldavia a Galitzia.

El barrio ortodoxo de Mea Shearim, en Jerusalén, le habría sin duda recordado esa primera parte de su investigación del mundo judío de la Europa Oriental. Desaparecidos casi por completo durante el Holocausto, las comunidades de haredim, "los temeros de Dios", y los hasidim lituanos, que inicialmente se opusieron firmemente al movimiento sionista, sobreviven ahora gracias al abrigo del nuevo estado y prosperan demográficamente. Aferrados a sus tradiciones, muchos aún hablando en yiddish, siguiendo a sus rabinos carismática y dedicados casi exclusivamente a sus estudios talmúdicos, los judíos ortodoxos con sus caftanes y sus sombreros de piel, con sus medias de seda y sus zapatos de hebillas, a los cuales había seguido Albert Londres durante su viaje por Europa Oriental, también ellos han llegado.



Para los que quieran conocer la versión traducida del libro de Albert Londres, aquí y una reseña. Para todos aquellos que deseen conocer una web que informa de las peripecias del viaje de Albert Londres en busca del mundo judío, una muy interesante web en francés: Sur les traces du juif errant

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