Friday, December 28, 2012

Benzion Netanyahu, de la Inquisición a la política israelí - Txema Montero - Deia


Un bastante sorprendente artículo, por lo inesperado en el país del buen rollito, escrito por uno de los factotum financieros del nacionalismo vasco y publicado el 26 de Mayo pasado. Manifiesta ciertas incongruencias y un final bastante sui generis, pero resulta bastante interesante.

El pasado 30 de abril se celebraba un funeral muy especial en el cementerio Givat Shaul de Jerusalén. El primer ministro Benjamin Netanyahu tomó la palabra haciendo propias las del fallecido: "Quien no conoce el pasado, no entiende el presente y quien no entiende el presente no puede prever el futuro". También admitió que su política se basaba en otra máxima del difunto: "La condición necesaria para la existencia de los seres vivos, y de la nación, es identificar un peligro en el tiempo". ¿Qué personaje tan influyente para su pensamiento político motivaba la presencia del primer ministro en su funeral? Se trataba de Benzion Netanyahu, su padre, muerto a los 102 años. Nacido en Varsovia, hijo de Nathan Mileikowsy, un ilustrado rabino, Benzion emigró con apenas diez años a Palestina. Cursó estudios en la Universidad Hebrea y procedió a cambiar su apellido, al uso de la época, por el de Netanyahu, seudónimo que significa Regalo de Dios y que su padre utilizaba para firmar sus escritos.

Benzion Netanyahu se inició en la política en Nueva York en los años previos a la Segunda Guerra Mundial bajo la órbita de Zeev Jabotinsky, líder de la fracción revisionista del movimiento sionista, y mantuvo una ideología derechista toda su vida. Tal grupo, antecedente del partido Likud ahora en el gobierno, era partidario del Eretz Israel o Gran Israel, es decir, de un Estado judío que, como en tiempos del rey David, incluyera al Israel actual más los territorios palestinos. Consideraba además que los palestinos no existen como tales pues no serían otra cosa que población árabe dentro de Israel. No es de extrañar que, cuando en 1948 Israel consiguió la independencia, Benzion se opusiera a la misma al no aceptar la división territorial que conllevaba. Por si fuera poco, la nueva clase dirigente israelí, liderada por Ben Gurion, era de izquierdas y contraria al Eretz Israel, así que Netanyahu volvió a EE.UU. para proseguir su carrera académica, toda vez que su ideología obstaculizaba su promoción universitaria. Al menos, esa era su queja.

Asentado junto con su familia en Estados Unidos, inició una brillante carrera como profesor de historia medieval europea en la Universidad de Cornell (Nueva York), adquiriendo gran reputación como uno de los mayores expertos, si no el principal, en la Inquisición española y, en concreto, en el estudio de la motivación de la persecución de los judíos, primeras y numéricamente más importantes víctimas entre las causadas por los procesos inquisitoriales.

Su gran obra, en la que invirtió la mayor parte de su vida, se titula Los orígenes de la Inquisición y está dedicada "con nunca mitigado dolor" a su hijo Jonathan, oficial del Sayeret Matkal, los comandos especiales del Ejército de Israel. Jonathan, Yoni de nombre familiar, era el superior al mando del destacamento que liberó a los 103 rehenes judíos pasajeros de un vuelo de Air France secuestrado y desviado hasta el aeropuerto de Entebbe (Uganda) por un grupo terrorista alemán en 1976. Yoni, héroe nacional, fue el único militar muerto en la operación. Este trágico suceso decidió a la familia Netanyahu a regresar a Israel, donde Benzion prosiguió su carrera universitaria y su hijo Benjamin (de nombre familiar Bibi) inició la suya política hasta alcanzar la actual responsabilidad de primer ministro.

En Los orígenes de la Inquisición (Editorial Crítica, 1999), Netanyahu desarrolla una tesis tan novedosa como provocativa para los historiadores. Sostiene que la Inquisición española respondía más a una finalidad racista que a motivos religiosos; que la mayoría de los "marranos" (judíos conversos) eran cristianos sinceros y no fueron condenados por razones de fe sino porque su rápido ascenso social al servicio de los reyes suscitó la enemistad de los que envidiaban su fortuna y despreciaban su raza, quienes acabaron consiguiendo que los Reyes Católicos los abandonasen a merced de sus enemigos para desviar la agitación de unas masas que podían haber puesto en peligro la propia monarquía. En suma, que las clases populares alentaron la creación de la Inquisición. Por si fuera poco, la tesis de Netanyahu desviste la siempre más aceptable excusa de la persecución religiosa para mostrar en toda su desnudez la realidad de un móvil basado en la envidia, la codicia y el resentimiento.

Como punto de partida de su tesis, Benzion cita al célebre historiador alemán Theodor Mommsen: "El odio al judío y la incitación contra él son tan viejos como la Diáspora misma". Los judíos, forzadamente obligados a emigrar, se encontraron en cada país con los problemas derivados de ser minoría, esa ley de hierro de las relaciones de grupo que Netanyahu define como "la tolerancia de una mayoría en relación con una minoría disminuye con el empeoramiento de la situación de la mayoría, especialmente cuando es paralela a una mejora constante de la situación de la minoría". Si se sustituye "minoría" por "inmigrantes" se observa lo actual de la afirmación.

Centrado ya en la historia de los judíos en España, Netanyahu señala como causas de su persecución las siguientes:

En primer lugar, la creciente influencia de las ciudades desde la reconquista de Toledo (1085) y su habilidad para sonsacar a los reyes leyes especiales que les negaran a los conversos una posición de igualdad.

En segundo lugar, el auge del poder económico de los conversos.

En tercer lugar, la rivalidad política entre cristianos viejos y conversos. Habiendo conseguido el desalojo de los judíos de los puestos claves del gobierno, los cristianos viejos observaron que los reyes daban empleo a los conversos en la administración de las ciudades, prestigiándolos ante los pobladores y socavando así su hasta entonces base social.

Una vez afianzado su estatus urbano, los conversos iniciaron su ascenso hasta alcanzar poder nacional, llegando a ser miembros de la nobleza alta y baja y del clero. Nada pudo herir tanto a los plebeyos viejo-cristianos o "cristianos viejos" como la formación de una nobleza conversa. Es la cuarta causa que motivó su persecución, al parecer, de Netanyahu.

Fue una desgracia para los conversos que el viejo conflicto entre la corona y las oligarquías de las ciudades castellanas culminara cuando los conversos alcanzaron su mayor cuota de poder político y económico. El rey Juan II se inclinó por los conversos, a quienes veía más leales que los cristianos viejos. Y estos concluyeron que pronto estarían a los pies de los novo-cristianos, lo que les llevó a una resistencia activa contra su expansión, quinta causa y motivo de gran resentimiento.

La oportunidad para la resistencia activa llegó con motivo de la gran rebelión de Toledo en 1449, que sacó a la superficie una nueva fuente de odio que llevaba largo tiempo germinando. La rebelión se sustentaba en el principio de que los conversos son por naturaleza maliciosos y por tanto no pueden convivir en sociedades basadas en principios morales, menos aún en una sociedad cristiana. Si eran inmorales por su naturaleza, su conversión era falsaria y por tanto no podían ser sujetos de derecho canónico o civil por lo que no deberían tener derecho a cargos públicos. Esta pretensión de inhabilitación de los conversos para la vida pública constituyó la sexta causa en la justificación de la persecución de los judíos.

La séptima y gran causa se asentaba en la búsqueda de la identidad y unidad española. En el siglo XV, la identidad nacional española era casi inexistente. Al identificar un enemigo por lo demás acechado desde tantos flancos (cristianos viejos, pobladores de las ciudades, oligarquías, nobleza, anticonversos ya abiertamente racistas), consiguieron amalgamar un principio de conciencia nacional, lo que llamaríamos hoy "una cierta idea de España". Sin la difusión de las acusaciones, reproches y manipulaciones contra los conversos, nadie hubiera podido proponer fundar la Inquisición española. Ni esta hubiera alcanzado la extensión y el terror que consiguió de forma autónoma a la misma autoridad papal. La Inquisición en España fue netamente española, lo que en absoluto supone un juego de palabras.

La Iglesia había oficiado la estricta separación de judíos y cristianos en el Sínodo de Narbona en el 1050; la alternativa era, pues, conversión o separación. Los Reyes Católicos expulsaron a los judíos y conversos marranos mediante el edicto de 1492, dado en Granada después de completar la Reconquista y asentar su unidad nacional. La tuerca -y aquí cabe recordar la cita de Mommsen que da pie a la tesis de Netanyahu- giró hasta el fondo siglos después con los nazis que decretaron el exterminio de los judíos en la Conferencia de Wannsee, Berlín, en 1942. El encadenamiento histórico resultó perverso y los tres eslabones enlazaron el "no tenéis derecho a vivir entre nosotros siendo judíos", con el "no tenéis derecho a vivir entre nosotros", para terminar con el "no tenéis derecho a vivir".

Los nazis, excelentes burócratas, solo tuvieron que aplicarse administrativamente, con orden y asesina determinación, para concluir la obra iniciada en el derecho canónico medieval y continuada por la Inquisición española. Al respecto, aconsejo la lectura de La Destrucción de los judíos europeos de Raul Hilberg (Akal 2005), monumental y minuciosa. En particular, los cuadros comparativos entre las legislaciones restrictivas contra los judíos a través de la historia europea y española y la legislación nazi. ¿Algún ejemplo? El marcado de las ropas judías con una insignia, decretado en el canon 68 del Cuarto Concilio de Letrán (1215) y su imitación en el decreto nazi del 1 de septiembre de 1941 obligando a llevar cosida la estrella de David en la ropa. El establecimiento de guetos obligatorios, ordenado en el sínodo de Breslau en 1267 y reiterado en la Orden del jefe nazi Heydrich el 21 de setiembre de 1939 decretando el establecimiento de guetos en Polonia. O la prohibición a los judíos para actuar como agentes en contratos, consignada en el Concilio de Basilea de 1434 y su clon legal del decreto nazi de 6 de julio de 1938 estableciendo la liquidación de las agencias inmobiliarias judías. Y se podría continuar con decenas de ejemplos más.

Netanyahu, en cualquier caso, se extralimitó cuando aplicó sus estudios históricos al presente político. Tal cosa resulta siempre una exageración o un error, pues las enseñanzas aportadas por las ciencias sociales ni se deben aplicar cual formula matemática ni determinan fatalmente el futuro toda vez que las conductas humanas dependen grandemente de lo imprevisible, lo fortuito o lo pasional. Por ello, el rigorismo del que Benzion hizo gala en su vida política, consecuencia de sus conocimientos históricos, le llevó a enormes dislates llegando incluso a denunciar como traidoras las políticas de su hijo [N.P.: confunde a Sharon con su hijo] al retirar de la franja de Gaza al Tsahal (Ejército de Israel) o por mostrarse favorable a que los palestinos tuviesen un Estado propio. Es posible que en contadas ocasiones el conocimiento de la historia posibilite la anticipación y, de hecho, el mismo Benzion advirtió de un segundo ataque contra las Torres Gemelas, como ocurrió tras el primer intento con coches-bomba, pero resulta inquietante cuando la prognosis le lleva a Benzion al anuncio del Apocalipsis. Porque ¿se puede pronosticar - como hizo Netanyahu padre, convenciendo esta vez sí a su hijo - que la combinación de petróleo-islam-bomba atómica iraní traerá el definitivo Holocausto para el pueblo judío que los nazis no pudieron culminar?

Su hijo, el primer ministro y su ministro de Defensa, Ehud Barak, lo creen a pies juntillas, pero afortunadamente ni la mayoría del Knesset (Parlamento israelí), ni el presidente Obama ni Hillary Clinton piensan del mismo modo. Quizás a los Netanyahu, duros entre los duros, les sobró dolor en su vida familiar, lo que les lleva a pensar en términos de Ley del Talión, y les falta el perdón compasivo que otro judío, Jesús de Nazaret, predicó a la humanidad con desigual resultado.

Acabo con una opinión muy personal y quizás aventurada: para los judíos creyentes solo hay un Dios. Él no es Cristo y Cristo no es Él. ¿Por qué razón un creyente ortodoxo judío ha de seguir las enseñanzas de quien no lo es? Netanyahu padre no lo hizo; su hijo, tampoco.



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