Tuesday, April 23, 2013

No es fácil trabajar con Israel... pero merece la pena - Carlos Maqueries - Cinco Días



No, no es fácil, no lo es. Y perdónenme el tópico, que, en este caso se convierte en regla general, al existir, efectivamente, excepciones notables.

No es fácil... pero merece la pena.

Israel es un país complejo, para colaborar con ellos. El concepto de "tachless" (término que nunca he logrado saber bien cómo se escribe, que significa algo así como hablar claro e ir al negocio para no perder el tiempo) y "balagan" (caos, desorganización) define muy bien a este país, en el que uno no sabe si un criterio se puede mantener por mucho tiempo, o será cambiado por otros cien muy distintos. Sin embargo, esta tendencia a poner todo “patas arriba” es una de las bases de su innovación. Se discute interminablemente hasta los más pequeños detalles. Debate que puede volver loco a cualquier español, si no conoce que, a través de tanto obstáculo, se encuentra posiblemente la creación.

La verdad es que a veces me canso de escuchar la eterna relación entre el "pueblo judío" y el "dinero”. Variables que no considero dependientes. Lo que si deberían ser dependientes son las variables "innovación" y "dinero" (a no ser que uno se considere un Van Gogh en vida). Parece razonable pensar que quien es disruptor y logra innovar, pueda llegar a ganar mucho dinero con ello, el cual, en términos generales, se suele reinvertir en mayor innovación, en mas start-ups. Pero quien no se hace rico con la disrupción, es que, en efecto, no es disruptivo. Y no es que lo diga el "pueblo judío" o el "pueblo israelí", es que lo dicen los mercados, las demandas internacionales de innovación y el buen uso de la razón.

En Israel, todo el mundo dice conocer a todo el mundo. Cuentan, a modo de broma,  que una vez se encontró Netanyahu con Obama, y el Presidente de EEUU le comentó al de Israel: “¿Ud. sabe qué es dirigir a 400 millones de personas?” y Netanyahu le contestó: “¿Y Ud. sabe que es dirigir a 7 millones pero que todos se creen primeros ministros?”. En Israel hay expertos por todos los lados, en disrupción tecnológica, en análisis financiero, en evaluación y prospectiva, en mercados internacionales, en energía, en redes neuronales, en eficiencia energética, en algas… Cualquier vestíbulo de cualquier apreciado hotel está lleno de emprendedores innovadores enseñando en el portátil sus invenciones a empresas internacionales. Lo más prestigioso es tener una start-up.

Siendo frívolos, déjenme decirles que estoy convencido de que muchas de estas start-ups nacen porque al israelí no le gusta nada que le manden, o que le dirijan, sea o no por otros israelíes.

Quieren ser independientes, y eso se nota en todas las actitudes. Este hecho notable, tiene, sin embargo, una repercusión negativa: existen muchos obstáculos de visión e implementación si la innovación no procede de ellos mismos. Es difícil dirigir, por tanto, a un “sabra” (higo chumbo en hebreo, esto es, metáfora que expresa que parecen tener espinas por fuera pero por dentro son dulces) y muchas empresas seleccionan como responsables a gente no nacida en Israel, para llevar a cabo tareas de dirección y representación en Israel.

Pero, ¿es todo lo que se ve innovación o simplemente lo parece?. No cabe duda que los factores anteriores, más otros que son ya muy conocidos (posición geoestratégica, rechazo al fracaso, papel de los fondos de capital riesgo, demanda internacional de innovación, etc.), hacen de Israel un milagro de producción científica industrial. Y que España está muy lejos de sus niveles de disrupción. Pero ni todo el mundo conoce a todo el mundo, ni todo el huerto es innovación.

Nadie dijo que la innovación sea fácil, ni que el innovador sea disruptivo, ni que en Israel le pongan alfombras rojas al inversor (cosa que sí haría Singapur), ni que la innovación sea fácil encontrarla entre tanto lobby… de hotel, pero lo que está claro es que, desbrozando la hierba, merece la pena buscar en Israel… si uno antes no se pincha con las espinas del higo chumbo.

De todo esto y más, sabía mucho mi buen amigo, ex embajador de Israel, D.Alvaro Iranzo, quien sabía explicar y entender la cultura israelí de una forma envidiable, muy "tachless" y eso sí es un arte.

Un saludo

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