Monday, May 27, 2013

La parodia del Judaísmo de la Iglesia de Escocia – Ben Cohen – Haaretz



"Podemos llegar a ser algo bruscos a la hora de exponer nuestros puntos de vista, pero en este caso es necesario reconocer que algunas de las palabras que hemos elegido pueden haber sido mal interpretadas, lo que ha creado una cierta ansiedad en la comunidad judía". Así dice la introducción a la versión revisada del informe elaborado por la Iglesia de Escocia y titulado "La herencia de Abraham", en un reconocimiento cuidadoso de la indignación que el informe original, publicado a principios de este mes, provocó entre los judíos en Gran Bretaña y en otros lugares.

"Bruscos" no es probablemente la palabra que la mayoría de los judíos seleccionaría para describir la versión original de ese informe que pretendía negar, al igual que la nueva versión, cualquier vínculo entre los textos sagrados judíos y el derecho a la posesión de la Tierra de Israel. En las propias palabras de la nueva versión: "La tierra prometida en la Biblia no es tanto un lugar físico, como una metáfora... Para los cristianos del siglo XXI, las promesas realizadas sobre la tierra de Israel no deben ser destinadas a ser tomadas literalmente, o aplicárseles un territorio geográfico definido".

La gran mayoría de los lectores judíos lo más probable es que eligieran ese término tan fuera de moda, pero maligno, de "antisemita". Ellos lo usarían para la primera versión del informe, un impresionante ejercicio de reivindicación de esa Teología de la Subsitución o  Reemplazo que la mayoría de nosotros considerábamos prescrita hace ya mucho tiempo, en gran medida gracias a los esfuerzos de eruditos cristianos influyentes como James Carroll, quien argumentaba que el judaísmo y el cristianismo pueden mantener "una relación íntima, mientras son diferentes".

Ahora tomen en cuenta observaciones como éstas:
"Jesús ofreció una crítica radical del exclusivismo y esencialismo judío, pero la gente de Nazaret no estaba preparada para ello"
o bien,
"[Los judíos] deben interpelarse, cuestionarse... dejar de identificarse a sí mismos como víctimas y como personas especiales"
y se darán cuenta que la conclusión ineludible que producen es que el verdadero objetivo del informe de la Iglesia de Escocia no era la política de Israel, o inclusive el movimiento sionista, sino el judaísmo.

Como resultado de las protestas del embajador de Israel en el Reino Unido y de los representantes de la comunidad judía en Escocia, la Iglesia retiró el informe original unos días después de que fuera publicado en su web, y a continuación emitió esta nueva versión, al parecer ya “saneada”. Ahora bien, es cierto que muchas de las provocativas palabras y referencias del informe original, que la Iglesia dice falsamente que fueron "mal entendidas", han sido eliminadas de esta segunda versión. Pero el fundamento supersesionista, es decir, la Teología del Reemplazo y de la Substitución, se mantiene intacta.

Cualquier persona interesada puede comparar ambos informes - la nueva versión está publicada en la web de la Iglesia de Escocia, mientras que el original se puede encontrar en la web de Stephen Sizer, un vicario anglicano fanáticamente antisionista que es, por decirlo así, un abogado particularmente "brusco" de la Teología de la Substitución y/o del Reemplazo -.

Por mi parte, me llamó la atención lo siguiente: el uso del término "Biblia hebrea" es común a ambos informes. Y este no es un término que utilicen los judíos, de la misma manera que los musulmanes nunca se referirán al "libro sagrado de los musulmanes", sino al Corán. ¿Por qué pues no hablar directamente de la Torah o la Tanakh? En mi opinión, eso se debe a que el uso de términos auténticamente judíos resultaría un hecho excesivo para la Iglesia de Escocia, que conserva su creencia de que el judaísmo es una fe particularista y etnocéntrica que debería haber sido derrocada por el mensaje universalista del cristianismo.

Además, se confirma en esta nueva versión la persistencia del deseo de abrazar y hacer suya la teología de Sabeel, una organización cristiana palestina, y de su fundador, Naim Atik. Los principales motores detrás del documento "Kairós" - el documento que expresa la teología de Sabeel, e igualmente radical – es acusar a Israel de "devastar nuestra tierra palestina en nombre de Dios", abogando por el desmantelamiento del Estado judío. Tanto Kairos como Sabeel son firmes defensores y creyentes en la Teología de la Substitución y/o del Reemplazo.

Al igual que la versión inicial del informe de la Iglesia de Escocia se basaba en gran medida en la obra de figuras marginales judías antisionistas, la nueva versión también hace suya sus orientaciones morales y teológicas. Dentro de la comunidad judía, la web antisionista Mondoweiss es valorada y juzgada con una mezcla de burla y de desprecio, sin embargo, la Iglesia de Escocia quiere persuadirnos de que se trata de una fuente de autoridad en lo que se refiere a los aspectos políticos y religiosos del judaísmo. Los lectores judíos buscarán allí en vano alguna cita de algún importante pensador judío, tanto si es Rambam, Rashi, o más próximo en el tiempo, el rabino jefe del Reino Unido, Sir Jonathan Sacks.

La nueva versión afirma que la Iglesia dice creer que el "país de Israel es un Estado reconocido". Pero con su apoyo a la teología de Sabeel, y su insistencia en el "derecho de retorno" de los palestinos - una posición que mantiene a Israel como el único culpable de la suerte de los palestinos -, resulta evidente que esa Iglesia no cree que Israel tenga derecho a existir como un Estado judío.

Todo esto es importante por dos grandes razones. En primer lugar, la Iglesia de Escocia es el último ejemplo de una denominación cristiana – previamente podríamos incluir a los presbiterianos y a los episcopales en los EEUU – que parodia crudamente a la Torah como si fuera el equivalente religioso de un manual de un juego como el Monopoly. El efecto es infantilizar la conexión judía con la Tierra de Israel, reduciéndola a un insustancial canto que exclamara "es nuestra, sólo nuestra", y todo ello para afirmar subsiguientemente que los judíos guardan celosamente la Tierra de la Biblia para sí mismos, con exclusión de todos los demás.

Pero al mismo tiempo que reduce el antiguo diálogo judío con Dios y su relación con la Tierra de Israel a una farsa irremediablemente poco sofisticada, el informe sugiere que se trata de un error ese pensamiento literal que afirma la conexión judía con la Tierra de Israel: el verdadero relato de la historia que ahora nos proponen es que los judíos son realmente unos intrusos, mientras que los palestinos son, literalmente, el pueblo de Dios.

Como declaró el reverendo Gilleasbuig MacMillan, quien recientemente abandonó el cargo de ministro de la Catedral de St. Giles de Edimburgo, en un comunicado para la edición escocesa del Times:
"Mis sentimientos son muy duros con respecto al Estado de Israel... Fue creado al final de la Segunda Guerra Mundial sin ninguna disposición por todo lo que representaba el pueblo palestino que vivía allí desde hace 2.000 años".
Por supuesto, no es nada casual que el reverendo MacMillan rastree los orígenes del pueblo palestino hasta la época de Jesús, pues representa una especie de mascarón de proa que permite divorciar a la cristiandad de su entorno judío, lo cual es un componente esencial de la Teología de la Substitución y/o del Reemplazo.

En segundo lugar, la Iglesia de Escocia mantiene una presencia física tanto en Israel como en el resto del Oriente Medio. Las propiedades de esta Iglesia en Israel incluyen un imponente centro en Jerusalén, una escuela en Jaffa, y - muy a pesar de los acérrimos miembros antisionistas de su rebaño - un hotel de lujo, un restaurante y un spa en Tiberias.

Cuando le pregunté a Nick Jury, su afable portavoz para los medios de comunicación, acerca de sus empresas y propiedades en Tiberias, las presentó en un correo electrónico que me remitió "como una operación continuada de ofrecer alojamiento a huéspedes de mucha o ninguna fe, y a los peregrinos de todo el mundo que vienen a seguir los pasos de Jesús y a cumplir con la comunidad local". Sin embargo, en un reciente artículo en el diario Scotland's Herald se ofrecía una lógica diferente: la Iglesia, que había tratado de seguir los deseos de aquellos de sus miembros favorables a boicotear a Israel vendiendo sus terrenos y edificios en Tiberias, se había percatado de que existía el peligro de que estos - en frase inimitable del corresponsal del periódico, Angus Roxburgh - "terminarían en manos de los judíos".

Mientras Roxburgh echaba por tierra la idea de que el hotel de Tiberias podría contribuir a la reconciliación entre israelíes y palestinos como "hacer castillos en el aire", la Iglesia lo siente de manera diferente. "Todas sus propiedades en Israel", afirma la Iglesia de Escocia, "permanecen como muestra de solidaridad con un pueblo que lucha por mantener su fe frente a enormes presiones".

Aquí, sin embargo, está el problema: no existen ese mismo tipo de compromisos, explícitamente políticos, en países vecinos como Egipto y Siria. Los aproximadamente 8 millones de cristianos coptos que residen en Egipto viven sometidos a una discriminación legal y oficial y a las habituales atrocidades terroristas que sufren, las cuales con frecuencia permanecen impunes. Pero para estos otros casos la Iglesia de Escocia no ve necesario - al menos públicamente - llamar la atención sobre las "enormes presiones" a las que se enfrentan esos creyentes.

Y debemos reseñar que aquí hay bastante más que la utilización de un doble rasero. Bajo la influencia de la teología de Sabeel, la Iglesia de Escocia idealiza la situación de los palestinos reinventándolos como el propio pueblo de Jesús, elevándolos de manera grotesca por encima de los cristianos que viven en otros lugares de la región. Es una postura y un posicionamiento que da lugar a que los interlocutores judíos de esta Iglesia desconfíen sobre sus verdaderas intenciones. La redacción abiertamente antisemita del informe original puede haber sido eliminada, pero la deslegitimación del judaísmo – y no solo del sionismo – permanece intacta.

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