La memoria de la Shoah ya no protege a los judíos - Nicolas Zomersztajn - Regards

La memoria de la Shoah ha permitido durante muchos años desterrar el antisemitismo. En los últimos años, parece que esa cerradura ha saltado. No solamente dicha memoria ya no protege a los judíos del antisemitismo, sino que se utiliza contra ellos y contra Israel. Dos historiadores, Georges Bensoussan y Joel Kotek, examinan esta inquietante evolución.
¿Podemos considerar que actualmente el recuerdo de la Shoah ya no es capaz de descalificar al antisemitismo?
Joel Kotek: La memoria de la Shoah ha protegido a los judíos del antisemitismo. Pero actualmente comenzamos a darnos cuenta de que esa memoria juega y se vuelve contra Israel. Se utiliza la Shoah para justificar los sentimientos anti-israelíes. Esta inversión se funda en la mala conciencia occidental. Ahora se dice a los judíos que los israelíes están haciendo a los palestinos lo que los nazis les infligieron a ellos. A través de esta afirmación falsa y odiosa, podemos observar como los occidentales nos reprochan constantemente el mal que nos hicieron. La Shoah aún pesa enormemente sobre la conciencia occidental, la gente es consciente de la singularidad de la Shoah, pero de ahí proviene el deseo paradójico de minimizar la Shoah, aún sabiendo que este es un acontecimiento que no puede ser minimizado. En definitiva, se minimiza la Shoah y a la vez se exageran enormemente las actuaciones más cuestionables de Israel. Contrariamente a la creencia popular, la Shoah sigue siendo un pasado que no tiene fecha de vencimiento, sino que está muy presente en las conciencias.
¿Georges Bernanos (el escritor francés) se habría equivocado al afirmar que Hitler habría deshonrado definitivamente al antisemitismo?
Georges Bensoussan: Cuando Bernanos escribió esas palabras sobre el antisemitismo, tenía razón, porque todo el mundo pensaba por aquel entonces que esa patología se había superado para siempre. Hoy en día, resulta obvio que esa suposición era errónea, puesto que la Shoah legitima, paradójicamente, al antisemitismo. Bernanos no podía haberlo previsto en 1944. Se piensa ingenuamente que la violencia constituye un dique para protegerse de las amenazas futuras. Ahora bien, lejos de ser un dique, la violencia es un escalón que nos acostumbra a otro tipo de violencia, más dura aún, y que está al venir. Se dijo de la Primera Guerra Mundial que fue la "última de las últimas (guerras)", pero veinte años más tarde la Segunda Guerra Mundial produjo una matanza generalizada de civiles, independiente de los genocidios. Actualmente, la Shoah "legitima" al antisemitismo en el sentido de que estamos siendo invadidos por la religión compasional de la Shoah, por un "victimismo gimoteante" del que hablan (con desprecio) los antisemitas y que anima siempre al sadismo. A fuerza de repetir que los judíos fueron víctimas, se acaba por asumirlos únicamente como unas “víctimas en esencia”. La psique profunda de la humanidad detesta a los débiles, y este odio, paradójicamente, permite a cada uno sentirse fuerte. Ofreciendo desde hace setenta años la imagen de unos "judíos víctimas" y hacer alarde de su debilidad consustancial, no está exento de peligro. El efecto boomerang está garantizado. Y hoy, ya está aquí.
La institucionalización de la memoria de la Shoah no la ha transformado en un monumento sin significación para las generaciones más jóvenes, que también tratarán de transgredir esta memoria para contestar el orden de los adultos?
G. Bensoussan: La institucionalización de la memoria no se restringe a la Shoah. El fenómeno concierne también a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, la memoria institucionalizada de la Shoah en Europa y EEUU la ha convertido en una especie de imagen del orden establecido, propia de las élites dominantes que comulgan con una especie de ineficiente moralización santurrona. Por desgracia, la Shoah es, en primer lugar, una masacre sistemática de pobres gentes, abandonadas por el mundo y de toda compasión. Esta dimensión crucial es borrada por una especie de estribillo moralizante instaurado por el orden establecido [N.P.: una especie de ritual biempensante laico de las élites gobernantes]. De golpe, se vuelve fácil contestar el orden establecido apuntando contra esta memoria oficial, y el asunto se vuelve aún más trágico cuando los judíos sobrevivientes anónimos fueron despojados de su historia después de 1945. Esta memoria fue confiscada hace ya bastante tiempo por los notables, los estados y/o las instituciones internacionales. Esa memoria se ha convertido en una figura del orden, y toda figura del orden apela necesariamente a la transgresión. Sin embargo, no exageremos ni generalicemos: sólo una parte de la juventud actual se ve afectada por ese fenómeno.
¿Estamos en trance de perder a una generación que se convertirá en impermeable a la memoria de la Shoah?
J. Kotek: Existen bloqueos, y en su mayoría proceden de jóvenes procedentes de la inmigración magrebí, que se expresan cuando se les presenta la Shoah como fundamento del Estado de Israel. Esos bloqueos también se producen cuando ciertas personas les explican que la evocación de la Shoah se utiliza para “enmascarar otros sufrimientos”, especialmente en relación con la colonización occidental. Esta es la brecha en la que se hunde gente como Dieudonné, por ejemplo. Pero no generalicemos. La memoria de la Shoah sigue presente entre los jóvenes, aunque hay una tendencia a borrarla. Cuanto más nos alejamos de ese acontecimiento, más se le banaliza y aparece como un “hecho más de la historia”, en una especie de continuum de las violencias del siglo XX. Así pues, la Shoah pierde su singularidad por la fuerza de las circunstancias.
G. Bensoussan: No se puede hablar de la generación perdida. A través de la formación que proporcionamos en el Memorial de la Shoah (París), y la información que recogemos de los colegios, se puede considerar que la transmisión de la memoria está garantizada. Sin embargo, se producen numerosos y repetitivos incidentes, por lo general conducidos por jóvenes de origen magrebí. Los profesores son reacios a hacerlos públicos, temiendo ser catalogados de "racistas", sino de "islamófobos". Actualmente, las lenguas parecen haberse soltado un poco y finalmente se reconoce que hablar de ello no supone estigmatizar a una población. Parte de los inmigrantes del norte de África, a menudo de baja nivel sociocultural, han importado a Europa esquemas de pensamiento anti-judío previos a la cuestión del sionismo. Pero hablar de una generación perdida parece exagerado. La Shoah es parte de la actual conciencia europea, ella misma forma parte de sus cimientos. Podemos hablar por el contrario de la memoria vana: si se conmemora oficialmente a los muertos, pero al mismo tiempo que se niega a nombrar la amenaza del antisemitismo árabe-musulmán que pesa hoy sobre los judíos, la memoria de la Shoah se vuelve inútil. Esta memoria no es y no será más que lo que dijo Marx sobre la religión en el siglo XIX: "el alma de un mundo sin alma".
¿Por qué Israel es sistemáticamente apelado cuando se trata de la Shoah? ¿Israel es un producto del Shoah?
J. Kotek: Si la Shoah no ha creado Israel, la Shoah justifica Israel. Lo que es muy diferente. Antes de esta tragedia, los judíos podían encarar diferentes modalidades de la modernidad: la asimilación, el socialismo, el bundismo [N.P: del Bund, movimiento político-cultural de izquierdas que preconizaba una autonomía cultural y social judía en Polonia y Rusia], el autonomismo, el comunismo, etcétera. Y cuando incluso la asimilación sigue siendo una posibilidad, la Shoah demuestra que no es malo para los judíos poseer un Estado-nación, "por si acaso" de alguna manera. A corto plazo, sin duda que la Shoah ha acelerado la creación de Israel, pero a largo plazo, ha cuestionado la viabilidad de ese Estado. Israel debería haber estado poblado de esos mismos judíos que fueron exterminados durante la Shoah. Y, afortunadamente, Israel fue creado, aunque sólo fuera por los judíos procedentes de los países árabes. Y no se debe a que Israel fuera establecido el que ellos abandonaran el mundo árabe, sino más bien porque el nacionalismo árabe no ha sido capaz de integrar los elementos heterogéneos que existían en los países árabes recién independizados.
G. Bensoussan: A través de los años, sobre todo después de 1967, los israelíes han acordado a la Shoah un lugar considerable. Por razones complejas que no tienen ningún cálculo político ni provienen de cualquier "conspiración". Es por eso que todos los jefes de estado extranjeros comienzan su visita a Israel visitando Yad Vashem. Pero, curiosamente, nunca van a rezar ante la tumba de Herzl en el cementerio de los Grandes de la Nación, situado justamente al lado. Por otro lado, la idea de que Israel ha nacido de la Shoah tranquiliza a los occidentales, les desculpabiliza. Sin embargo, esa relación errónea de causa y efecto socava la legitimidad del Estado de Israel. Un estado nacido del sufrimiento y de la compasión es de golpe privado de su verdadera legitimidad, que es histórica y geográfica. Pero como ya he señalado, esa idea tranquiliza, desculpabiliza y deslegitima.
¿No habría ningún lugar para el judío más que a condición de que sea víctima?
G. Bensoussan: En la economía psíquica del Occidente cristiano, el judío víctima suscita compasión: se ama sin límite las exposiciones y conmemoraciones interminables y llorosas sobre la Shoah, se rememora litúrgicamente su recuerdo con velas, mientras que al mismo tiempo el discurso dominante ambiental puede ser "antisionista" o "anti-israelí". Los judíos asesinados durante la Shoah obtienen la unanimidad en la simpatía que reciben. Pero ese otro judío que rechaza y niega ese “papel de víctima”, abogando por ejemplo por el ethos sionista, molesta a una Europa que, a pesar de estar ampliamente descristianizada, permanece impregnada de los esquemas cristianos más arcaicos. El Estado de Israel interfiere y rompe con las referencias clásicas del Occidente cristiano, pero también permite apaciguar el sentimiento de culpa nacido de la Shoah: "Ustedes se comportan como los nazis con los palestinos", esta estupidez transmitida por el último icono del pensamiento biempensante europeo, Stéphane Hessel, es repetida hasta la saciedad.
Como resultado, los palestinos se convierten en la nueva figura santa (pero laica) de la víctima, representando a ese nuevo Cristo crucificado por segunda vez por los mismos: los judíos. Detrás de ese “sufrimiento” de los palestinos ("Gaza = campo de concentración a cielo abierto") expuesto repetidamente por los medios occidentales, se asiste en el imaginario cristiano a la reedición de la pasión de Cristo.
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