Saturday, February 15, 2014

Ya hemos llegado a casa - Dror Eydar - Israel Hayom



1. "Ellos se dijeron los unos a los otros: Vamos a nombrar a un jefe y volvamos a Egipto" (Números 14:04). Después de siglos de opresión, los antiguos hebreos dejaron la nación que los había esclavizado, pero pronto anhelaron volver. El desierto se extendía ante ellos y la Tierra Prometida estaba muy lejos. En su angustia, los esclavos liberados vieron a Egipto como una madre que les había maltratado, esclavizado y asesinado a sus hijos, pero también como el único lugar que conocían.

Miles de años después, los descendientes de otros esclavos fueron expulsados ​​de España después de haber realizado grandes contribuciones durante siglos a su cultura, economía y sociedad. Nada de eso les ayudó. Durante el siglo anterior a la expulsión, sus vidas ya se habían vuelto un infierno.

El rey Fernando y la reina Isabel dieron a los judíos una elección: la conversión al catolicismo o la expulsión. Antes de llegar a la fecha fijada, decenas de miles de judíos fueron abandonando sus hogares y posesiones. Barrios enteros se vaciaron. Talleres, campos y viñedos fueron abandonados, al igual que las sinagogas, las cuales con prontitud fueron convertidas en iglesias. Los caminos estaban llenos de carros que transportaban a sus familias hacia lo desconocido.

Entre los judíos expulsados ​​de Toledo estaba un niño de 4 años de edad llamado José Caro, quien luego escribió el más conocido códice de la ley religiosa judía denominado Shuljan Aruj. Aquellos que no superaron la prueba de su fidelidad a su identidad judía se convirtieron al cristianismo. Muchos de ellos vivieron como anusim, esos conversos que mantuvieron su observancia judía forzosamente en secreto. Pero incluso aquellos que verdaderamente se convirtieron al cristianismo no fueron aceptados en la sociedad cristiana española.

Según la tradición, los exiliados de España impusieron un herem, o una orden de excomunión, a todos aquellos que no pudiendo soportar la ausencia regresaron a España. El rabino Moshe Trani nació en Salónica en 1500 en una familia que había sido expulsada de España. A la edad de 18 años emigró a Israel y se estableció en Safed, donde se unió al tribunal rabínico del rabino José Caro. En una de sus responsas, escribió: "Ya no hay judíos que hayan vivido en Aragón durante 70 años, y estamos seguros de que ningún judío volverá a instalarse allí nuevamente, porque Dios, bendito sea, pronto se reunirá con los remotos miembros de su nación en la Tierra de Israel". Sabios posteriores vieron este dictamen como la evidencia de un acuerdo secreto para prohibir el asentamiento en España. La razón de la prohibición se mantuvo en secreto parece ser que por la preocupación por el bienestar de los judíos que vivían en sus nuevas ubicaciones.

El rabino Yaakov Toledano, el gran rabino de Tel Aviv en los años 1940 y 1950, escribió en un libro acerca de una tradición que se había transmitido en su familia desde la expulsión de España: "En efecto, nuestros padres nos dijeron que debido a que los miembros de la familia decretaron la excomunión de aquellos de entre ellos que regresaran a España, pasaron a llamarse desde entonces 'Toledo-no", significando la última sílaba su negativa a regresar.

2. Si los antiguos esclavos en el desierto tenían una excusa para su comportamiento, ¿qué podemos decir acerca del vergonzoso entusiasmo de los israelíes ante la noticia de que el gobierno español está dispuesto a conceder la ciudadanía a los descendientes de los judíos que fueron expulsados ​​de España? ¿No es este el caso de una víctima que anhela regresar a la escena del crimen? La verdad es que después de la publicitada legitimidad que los medios han dado a la inmigración de israelíes a Berlín, España resulta un asunto menor.

Nuestra historia está llena de estaciones de ida: Babilonia, Alejandría, España y Ashkenaz (partes de Alemania y Francia), por nombrar sólo algunas. En el Día del Holocausto, muchos temas surgen, incluida la cuestión de las lecciones que hemos aprendido. Casi todos los exilios han terminado en una aniquilación. La Edad de Oro de España se revivió más tarde entre los judíos alemanes del siglo XIX hasta que los nazis llegaron al poder en el siglo XX.

La lección que debimos aprender debe hacer hincapié no sólo en lo que pasó allí, sino también en la solución al problema: volver a Sión, a casa y establecerse en un Estado judío independiente. Es difícil hablar de "significado" cuando se trata del Holocausto o de la expulsión de España, pero tenemos la obligación de hablar de la futilidad y temporalidad de la vida judía fuera de la patria judía. Para los judíos vivir en esos países de los que fueron expulsados es una anomalía. Así es como una nación sana debe poder contemplar las noticias procedentes de España. Y también quiero señalar que la comunidad judía norteamericana también es una anomalía. El lugar de nuestro pueblo está en su única tierra.

Podemos suponer que aquellos ciudadanos israelíes que deseen tomar ventaja de la ciudadanía europea responderán a la invitación de España. Sin embargo, varios intelectuales e investigadores han dicho que la legislación española contiene la opción de "volver al seno de nuestra madre y de nuestro país de origen". Disculpen, ¿"qué seno de qué madre"? ¿"Qué país de origen"? Alguien anda muy mal orientado. Sería una buena idea repetir lo que dijo el escritor Shmuel Yosef Agnon en su discurso de aceptación del Premio Nobel: "Como resultado de la catástrofe histórica por la cual Tito de Roma destruyó Jerusalén e Israel fue exiliado de su tierra, yo nací en una de las ciudades del exilio. Pero siempre me consideré a mí mismo como alguien que nació en Jerusalén".

España no es ni nuestra madre ni nuestro país de origen. Fue un destino y una estación de paso durante nuestros largos vagabundeos por el exilio, y nuestro destino es volver a Jerusalén.

Nuestra verdadera madre es la Tierra de Israel, la que nos ha esperado pacientemente como una auténtica madre que ama a sus hijos y no comparte su leche con extraños. En 1267, Najmánides se vio obligado a abandonar España tras la Disputa de Barcelona ​​en la que se debatió con Pablo Christiani, un apóstata judío al cristianismo. Al llegar a Israel, se estableció en un asentamiento judío en Jerusalén. Ante el aspecto descuidado y desolado del país, escribió: "En todas las partes habitadas del mundo no se puede encontrar una 'tierra buena y espaciosa' [Éxodo 03:08] donde siempre se haya vivido que esté tan arruinada como hoy lo está [Jerusalén], porque desde el momento en que nos fuimos no ha aceptado ninguna nación o pueblo, y todos ellos trataron de ser aceptados, pero fue en vano".

3. Esta semana tuve la oportunidad de oír algunos de las adaptaciones del compositor Daniel Galay al poema profético de Uri Zvi Greenberg "En el reino de la Cruz", publicado en 1922. En el poema, Greenberg identifica el trato que nos dispensó el mundo cristiano y prevé la destrucción de los judíos europeos: "Voy a decirte... esa profunda y negra profecía, la columna de humo subirá desde aquí... cuando el venenoso gas entre en los templos".

Greenberg escribió sobre el significado de la vida en Europa, bajo la cruz, cuando el hogar no era realmente un hogar y su consistencia dependía de un hilo.

"La casa desolada en el Este es el hogar de los chacales, y nuestra casa aquí en Occidente es la tienda de un gitano, paja para las llamas de las hogueras y paja que se lleva el viento de la tormenta... ¿Qué podemos hacer, una comunidad de judíos aterrorizados, cuando una torre romana ha surgido sobre nuestras cabezas y nos vemos obligados a escuchar las campanas de una iglesia de la mañana a la noche, en medio de nuestros negros sabbaths y nuestras negras festividades? ¡Oh, qué maldición es vivir de este modo de día y de noche: donde las llamas pueden estallar en cualquier momento, con el fuego bajo nuestros pies y debajo de nuestras casas .... ¡Qué terror supone conocer que vamos a crecer sólo para ser abandonados, como una piedra en medio del mundo!".

No obstante, parece que el gobierno español quiere reparar una pasada injusticia. Pero ese no es el camino. Ni siquiera la situación económica de España la convierte en una buena idea. Existe un desempleo sin precedentes en un país occidental. El proyecto de ley para restaurar la nacionalidad española a los descendientes de los judíos expulsados en 1492 forma parte de un debate interno en curso sobre la historia española, sobre pérdida de su hegemonía y de su esplenderoso pasado, y sobre su presente como país europeo sumergido en una gravísima crisis económica e identitaria. La expulsión de todos los judíos en el 1492, esos que hasta entonces tanto habían contribuido a la sociedad española de su época, puede considerarse como un punto de partida, como el comienzo de su largo deterioro.

Si España quiere hacer las paces con nosotros que ayude a los judíos a regresar a su auténtico hogar y a establecerse en su antigua y verídica patria, en vez de invitar a los descendientes de sus víctimas a regresar a la escena del crimen. Estaríamos encantados de recibir el apoyo de España en la lucha por nuestra tierra contra los intentos de boicot de Israel que se estrellan sobre nuestras costas.

No fuimos expulsados ​​de España para luego volver allí, sino para volver a casa, a Sión.

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