Sunday, February 16, 2014

Lo que los antisemitas del norte de Africa han aprendido de Francia - Damian Thompson - Telegraph


- El antisemitismo vuelve
- Yo ya sabía que no se había ido

Esta semana, un juez francés ordenó al cómico Dieudonné M'bala M'bala retirar un vídeo de YouTube. En dicho vídeo se le ve diciendo que "no sabe nada de las cámaras de gas", pero remite a los que le vean a "Robert", es decir, a Robert Faurisson, un ex académico negacionista que afirma que los seis millones de muertes nunca existieron.

Dieudonné inventó la "quenelle", un saludo nazi disfrazado. Estoy seguro de que ustedes recuerdan el alboroto. Qué extraño, pensé en esos momentos, que un artista de color que una vez formó un dúo cómico con un amigo judío haya caído de esa manera en la negación del Holocausto.

Pero ahora ya no estoy tan perplejo. Me han enviado una copia de "La Intifada francesa: la larga guerra entre Francia y sus árabes" de Andrew Hussey, el decano de la University of London Institute en París. Hussey es un izquierdista de tendencia liberal al que se le ha otorgado un OBE (la orden del Imperio Británico) por mor a "sus servicios a las relaciones culturales entre el Reino Unido y Francia". Pero su nuevo libro es poco probable que mejore aún más las relaciones.

Antes de leer a Hussey, sabía que el antisemitismo francés, alimentado por Dreyfus y Vichy, estaba vivo y bien vivo: todavía le da sabor el catolicismo tradicionalista francés y el Frente Nacional. También sabía que los ataques contra sinagogas y cementerios judíos son en su mayoría obra de jóvenes de ascendencia del norte de África (algo que la Unión Europea ha tratado de ocultar).

La intifada francesa une los puntos entre el antisemitismo francés y la población inmigrante magrebí. Se podría pensar que, dado el racismo horripilante en la Argelia francesa, las pandillas de origen árabe y africano de las banlieues (las barriadas empobrecidas que rodean París y otras ciudades) tenderían a despreciar más que a nadie a los descendientes nominalmente cristianos de sus opresores coloniales.

Gran error. Son a los judíos franceses a los que realmente odian. Peor aún, ese odio a los judíos no se limita a las pandillas. Hussey explica esto con un lenguaje intransigente que no se esperaba de un colaborador de la BBC y The Guardian, y al que se supone que rehuye exponer el racismo no blanco (el que no es obra de occidentales).

"El antisemitismo se nutre en las banlieues", nos dice Hussey, "de un lenguaje que emplean los jóvenes que está lleno de referencias a los sucios judíos, a los sucios yid (versión yidish de judío) o a los sucios feuj (judío en la jerga juvenil), incluso a los sucios youtre, una vieja palabra de la jerga popular derivada del alemán Jude, y que se hizo popular cuando las deportaciones de Vichy".

Todo esto nos resulta menos sorprendente cuando Hussey nos explica que, desde hace 100 años, los colonos franceses de Argelia (también conocidos como pied-noirs) y sus vecinos árabes coincidían en su repugnancia por los judíos: en efecto, Cagayous, un popular personaje de ficción que representaba a un matón y antisemita pied-noir, sigue formando parte del folklore de los musulmanes de Argelia. Durante Vichy, "tanto los pied-noirs como los musulmanes argelinos se mostraron felices de aceptar las leyes antijudías que el gobierno de Pétain tan vergonzosamente y rápidamente puso en funcionamiento".

Es importante tener en cuenta este contexto histórico si consideramos el asesinato en 2006 de Ilan Halami, un joven judío francés de 23 años de edad y vendedor de teléfonos móviles, quien fue encontrado agonizando atado a un árbol por las quemaduras y mutilaciones que sufrió. Los residentes de una banlieue parisina, donde fue torturado por algunos de sus jóvenes residentes, oyeron sus gritos y no hicieron nada; su asesinato fue celebrado por una comunidad donde los raperos musulmanes basan muchas de sus letras en las expresiones antisemitas del novelista Céline, un colaborador de los nazis. Esta es la audiencia de Dieudonné.

Sólo he podido obtener un único pensamiento reconfortante del brillante libro de Hussey: el odio a los judíos de los musulmanes de Francia está tan profundamente arraigado en el viejo antisemitismo francés que es improbable que se repita en Gran Bretaña. Medio millón de judíos franceses, por su parte, se enfrentan a un futuro inquietante. El año pasado, Israel anunció una iniciativa de tres años para atraer a más inmigrantes judíos de Francia. Mi suposición es que va a tener éxito, entregando así la victoria final a los viejos males de Vichy y a sus sucesores: los irascibles y fanáticos jóvenes de origen inmigrante de las banlieues, y su odio enloquecido.

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