Saturday, February 15, 2014

Típico del antijudaísmo y antisionismo posmoderno: Lo que le debe el sionismo a los camellos - Tom Wilson - Commentary



La idea de que alguien podría utilizar una investigación acerca de los camellos para tratar de invalidar al sionismo puede parecer algo exagerada. Pero para el diario declaradamente anti-Israel The Guardián valió la pena intentarlo. El autor del artículo en cuestión, Andrew Brown, ha utilizado para ello una reciente historia ofrecida por el New York Times y el National Geographic, los cuales a su vez se han apoderado de la investigación de dos estudiantes de la Universidad de Tel Aviv que sugería que no podían existir camellos domesticados en el Levante en el momento del Génesis.

Brown encontraba en todo ello la prueba de que los camellos que se mencionan en el Génesis eran una ficción. A partir de ahí la implacable línea de razonamiento de Brown se expandía exponencialmente. Si los camellos del Génesis eran una invención, entonces el Génesis era una invención, y la Biblia más de lo mismo, lo que significaba que las promesas hechas a Abraham y a sus descendientes sobre la herencia de la tierra prometida también era una invención, lo que significaba a su vez que los fundamentos del sionismo eran falsos, y de ahí se podía decir lo mismo del moderno Estado de Israel y de su fundación, que Brown rechaza como emocional, fraudulenta e inválida. ¿Entienden?  

Aunque puede que no sea aconsejable sugerir a estas personas cuestiones tales como que la historia de los camellos domesticados vuelve o no invalida la Biblia, hay un par de matices que mencionar. Por un lado, la investigación citada de los estudiantes israelíes sólo parecía referirse a lugares específicos donde se realizaba la fundición de cobre, como el valle de Aravah del Negev. Lo que el estudio parece más bien demostrar es que la fecha en que posiblemente los camellos domesticados fueran introducidos para trabajar en dicho lugar fue a todas luces varios siglos posterior a la época en la que los patriarcas, y sus camellos, se cree que se estaban moviendo a través de las regiones próximas.

Aunque tal vez sea cierto que la escuela dominical metodista a la que asistí tenía una enseñanza deficiente, pues no me parece recordar nada acerca de que los Patriarcas participaran en la industria de la fundición del cobre. De hecho, parece algo muy exagerado decir que, porque no había camellos trabajando en un lugar específico en la producción de cobre, en otros lugares de la región tampoco existían camellos domesticados antes de esa fecha.

Sin embargo, si esa extrapolación les parece excesiva, qué decir de la afirmación aún más inverosímil de Andrew Brown de que la probable ausencia de camellos en un antiguo lugar del Negez invalida de alguna manera a un movimiento de liberación nacional  del siglo XIX y XX y su logro de un hogar nacional judío. Brown escribe con entusiasmo acerca de cómo la historia publicada por el New York Times sin duda habría molestado a los "fundamentalistas cristianos", un indicio de lo que muy probablemente para él estaba realmente en juego. Porque, con el Guardian actuando como el diario izquierdista por excelencia de la Gran Bretaña, Brown está seguro de hacer hincapié en que hay muchas "menos evidencias de la verdad histórica en el Antiguo Testamento que las que hay en el Corán".

Los europeos en general, y la gente de izquierda en particular, se han convertido en ferozmente hostiles al judeo-cristianismo y a sus valores. En las últimas décadas muchos de ellos han llegado a percibir al sionismo como un esfuerzo activo por validar y reafirmar esa misma Biblia que muchos de ellos tanto han criticado y tratado de expulsar de sus sociedades. Ellos creen que mediante el establecimiento de un estado en la Tierra de Israel, los judíos buscan ante todo cumplir un mandamiento bíblico. Recuerdo una vez que asistí a una tumultuosa conferencia pública de Benny Morris en la London School of Economics. Morris estaba tratando de explicar a su audiencia que el sionismo había comenzado como un movimiento laico. El público lo cuestionaba y durante la sesión de preguntas y respuestas la discusión se dirigió hacia adelante y hacia atrás sobre esa cuestión a la que se mostraban tan apegados. Ellos no querían ser disuadidos de su convicción de que el sionismo e Israel eran proyectos religiosos y teocráticos, en esencia comparable con el yihadismo.

La forma en que esta agresiva aversión hacia la religión bíblica se puede traducir fácilmente en un odio aparentemente indomable hacia los judíos en general, incluyendo a los judíos actuales, quedó evidenciada por un arrebato de esa "personalidad" de la televisión liberal, y aspirante a intelectual, que es Stephen Fry, cuando durante una entrevista exclamó, "Los diez mandamientos son las creencias histéricas de un grupo de tribus del desierto. Esas tribus del desierto han atesorado más miseria para la humanidad que cualquier otro grupo de personas en la historia del planeta, y aún lo están haciendo en la actualidad". Lamentablemente Fry no dijo nada de si esas tribus del desierto tenían camellos o no.

Si la inexistencia de camellos domesticados en un determinado lugar del Negev tiene la más mínima oportunidad de ayudar a invalidar esos males gemelos que representan el sionismo y la Biblia, entonces el Guardián y sus lectores estarán más que contentos de apoderarse de esa historia. Brown afirma estridentemente: "La historia narrada en la Biblia forma parte en gran manera de la mitología del sionismo moderno. La idea de una tierra prometida se basa en unos relatos que afirman mediante historias que reafirman su confianza la existencia de una realidad que nunca existió". Por supuesto, la religión judía y la memoria colectiva ha jugado un gran papel en el desarrollo del pensamiento sionista, pero como escribió un lector en el sección de comentarios de un blog del propio Guardian, "el sionismo moderno no tiene nada que ver con los camellos de Abraham, pero estos últimos sí tienen que ver con el antisemitismo europeo tan perfectamente representado por Andrew Brown y el Guardián".

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