Sunday, March 30, 2014

El rollo de la Torah de Belén - Nitzi Yakov - Israel Hayom



El rabino Avi Zarki, de 45 años y del norte de Tel Aviv, se mueve con energía alrededor de la pequeña habitación en la que lleva a cabo su negocio. Este hombre ingenioso podría ser descrito como un empresario y como un aventurero. La razón y la locura a un lado y a otro, esa es la forma en que opera, rodeado de textos sagrados, inundado de ideas y planes, una operación de un solo hombre, lleno de motivación y con sus ojos en el premio.

Estoy en la modesta casa de Zarki oyéndole hablar de una reciente aventura: el valiente rescate de un rollo de la Torah de un sótano de una iglesia en Palestina. Una maniobra de Hollywood del que los agentes del Mossad podrían estar orgullosos.

"Hace tres años, un hombre que estaba a punto de casarse me encontró a través de mi página web y me preguntó si quería oficiar la ceremonia de su matrimonio una semana más tarde", me dice Zarki. "Sonaba muy sospechoso que una semana antes de su boda no tuviera un rabino que celebrara la ceremonia, así que me dijo que había tenido uno, pero cuando él le dijo que quería que su buen amigo, un cardenal de una iglesia de Jerusalén, estuviera a su lado bajo la jupá [el palio nupcial], ese rabino le dijo: 'Sobre mi cadáver, no dejaré que un cardenal esté de pie bajo una jupá' ".

En este punto, el novio judío me explicó que estaba empleado en un puesto de alto nivel en el Vaticano, y la curiosidad de Zarki se desató. Encontró que el novio, a quien llamó David, era un estudiante de yeshiva de Jerusalén a quien consideró "un genio".

"Él me sorprendió con su conocimiento de la Torah, los profetas, la hagiografía, el Talmud, el Zohar y hasta la Cábala. Inmediatamente continuaba cada verso que empecé", dice el rabino.

David, de 35 años, agregó que después de una pelea con su rabino a los 20 años, había abandonado la yeshiva, sintiendo que debía seguir el estudio del Talmud. Pero entonces, me dice el rabino, David acabó "vagando por las calles y un día vio una puerta abierta en una iglesia. Decidió llamar y fue recibido por el cardenal. Entró y el cristiano reconoció en él a una persona muy inteligente y le ofreció trabajo en la iglesia".

David aceptó la oferta de empleo. Rápidamente consiguió un trabajo en la gestión de la iglesia, recaudó dinero, construyó nuevas iglesias y acercó nuevos creyentes al cristianismo, a la vez que mantenía su aspecto haredi. Pero en cierto momento, se quitó el solideo, progresó en su función de administrador de la iglesia y se convirtió en una parte inseparable de la misma.

Pero David no abandonó el judaísmo. Quería casarse con una mujer judía y según la ley judía. Zarki de hecho le casó con su pareja y encontró una manera de honrar al cardenal en el día de su boda, y los tres - Zarki, el cardenal y David - se hicieron amigos.

El intrigante trío se reunió frecuentemente, hasta que un debate en profundidad sobre el judaísmo y el cristianismo reveló un secreto.

"En una de las reuniones, el cardenal me invitó a una de las iglesias de Jerusalén. Esta fue la primera vez que me dijo que tenía y preservaba un pequeño y viejo rollo de la Torah en el sótano de una iglesia al otro lado de la Línea Verde", me dice Zarki, con los ojos brillantes.

Después de que el cardenal añadiera que tenía acceso a su ubicación, Zarki se apresuró a elaborar un plan.

"Las luces se encendieron de mí. ¿Por qué? Porque no dejas un rollo de la Torah con los cristianos. El lugar para un rollo de la Torah es una arca judía", me dice Zarki.

"De inmediato pensé en cómo rescatar el rollo de la Torah de la iglesia en una misión secreta. No pude dormir durante noches enteras. Vi en mi mente cómo debía infiltrarme en su bastión. Entebbe no era nada comparado con lo que pasaba por mi cabeza", me dice refiriéndose a la misión de rescate de rehenes llevada a cabo por los comandos israelíes en el aeropuerto de Entebbe en Uganda en 1976.

A partir de ese momento en adelante, Zarki comenzó a hacerse querer por el cardenal. Ellos continuaron reuniéndose, recorriendo los lugares santos cristianos, mientras que el cardenal respondía a las preguntas del rabino sobre los textos cristianos que le desconcertaban.

"Yo era cauteloso. Yo no quería hacer nada que estropeara nuestra relación. El rollo de la Torah era muy importante para mí", me dice Zarki. El intento de acercamiento fue un éxito, y un día el cardenal decidió que visitaría la iglesia en Belén. El rabino sabía que tenía que terminar sus preparativos para la operación de manera rápida por considerarlo un asunto nacional.

"Hablamos acerca de visitar la iglesia, pero en retrospectiva quedaba claro para todos que iba a volver con el libro sagrado", dice Zarki. "Yo sabía que todo era una cuestión de dinero. Antes de irnos, me acerqué a un amigo cercano, un líder de la industria en Israel, y le conté el secreto. Donó el dinero".

El rabino se embarcó en su misión "sólo después de haber recibido la bendición del rabino jefe de la yeshiva Aharon Leib Shteinman, uno de los rabinos haredi más importantes. Él fue quien me animó a llevar a cabo la operación y se mostró satisfecho con mi dedicación".

Zarki no podía entrar en Belén con su vestimenta haredi diaria, por lo que tenía que disfrazarse.

"Tomé prestada la ropa de un amigo y me vestí como un turista francés", me dice. Llegó al punto de encuentro y se metió en un vehículo de la ONU con David y el cardenal. Él había arreglado esto porque "la policía palestina no comprueba los coches de la ONU".

Pero el peligro estaba todavía por delante. "Conduciendo rápido, llegamos hasta el corazón de la ciudad árabe hostil", me dice. Emocionado, me relató el momento en que encontró a la policía palestina armada en la entrada de la iglesia y despertó sus sospechas.

"Tenía miedo de que descubrieran que era judío. Tenía miedo por el rollo de la Torah. Oré en silencio. Cuando uno de los policías me preguntó quién era yo, empecé a decir un chorro tonterías de que no hablaba inglés, y hablé en francés. Funcionó. Uno de ellos le dijo al otro, 'Hada Majnún' (Está loco), y fue entonces cuando la tensión se relajó un poco".

El rabino fue capaz de continuar con su visita como un "turista francés loco" y los tres fueron por una puerta lateral y bajaron unas escaleras sin fin en su camino a la parte principal de su trabajo.

En el profundo interior del territorio enemigo, o lo que el rabino sintió que lo era, el trío se encontró con Anwar, el guardián de la iglesia. "Él custodiaba el rollo de la Torah", me dice el rabino.

"Él y el cardenal intercambiaron algunas palabras y oí al cardenal decirle 'El chico va a pagar bien'. Nos llevaron aún más abajo, al sótano, donde había una pesada caja fuerte. El guardian Anwar sacó una llave y la giró. Después de 10 minutos que parecieron una eternidad la caja fuerte se abrió".

"Había dejado de respirar. Era la primera vez que veía ese rollo sagrado que yacía allí envuelto en papel marrón. Tenía la piel de gallina al ver al rollo de la Torah encerrado en esta prisión, oculto a los ojos y a los cálidos corazones judíos. Mi corazón revoloteaba. Sólo quería cogerlo y correr, saliendo de forma segura. Tengo un arma de fuego con licencia. Serví como comandante de una compañía en el ejército, y sé cómo salir de los lugares peligrosos, pero por el rabillo de mi ojo vi como 'el guardia' - Anwar, el alcaide de la iglesia -, estaba teniendo dificultades para desprenderse del libro sagrado, por lo que recurrí a mis sentidos y saqué un puñado de dólares, un taco que era difícil de rechazar".

Eran 30.000 $.

"Yo tenía una fe absoluta en su ansia de lucro, y tomé el rollo de inmediato porque tenía miedo de que le ganaran los remordimientos. Dado que el desplazamiento era corto, no era difícil de ocultar. Subimos rápidamente al coche de la ONU, y mientras dábamos al vuelta, como un loco me cambié de ropa. Me puse una keffiyah y una chilaba [una túnica tradicional árabe] que había traído conmigo y regresé a Jerusalén vestido como un árabe", me dice Zarki.

Sólo cuando llegaron a la iglesia del cardenal, Zarki se puso su kipá negra y sus propia ropa. "En el camino a Tel Aviv ya estaba feliz y alegre, sosteniendo el rollo sagrado que no dejé de lado ni un segundo".

La Torah se encuentra actualmente en una sinagoga de Tel Aviv. Zarki me dice que el rollo se conserva en condiciones especiales y se lee solamente en ciertos días festivos.

"No hay un día que no doy gracias a Dios por ese raro privilegio y por la mitzvá que vino hacia mí", me dice. Él comparte lo que le sucedió a David, el hombre que apareció de la nada y lo arrastró a la aventura.

"Abandonó la iglesia y está estudiando una vez más en una yeshiva de Jerusalén. Sigue siendo genial. Seguimos hablando, pero no acerca de lo que sucedió en Belén", me confiesa Zarki.

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