Sunday, June 15, 2014

Los judíos sionistas religiosos de Israel y la búsqueda de la paz - Ofer Zalzberg - Fathom



El proceso de paz de Oriente Medio ha marginado a menudo la voz de los judíos "nacional-religiosos', o "sionistas religiosos". Ofer Zalzberg argumenta que esto ha sido un error. Sobre la base de los frutos de un importante informe elaborado por el Grupo de Crisis Internacional, establece por qué es fundamental incluir al sionismo religioso en la búsqueda de la paz, y cómo su apoyo, o al menos su aquiescencia, pueden conseguirse.

Aunque las más recientes conversaciones de paz entre israelíes y palestinos se parecen a las previas y fallidas rondas de negociaciones en muchos aspectos, al evaluar los avances desde la cumbre de Camp David en el año 2000, un cambio parece inconfundible: los partidos de la derecha israelí opuestos a la partición son más fuertes dentro de Israel y los nacional-religiosos son más fuertes dentro de la derecha. Aunque los judíos nacional-religiosos (o "sionistas religiosos") de Israel comprenden solamente entre el 8 y el 10% de la población, las elecciones de 2013 les otorgaron 20 representantes en la Knesset. Se demostró la fuerte influencia que los miembros nacional-religiosos del partido Likud tienen dentro de su propio partido, y el auge del partido nacional-religioso Hogar Judío bajo la dirección de Naftali Bennett, que se convirtió en un socio importante en la coalición. El poder cada vez más visible de la comunidad nacional-religiosa de Israel representa una oportunidad y la obligación de hacer frente a una debilidad de muchos años del proceso de paz: la exclusión casi total de los intereses religiosos y de los grupos que los representan.

Cómo incluir a esta comunidad religiosa en los esfuerzos de resolución del conflicto está lejos de ser evidente. Su núcleo ideológico, compuesto por seguidores de las enseñanzas del rabino Avraham Yitzhak HaCohen Kook, el primer gran rabino asquenazí de la comunidad judía antes de 1948 en la Palestina del Mandato, sostiene la opinión de que la plena redención vendrá solamente cuando todo el pueblo de Israel viva en la Tierra de Israel bajo una plena soberanía judía. La construcción de asentamientos, se puede deducir de ello, forma parte intrínseca de su proyecto.

De hecho, los seguidores contemporáneos de Kook se encuentran entre los opositores más fervientes de la solución de dos estados. Ellos son de interés para la comunidad internacional principalmente a causa de que continúan encabezando la empresa de asentamientos. Sin embargo, mientras que los observadores internacionales han tendido a ver la empresa de los nacional-religiosos como exitosa frente a los avances de su proyecto de un acuerdo, en realidad han sido más innovadores y asertivos en los últimos años precisamente porque han percibido que se enfrentaban a grandes contratiempos.

A pesar de la apariencia externa de éxito, los nacional-religiosos están más preocupados que nunca de que el proyecto de colonización haya llegado a un techo que no se podrá superar tras casi 20 años de esfuerzos. Los asentamientos existentes han seguido creciendo, pero prácticamente no hay nuevos asentamientos oficiales, si exceptuamos a los más de 100 pequeños puestos avanzados generados desde 1996. Estos pequeños asentamientos o puestos avanzados son considerados ilegales bajo la ley israelí, y son el hogar de no más de 5.000 colonos, pero se enfrentan a grandes desafíos legales en Israel, lo que coloca a la empresa de asentamientos a la defensiva. Esta sensación de fracaso aumentó dramáticamente con la retirada de Gaza en el 2005, cuando se vio como todos los asentamientos israelíes en la Franja de Gaza, y cuatro pequeños asentamientos en Samaría fueron desmontados tras una decisión unilateral israelí. Cerca de 9.000 colonos fueron desarraigados en menos de una semana, algo que les demostró a los colonos nacional-religiosos que 35 años de construcción se pueden invertir mucho más fácilmente de lo que querrían pensar.

Aquellos que verdaderamente creyeron hasta el mismo día de la retirada que la intervención divina podría evitar que eso sucediera, llegaron a darse cuenta que era la acción política, no sólo la oración, lo que se necesitaba para poder alcanzar sus objetivos.

Los que tratan de desafiar los límites del Estado con la construcción de nuevos asentamientos son en su mayoría jóvenes activistas, que viven en puestos de avanzada e intentan no sólo frenar las restricciones estatales, sino inclusive los compromisos asumidos por la corriente principal del movimiento de los asentamientos. Su frustración se expresa, entre otras cosas, recurriendo a actos de vandalismo y de violencia, tristemente conocidos como ataques de "price tag". Este tipo de ataques se dirigen a las propiedades y casas de oración de sus vecinos palestinos, las iglesias no árabes, y algunas veces a sus oponentes políticos en Israel, en reacción a la acción gubernamental israelí que busca liquidar los puestos avanzados. Recientemente se han visto envueltos cada vez más en confrontaciones directas con el propio ejército israelí por los intentos de los militares israelíes de contener sus actividades.

El núcleo ideológico del movimiento nacional-religioso ha reaccionado en los últimos años mediante la acumulación de poder dentro del partido Likud con el fin de afectar la toma de decisiones a nivel nacional desde su interior. También han puesto en marcha campañas asertivas para ganar los corazones y las mentes de la opinión pública israelí y volverla favorable a mantener el control israelí sobre la Tierra de Israel. Algunos de sus líderes más prominentes, dándose cuenta de la necesidad de articular una alternativa clara a la solución de dos estados, comenzaron a promover de una manera más explícita y sistemática la anexión de una parte o de la totalidad de la Ribera Occidental / Judea y Samaria, naturalizando a parte o a la totalidad de su residentes árabe-palestinos.

Más allá de los estereotipos

Pero hay mucho más en la historia del Israel nacional-religioso y en su lucha política por la Tierra de Israel. Las enseñanzas de Kook y el perfil sociológico de sus seguidores son multifacéticas, y no se debería reducir ni a la doctrina ni a sus seguidores a su apego por la tierra. Su teología no santifica sólo la tierra, y no todos los nacional-religiosos son igualmente inflexibles al respecto.

En primer lugar, la retirada de Gaza no ha refutado a todos, pero sí a numerosos expertos que argumentaban que los colonos nacional-religiosos de Israel eran unos fundamentalistas que, cuando se enfrentaran a la elección, seleccionarían la tierra por encima del país, y optarían  por la violencia contra el Estado. El núcleo ideológico de la comunidad nacional-religiosa santifica no sólo a la tierra, sino también, y con la misma fuerza, tanto al pueblo judío como al Estado de Israel. De hecho, consideran que la existencia misma del Estado es un paso en el proceso de redención.

En consecuencia, los seguidores de Kook exhiben una fuerte deferencia ante las decisiones respaldadas por una mayoría judía, y se oponen firmemente a una resistencia contundente al estado. Estos elementos doctrinales podrían resultar de una gran relevancia en el caso de un gran avance con los palestinos. De hecho, es revelador que los jóvenes que perpetran los ataques de "price tag" han abandonado las enseñanzas de Kook y siguen en su lugar a rabinos que son discípulos del Rabí Yosef Ginsburg de Jabad o del difunto rabino Meir Kahane. Las enseñanzas de estos dos rabinos se centran no en el Estado de Israel, como un paso necesario en el proceso de la redención, sino en una diferenciación cualitativa supuestamente obvia entre los gentiles y los judíos.

En segundo lugar, la comunidad se divide entre un núcleo ideológico, para quien los rabinos han llegado a desempeñar un papel descomunal, tanto religioso como político, y una corriente que tiende a consultar a sus rabinos sólo en cuestiones de observancia religiosa personal. A diferencia del núcleo ideológico, esta última corriente nacional-religiosa no busca en la Torah para obtener orientación sobre cuestiones nacionales, y por lo tanto es más susceptible a un compromiso pragmático. Ganar el apoyo para una solución de dos estados de esta última corriente está a nuestro alcance bajo determinadas condiciones.

Incluyendo al Israel nacional-religioso en las decisiones para la Paz

Hasta ahora, el proceso de paz ha avanzado principalmente a través de la izquierda y del centro israelí, y sobre la base de la exclusión de la derecha religiosa. Es tiempo de reconsiderar este enfoque y tener una mayor consideración de las necesidades de la comunidad nacional-religiosa, así como a sus críticas a las negociaciones hasta la fecha, algunas de las cuales son razonables.

Según el punto de vista nacional-religioso, existen por lo menos cuatro errores cometidos por la izquierda israelí a la hora de promocionar la paz. En primer lugar, pensaron que asegurar una mayoría judía era suficiente para el futuro del Estado judío, y por lo tanto evitaron esfuerzos a la hora de darle forma y garantizar la prosperidad de una sociedad judía. En segundo lugar, consideraron la religión puramente en términos individuales, y al acercarse a la dimensión religiosa del proceso de paz se centraron principalmente en el acceso a los lugares sagrados y en los derechos de culto, en lugar del papel de Israel a la hora de determinar y mantener su carácter judío. En tercer lugar, mostraron sobretodo hostilidad hacia la población de colonos - que consideraban un obstáculo, no un socio para la paz - y hacia su deseo de mantener una conexión con toda la Tierra de Israel. En cuarto lugar, asumieron que la reconciliación entre israelíes y palestinos y el reconocimiento mutuo de la narrativa nacional de la otra parte vendrían, en todo caso, sólo después de que se resolviera el conflicto.

Si el objetivo es un acuerdo con la máxima legitimidad y que se asegure el apoyo nacional-religioso, o al menos su aquiescencia, se necesitan tres tipos de cambios en el paradigma reinante: atender a sus intereses fundamentales; un apoyo o una ratificación del acuerdo de una manera expresa por parte de una clara mayoría de la población judía; y su aplicación de una manera que reduzca los riesgos de confrontación.

En primer lugar, en términos de un encuadre sustantivo del acuerdo, los judíos nacional-religiosos podrían soportar más fácilmente retiradas territoriales si creyeran que el acuerdo finalmente solidificaría y fijaría el carácter judío de Israel. Las negociaciones de paz actuales hacen todo menos ratificarlo, de ahí que el insistir en el reconocimiento palestino del carácter judío de Israel, tal como hace Netanyahu, podría llegar a matar el proceso ya que los palestinos consideran que perjudica algunos de sus principales intereses. Sin embargo, comprometiéndose a fortalecer la educación y la cultura judía en un post-acuerdo en Israel, aunque seguro que desencadenaría cierta oposición de otros sectores en Israel, podría ser muy eficaz a la hora de ganar a los nacional-religiosos, y atraería a muchas más amplias circunscripciones israelíes de derecha y de centro. Una inversión en paz llegaría a ser equivalente a una inversión en cultura e identidad judía, en lugar de lo contrario, que es como un acuerdo con los palestinos se ha visto hasta ahora.

En cuanto a la sustancia del acuerdo, y teniendo en cuenta la compleja tarea de equilibrar las preocupaciones nacional-religiosas con los intereses de los palestinos y otros grupos israelíes, dos ajustes podrían ser útiles.

La concesión del culto y de los derechos de visita para los judíos de Israel en los lugares santos que caigan bajo la soberanía palestina, al igual que los derechos de residencia en un supuesto Estado palestino, atenuaría la oposición nacional-religiosa a un acuerdo. El efecto sería aún más positivo si esos derechos estuvieran basados en el reconocimiento palestino de los vínculos históricos y religiosos judíos con el territorio entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, como ya se ha aludido en la Declaración de Independencia de Palestina de 1988. La concesión de la soberanía a los palestinos sobre el Monte del Templo / Haram al-Sharif, dada la centralidad del Monte del Templo en el mesianismo judío, sería considerado una derrota teológica y por lo tanto existiría una dura oposición. Por lo tanto, si fuera posible esquivar la cuestión de la soberanía - por ejemplo, al aceptar que la soberanía pertenece a Dios o mantener el silencio acerca de ella -, la resistencia nacional-religiosa se reduciría significativamente.

En segundo lugar, cualquier acuerdo tendría que ser ratificado de manera que se pueda demostrar que la mayoría de los judíos israelíes lo apoyan. Debido a que el núcleo ideológico de la comunidad nacional-religiosa santifica al "Pueblo de Israel" - un término teológico que se refiere a los judíos, no a los ciudadanos israelíes -, tiende a someterse a las decisiones de una mayoría judía. Esto podría lograrse con una supra-mayoría en la Knesset o, de manera más convincente aún para la comunidad, un referéndum popular. Tal mecanismo de ratificación probablemente sería discutido, sobre todo entre ciertos sectores judíos y aún más en las circunscripciones árabes, ya que las normas democráticas no permiten proporcionar a una comunidad con prerrogativas especiales. Sería necesario encontrar una solución creativa.

En tercer lugar, sería necesario aplicar una retirada menos abrupta y conflictiva que la del 2005 en Gaza y en los cuatro asentamientos de Samaria. Vivienda para los evacuados, al igual que  asistencia financiera, tendría que estar preparadas con mucha antelación. Por otra parte, el gobierno de Israel haría bien en considerar una evacuación gradual de los asentamientos. Por ejemplo, el Estado podría prever evacuar solamente los servicios críticos de los asentamientos, mientras construía viviendas comunales alternativas que serían ofrecidas a los colonos, y que se trasladarían a Israel propiamente dicho o ciertas áreas anexas a Israel como parte de un acuerdo. La concesión de derechos de residencia a aquellos judíos que desean vivir bajo la soberanía palestina también podrían reducir aún más el reto de la evacuación.

Muchas demandas del sector nacional-religioso, sin duda, son problemáticas para otros sectores de la sociedad israelí y para los palestinos. Pero si la aquiescencia nacional-religiosa es vital para un acuerdo, y todo indica hoy en Israel sí lo es, el reto será el de ofrecer incentivos para ambas partes y embarcarse en acuerdos de reciprocidad mutuamente aceptable. Ya es hora de que los pacificadores cesen de mirar a la comunidad nacional-religiosa de Israel como a unos simples espoliadores y hagan un verdadero esfuerzo para incluirlos en la búsqueda de la paz.

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