Sunday, August 31, 2014

Desde la izquierda israelí le dicen a sus colegas de la diáspora: "crezcan de una vez" - Evelyn Gordon - Commentary



Carlo Strenger, un profesor israelí de psicología y un columnista habitual en el Haaretz, y evidentemente un miembro de la izquierda israelí, ofreció ayer algunos consejos útiles a todos los judíos liberales (progresistas) de la diáspora que ahora no hacen más que lamentarse del final de su historia de amor con Israel: “Crezcan”. O, como él mismo dijo, "sólo los adolescentes exigen unos objetos ideales para sus amores".

"Los judíos liberales y progresistas... tienen que darse cuenta de que ha llegado el momento de dejar el luto por su imagen idealizada de Israel", escribía Strenger. "Israel es un logro impresionante en muchos aspectos, pero nunca fue una sociedad ideal". Más bien, se trata de un país real con problemas reales, al igual que cualquier otro país, y por lo tanto merece ser tratado de esa manera.

Los judíos liberales estadounidenses, por ejemplo, no detuvieron su relación amorosa con los EEUU porque detestaran a George Bush, Dick Cheney, Sarah Palin, y Rush Limbaugh. "Así pues, ¿cómo es que ustedes sí tengan ese tipo de problemas con Israel por el hecho de que tengamos nuestra propia versión de los Limbaugh, Palin y Cheney?". Estos hipersensibles judíos liberales estadounidenses tampoco han dejado de amar a los EEUU aunque todavía tiene que lograr esa armonía racial perfecta con la que sueñan (como evidencian las recientes actuaciones policiales y las muertes de afroamericanos en Ferguson y Nueva York), por lo que "¿cómo es posible que ustedes no puedan aceptar que Israel, siendo una sociedad multiétnica, aún no haya elaborado un modus vivendi entre sus numerosos subgrupos étnicos y religiosos?

En resumen, si ustedes judíos liberales de la diáspora se preocupan por un país, en este caso Israel, resulta obvio que puedan criticar sus defectos y trabajar para mejorarlos. Pero lo que no pueden es lavarse las manos sólo porque no cumple con sus expectativas, por otro lado "completamente irreales", de que "nuestro estado deba ser un faro de luz para las naciones", una expectativa, señalaba Strenger con ironía, que existe en primer lugar porque los judíos liberales de la diáspora nunca se han deshecho de lo que para la mayoría sería una noción muy poco liberal: "que los judíos son escogidos o especiales".

Las expectativas de los judíos liberales de la diáspora son tan poco realistas, señalaba Strenger, porque desconocen por completo los problemas de su mundo real a los que se enfrenta Israel:
El inicial y continúo rechazo del mundo árabe a la existencia de Israel, las cicatrices de la guerra y las constantes amenazas de seguridad de grupos como Hamas, han dejado una marca indeleble en la mentalidad de Israel, algo que llevará muchas décadas mitigar. Las profundas divisiones entre sus etnias, sus conflictos religiosos, su incapacidad de integrar a sus ciudadanos árabes, han dado forma a la cultura política de Israel, y no es probable que eso desaparezca pronto. 
Por otra parte, en su decepción por el “fracaso que representa Israel” para ellos a la hora de estar a la altura de su ideal, ignoran el hecho de que "hay mucho que amar y admirar de Israel incluso para esos mismos judíos liberales, aunque otros aspectos puedan disgustarnos profundamente, e incluso a veces odiamos otros de sus aspectos".

Mientras que Strenger no proporcionaba más detalles, otro profesor israelí miembro de la izquierda, Michael Gross, hacía exactamente eso en una columna del Haaretz dos días antes. Retóricamente se preguntaba qué medida utilizaban esos típicos judíos liberales de la diáspora para evaluar el liberalismo de Israel, o su falta, y continuaba: "¿Significa que el sistema funciona correctamente cuando presta gran atención a la salud pública, a unos amplios derechos reproductivos, al control de armas, a la prohibición de la pena de muerte o a la educación superior de bajo costo?".

Michael Gross obviamente sabía que el gran problema para la mayoría de los judíos liberales de la diáspora es "la ocupación". Su razonamiento era que, como cualquier país real, Israel tiene múltiples facetas. Y si se examina el verdadero rostro de Israel en toda su complejidad, en lugar de tratarlo como un personaje de dibujos animados, y se observa su existencia más allá del conflicto palestino-israelí, se podrá constatar que Israel, en muchas de las cuestiones a las que los judíos liberales dan un gran peso en sus propios países, está en realidad mucho más cerca del ideal liberal que representa a los EEUU.

En esencia, ambos articulistas están exponiendo el mismo argumento: Si los judíos liberales de la diáspora miraran a Israel como un país de verdad, y no como una proyección de sus fantasías, verían que no es un país tan perfectamente maravilloso como alguna vez imaginaron, ni tan irremediablemente malo como se imaginan hoy. Como cualquier otro país, tiene sus propios problemas reales, y al igual que cualquier otro país, se ocupa de algunos problemas mejor que de otros, pero sus cualidades positivas no son menos reales que sus defectos.

Y si los judíos liberales de la diáspora son incapaces de ver al verdadero Israel a través de la nube de sus fantasías de adolescentes, entonces eso no es culpa de Israel. Es culpa suya.

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