Thursday, October 16, 2014

Vale, habéis abandonado Israel, ahora déjadnos en paz de una vez - Raanan Shaked - Ynet



Díganme, queridos emigrantes, ¿qué es lo que realmente les interesa? ¿Comenzar una nueva vida o seguir criticando vuestra antigua vida? ¿Pasar página o seguir arrugando rabiosamente la vieja? ¿Dejar a Israel por un futuro mejor, o seguir revolcándose en un pasado que siempre contemplaréis como peor - sobre todo desde que existe la gran escusa de un carro de la compra más barato en Berlín -?

Porque en realidad, la cosa más increíble del muy publicitado fenómeno actual de la intención de abandonar Israel es la incapacidad de esos supuestos emigrantes de partir de una vez, es decir, de abandonar realmente Israel. En definitiva, de seguir adelante sin mirar atrás con ira.

Los israelíes que ahora están partiendo, o que desean hacerlo, pueden verdaderamente privarnos de su cuerpo, pero parecen insistir exageradamente en dejar su alma atormentada con nosotros. Están enojados y por ello nos lo gritan a la cara, agitando sus facturas más baratas de Berlín. A partir de una web de Londres, se llama a los israelíes a partir de Israel hacia Maine y Silicon Valley (ambos en EEUU). Sin embargo, parecen no poder desconectarse de verdad de Israel, de emigrar en el pleno sentido de la palabra: convertirse en extranjeros. En definitiva: asumir su pretendida decisión final y empezar de nuevo.

Así que en realidad muchachos, no acabáis de dejarnos. Aunque ya estéis allí, en Berlín, Londres, Praga… continuáis repitiéndonos que las cosas son mejores allí para ustedes (y nos comentáis que también lo serán para nosotros). Ya nos habéis dicho que habéis abandonado Israel (o que queréis abandonar), un lugar sin futuro, caro, conflictivo y violento, uno que se está convirtiendo en cada vez más religioso - no dudéis en añadir las descripciones adicionales -, y que por eso habéis decidido proseguir vuestro camino. Por el futuro de vuestros hijos. Por vuestra propia alma actual. Y nosotros pensamos que es una decisión aceptable, comprensible y legítima. No tenemos pues ninguna queja.

Pero entonces, ¿por qué no nos dejáis en paz? ¿Por qué no os olvidáis de nosotros y continuáis adelante con vuestras vidas? ¿Por qué vosotros queréis seguir presionando una herida que, con vuestra partida, supuestamente habéis logrado superar o curar, o al menos a cicatrizado lo suficiente.

Vamos, dejad en paz a Israel. Abandonad la carga de dolor, de amargura, de resentimiento que os provoca Israel. Descansad un poco. No tenéis necesidad de decirnos adiós una y otra vez.

Sabéis, en realidad ya estoy familiarizado con este masoquismo. Me hundí en él durante mis tres años de estancia en Nueva York. Y es que separado de la gravedad de Israel, me sentía atraído hacia ella una y otra vez, casi en contra de mi voluntad. Escaneando rabiosamente los titulares de su prensa, sus comentarios, enviando de nuevo y de manera frenética mensajes de enojo hacia la vieja patria. “Me fui de allí, por fin”, me decía una y otra vez. “Que se pudran”. Pero no lo pude superarlo. Al final regresé.

Parece que ustedes pueden servirse de Israel hasta fuera de Israel, pero lo opuesto no siempre es lo cierto. Los israelíes que abandonan este lugar con rabia no están tomando en consideración el hecho de que, al abandonar el país, se están desgajando de la rama emocional a la que están gritando: la rabia. Si ya has dejado atrás Israel, ¿por qué tanto furor?

Al parecer, vosotros sentís que simplemente no os podéis ir sin decir una palabra, sin rodeos, sin acusar, sin predicar, sin tratar de conseguir que otros sigan vuestros pasos, y esto, nos decís una y otra, lo hacéis supuestamente por nosotros. Pero la realidad es que lo hacéis sobre todo por vosotros mismos, para aseguraros de que tomáis la decisión correcta, para aseguraros de no ser otro árbol más que ha caído en el bosque sin que nadie se diera cuenta y sin que importara a nadie.

Y por eso ustedes quieren que les escuchemos. Sospechosamente, resulta muy importante para ustedes. Sospecho que de alguna manera eso nos revela lo que son realmente: aquellos que se fueron, pero no fueron capaces de decir adiós. Los que se aferran a su maltratada israelidad - que se define por el derecho de ver a todos los demás como a unos auténticos tontos - que, increíblemente, se niegan a abandonar.

Muchachos, al final tendremos que decirles que les envidiamos. Se las arreglaron para escaparse. Su pastel de chocolate es más barato que el nuestro, ¿de acuerdo? Ahora déjennos en paz y sigan adelante con su nueva vida. No se preocupen por nosotros; empezaremos una nueva vida en las tumbas que nos predicen.

Labels: ,

0 Comments:

Post a Comment

<< Home