Wednesday, December 03, 2014

Ex jefes de la Inteligencia Militar: No tenemos necesidad de temer por el futuro de Israel - Amos Yadlin / Uri Sadot - Haaretz



Una vez hubo la nostalgia, dice el refrán, pero ver el pasado a través de unas lentes de color de rosa nos puede llevar a interpretaciones inexactas del presente. En su reciente artículo en el Haaretz, "Por primera vez temo por el futuro del sionismo", el ex director general del Mossad, Shabtai Shavit, argumenta que Israel, en el pasado sabio y resistente frente a los desafíos, está haciendo ahora frente a una "masa crítica de amenazas", mientras es conducido por la "ceguera del gobierno... y la parálisis".

El sionismo siempre se ha enfrentado a graves desafíos, ¿pero son en realidad mayores las amenazas a las que se enfrenta ahora que las que superó durante casi un siglo? De ningún modo. De hecho, Israel, según la mayoría de las opiniones, es ahora más seguro y próspero que nunca en su historia. El cálculo es simple: es el poder militar más fuerte del Oriente Próximo ampliado; la economía se encuentra en un constante aumento y ahora es rico en reservas de gas; nuestra demografía es saludable; nuestro pueblo, según lo declara el mismo, es uno de los más felices del mundo y nuestra sociedad, como se ejemplificó este verano, está muy unida y es fuerte en tiempos de prueba. Como una prueba más, en el 2013 han llegado 19.200 nuevos inmigrantes, o olim, quienes decidieron trasladar sus hogares a Israel, lo que demuestra que el sionismo no está en absoluto en declive.

Y como complemento a su seguridad, Israel goza ahora de una amplia red de alianzas, un gran logro diplomático que demasiado a menudo pasa inadvertido. Consideren la posibilidad de que un tercio de la humanidad que hasta la década de 1990 tenía muy poco deseo de contactar con nosotros - los estados-nación de China e India -, ahora es cada vez más cooperativo, tanto en el comercio como en la diplomacia, con unos volúmenes de intercambios que crecen cada año. Si bien hay tensiones en la relación de Israel con los Estados Unidos, en realidad palidecen en comparación con las existentes en las décadas de los 50, 70 y 90. La incomprensión entre ambos liderazgos existe, sin lugar a dudas, y es un problema muy serio, pero también es importante reconocer que en otros aspectos de la relación hay avances significativos: La cooperación en seguridad, los niveles de ayuda militar, el apoyo en el Congreso, así como el volumen del comercio y del turismo nunca han sido mejores de lo que son ahora.

Del mismo modo, en cuanto a la relación de Israel con Europa, a pesar de la alta retórica, el volumen de los intercambios comerciales ha aumentado de manera constante desde 19.000 millones de euros en 2003 a 29.000 millones en 2013. El comercio también ha aumentado por separado con cada uno de los tres grandes estados europeos, Alemania, Francia y el Reino Unido.

Nuestras dos fronteras más extensas, con Jordania y con Egipto, fueron pacificadas hace ya bastante tiempo por unos tratados que han podido superar períodos tan turbulentos como las recientes revueltas árabes. La grave amenaza que suponían los ejércitos convencionales se desintegró junto con los estados sirio e iraquí. La disuasión permanece fuerte contra los agentes estatales y no estatales. También es digno de mención la mejora de las relaciones de Israel con Canadá, los estados de Europa Central, muchos países de África, las repúblicas de Asia central, y una Federación de Rusia que anteriormente fue amenazadora.

Mientras Shavit rememoraba lo que consideraba la época de apogeo de Israel, parece perder de vista períodos como ese en el que Moscú amenazó a Israel con un bombardeo nuclear (1956), o como cuando ciertos estados europeos, por ejemplo Francia, decretaron un embargo de armas contra el Estado judío (1967), o cuando toda Asia se cerró para Israel (1970) y la inflación se fue a la nubes hasta el 400% (1984).

Si bien los intentos de deslegitimación de Israel representan un grave problema, hasta ahora no se han demostrado más eficaces que los boicots árabes de los años 50 y 60, los intentos de los años 70 de equiparar el sionismo con el racismo, las campañas de Yasser Arafat en Europa en los años 80, etcétera. También es cierto que algunos jóvenes occidentales cuestionan a Israel y les gusta verlo como un agresor, pero Israel tiene buenas respuestas para muchas de sus acusaciones y está haciendo esfuerzos significativos para participar en los campus y en otros lugares. Si bien debemos permanecer vigilantes, reevaluando constantemente la situación, y organizándonos para contrarrestar estos esfuerzos de deslegitimación, tampoco debemos ser presas del pánico y desmoralizar al público. Fortaleciendo una falsa narrativa de la fatalidad, no sólo nos debilita, sino que también incentiva a nuestros adversarios a preferir el enfrentamiento al compromiso.

Lo que Shavit nos está diciendo básicamente es que la situación actual de Israel es insostenible, y por lo tanto Israel debe tomar la iniciativa y dar forma a su futuro por sí mismo. No estamos de acuerdo con el prólogo, pero si estamos de acuerdo con la conclusión. Un status quo que no es sostenible, resulta indeseable. Shavit tiene razón en llamar a la acción israelí, pero no a una determinada por la desesperación, sino a otra delimitada por la fuerza y la determinación.

La propuesta de Shavit de adoptar un enfoque regional es una buena idea, así como el aprovechamiento de la Iniciativa de Paz Árabe para llevar a cabo un esfuerzo conjunto árabe-israelí destinado a resolver el conflicto palestino-israelí. Desde el fracaso de la última ronda de conversaciones de paz intermediada por los Estados Unidos, muchas personas, tanto en Israel como en Washington, se han dado cuenta de que ese es ahora el mejor camino a seguir, incluyendo un grupo de 106 funcionarios de seguridad israelíes a principios de este mes. La ausencia flagrante aquí es "qué hacer si los palestinos, nuevamente, no desean llegar hasta la recta final de la operación". De hecho, en esta última ronda de conversaciones, algo en lo que falla Shavit al no señalarlo, el rechazo palestino tuvo un papel importante en el colapso y fracaso de las conversaciones.

Al Instituto de Estudios para la Seguridad Nacional se le ocurrió un plan similar a principios de este año, haciendo un llamamiento a un esfuerzo regional basado en la Iniciativa de Paz Árabe para resolver la disputa. Un elemento adicional en nuestra propuesta era un "Plan B" para un escenario en el que las negociaciones fracasen. Ante esta contingencia, Israel debe moverse independientemente para dar forma a sus propias fronteras en concierto con sus aliados clave, manteniendo el control de Jerusalén, de todos los (grandes) bloques de asentamiento y de una amplia zona de control a lo largo del río Jordán, mientras deja siempre la puerta abierta para que los palestinos negocien el resto o bien concluyan un acuerdo final. Al hacerlo, Israel anulará el poder de "veto" de los palestinos sobre la solución de dos estados, y les quitará su capacidad de alterar el futuro de Israel como un Estado democrático y judío. Este movimiento independiente no podrá poner fin al conflicto, pero preservará la vía diplomática hacia la paz que, de otro modo, se cerraría mediante la fusión de las poblaciones.

Esa creemos que debería ser la posición de Israel frente aquellos que creen que Israel está llegando a un punto de fracturarse en dos, frente a los que ven en las muchas amenazas a las que se enfrenta Israel un motivo para la inacción, y frente aquellos que, como Shavit, llaman a movimientos urgentes y desesperados. Aunque no estamos de acuerdo con Shavit en su diagnóstico, su pronóstico no es menos correcto. Israel debe tomar la iniciativa, no desde una posición de debilidad, sino desde su actual posición de fuerza.

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