Sunday, February 15, 2015

Hablando de las Cruzadas de Obama: Los judíos, las primeras víctimas de la Primera Cruzada - Susan Jacoby - NYTimes



Las primeras víctimas de la Primera Cruzada, inspirada en 1096 por la misión supuestamente sagrado de retomar Jerusalén a los musulmanes, fueron los judíos europeos. A cualquier persona que considera políticamente correcto y transgresor comparar el comportamiento de las huestes cristianas medievales con el terrorismo islámico moderno le resultará muy esclarecedor leer esta sangrienta historia, tal como se la califica en las crónicas hebreas y cristianas.

El mensaje que nos remite el pasado medieval es que la violencia religiosa raramente se limita a un objetivo y se expande hasta llegar al máximo número de víctimas disponibles.

Del mismo modo que las Cruzadas estuvieron integralmente vinculadas al catolicismo romano de la Edad Media, los movimientos terroristas actuales están inmersos en una particular interpretación antimoderna del Islam. Esto no implica que la mayoría de los musulmanes estén de acuerdo con una ideología religiosa violenta. Lo que significa es que la marca de las creencias de los terroristas desempeña un papel fundamental en su asalto salvaje contra los derechos humanos.

Algunos ignorantes retrataron las referencias del presidente Obama a las Cruzadas y a la Inquisición en el reciente Desayuno de Oración Nacional como una forma de excusar o diluir la responsabilidad del terrorismo islámico, de hecho, las alusiones del presidente podían y debían haber sido mejor utilizadas como una oportunidad para reflexionar sobre el daño especial infligido en muchos contextos históricos por los guerreros conquistadores en nombre de su dios.

Eran tiempos difíciles en el norte de Europa cuando los cruzados comenzaron a reunirse en la primavera de 1096. Una cosecha decepcionante en el 1095 había traído el hambre a los pobres. Como James Carroll observa en "La espada de Constantino", "no hay duda de que el impulso de cruzada rescató a muchos siervos, pero también a los propietarios de tierras, de una situación económica desesperada".

El Papa Urbano II no les dijo a los cruzados que asesinaran a los judíos, pero eso es lo que ocurrió cuando al menos 100.000 caballeros, vasallos y siervos, sin amarras ante las habituales restricciones sociales y portando el estandarte de la cruz, se pusieron en camino para aplastar los que consideraban sus enemigos, los pérfidos musulmanes que controlaban una tierra lejana. ¿Pero por qué no practicar previamente con ese otro grupo también acusado de perfídia, y desde mucho tiempo antes, los judíos?

La ciudad de Trier, a orillas del río Mosela, fue una de sus primeras paradas. A los judíos, según una crónica hebrea, se les ofreció la opción de la conversión, el exilio o la muerte, muy similar a las opciones ofrecidas por grupos islámicos como el Estado Islámico y Boko Haram. Después de que los judíos de Trier hicieran un intento fallido de evitar dichas opciones mediante el pago de una fuerte suma a un obispo para que persuadiera a los cruzados de eludir a su comunidad, buscaron refugio en la casa del prelado.

La crónica relata como ministros y oficiales militares del obispo entraron en el palacio, y les dijeron: "Así ha dicho nuestro señor el obispo: Convertiros o dejar este lugar. No deseamos preservaros durante más tiempo". Y continuaron: "Vosotros no estáis a salvo, vuestro Dios no desea salvaros ahora como lo hizo en días anteriores"

El anónimo autor de la crónica, conocida como Texto S entre los estudiosos, probablemente no presenció todos los hechos que describe. Sin embargo, los estudiosos de la Primera Cruzada generalmente consideran al texto como auténtico. Además, los relatos de cristianos -  muy probablemente escritos en décadas posteriores, pero en un momento en que muchos de los protagonistas y sobrevivientes aún vivían  -, cuentan esencialmente la misma historia.

Alberto de Aix, un cristiano nacido a finales del siglo XI, describe las atrocidades en Mainz, otra parada en las masacres de los cruzados a través de la región del Rin, por parte de una banda encabezada por el conde Emico. De nuevo, es un obispo el que inicialmente les promete a los judíos protección por lo que Albert describe como una "cantidad increíble de dinero". Pero Emico y sus soldados cristianos terminaron irrumpiendo en la sala donde se habían agrupado los judíos.

"Rompieron los pernos y las puertas y mataron a los judíos, alrededor de setecientos en número, los cuales en vano se resistieron a la fuerza y ​​al ataque de tantos miles. También mataron a las mujeres, y con sus espadas perforaron a tiernos niños de cualquier edad y sexo... Horrible es decirlo, pero las madres cortaron las gargantas de sus niños lactantes con cuchillos y apuñalaron a otros, prefiriendo por lo tanto perecer por sus propias manos que ser asesinados por las armas de los incircuncisos".

Albert informa de que un pequeño número de judíos escapó porque accedieron a ser bautizados "por miedo, en lugar de por el amor a la fe cristiana". Con todo el dinero tomado de los judíos, Emico y "todo la empresa intolerable de esos hombres y mujeres continuaron posteriormente su camino hacia Jerusalén".

En este relato se destacan varios elementos análogos a las acciones de los grupos terroristas islámicos modernos. Estos incluyen los intentos de conversión forzada, los asesinatos de mujeres y niños y la imposición de sanciones económicas a los conversos forzosos que tratan de permanecer en sus hogares. Los comentarios despectivos de Albert acerca del conde Emico también revelan que hubo cristianos que sentían por los cruzados lo que sin duda hoy muchos musulmanes seguramente sentirían si tuvieran la mala suerte de encontrarse en el camino de esos lunáticos violentos.

En Mosul, la ciudad iraquí conquistada por el Estado Islámico en junio pasado, los cristianos habían coexistido durante siglos con los musulmanes, los cuales no compartían las creencias medievales que los terroristas dicen representar. La ciudad también fue el hogar de los yazidis, cuya teología incluye elementos del zoroastrismo, así como del Islam y del cristianismo.

Cuando los brutales guerreros islámicos establecieron su control, miles de yazidis se vieron obligados a huir para salvar sus vidas si no se convertían al Islam. Los cristianos también fueron obligados a convertirse formalmente, pagando impuestos a los tribunales de la Sharia o bien enfrentándose a la "muerte por la espada", sin ninguna posibilidad de escapar a ese dilema.

¿Les suena familiar?

Thomas Asbridge, el director del Centro para el Estudio del Islam y Occidente de la Universidad de Londres, comentó a este diario que "tenemos que tener mucho cuidado con juzgar el comportamiento en la época medieval con las normas actualmente vigentes".

Este problema se juzga mejor desde el otro lado del espejo. Lo que vemos hoy en día es el comportamiento medieval estándar confirmado por unos modernos fanáticos islámistas que, al igual que los cruzados, buscan tanto el poder religioso como el político a través de medios violentos. Ofrecen un recordatorio espantoso y fantasmal de lo que el mundo occidental podría haber sido si nunca hubieran existido las reformas religiosas, la Ilustración y, sobre todo, la separación de la Iglesia y el Estado.

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