Sunday, February 15, 2015

La caída de Obama en las arenas movedizas de las comparaciones históricas - Elie Barnavi - i24news



Cada año el primer jueves de febrero se celebra el Desayuno Nacional de Oración en Washington. Se trata de un importante acontecimiento político y cultural que reúne a miles de personas, estadounidenses y extranjeras elegidas a dedo. Al igual que todos sus predecesores, el presidente Barack Obama participó en el evento anual, este año con un discurso dictado por las circunstancias y, por lo tanto, se centró en la violencia religiosa.

A primera vista, nada en la clase de historia que dio a sus oyentes arroja luz sobre la cuestión. Juzgad vosotros mismos: el uso de la religión para justificar la muerte de nuestros semejantes "no es algo exclusivo de un grupo o de una religión", ya que en todos nosotros hay una "tendencia pecaminosa que puede pervertir y distorsionar nuestra feY para que no nos llevemos el agua a nuestro molino y nos imaginemos que la violencia sólo se lleva a cabo por otros, quiero recordar las Cruzadas y la Inquisición, y a cuantos terribles actos fueron cometidos en el nombre de Cristo. Recordemos además que, en nuestro propio país, la esclavitud y Jim Crow se justificaron con demasiada frecuencia en el nombre de Cristo", añadió el presidente. Jim Crow es el nombre genérico, tomado de una caricatura del "negro" estadounidense, de todas las leyes raciales del final de la Guerra de Secesión hasta la legislación de los derechos civiles de los años 50 y 60 del siglo pasado.

El presidente podría haber añadido la masacre de los albigenses, el pogromo de San Bartolomé, el tormento del caballero de La Barre; la lista es larga y la observación banal: en todas cielos y en todo momento, la intolerancia religiosa armada con una espada ha causado víctimas. ¿Banal?

Aparentemente no, ya que la incursión de Obama en las arenas movedizas de las comparaciones históricas le valieron una crítica violenta de sus oponentes republicanos. "Un insulto", "perniciosa", sus pensamientos eran un ataque contra "cada cristiano creyente en los Estados Unidos", y son una prueba más de que este hombre "no cree en América o en los valores que todos compartimos". Y hablando de las Cruzadas, un blogger particularmente rabioso dijo que estas campañas no fueron otra cosa que una guerra defensiva, que por desgracia se perdió.

Ante tanta mala fe, queremos defender a Obama. Sin embargo, su discurso no dejó de suscitar un cierto malestar. Después de todo, el Presidente de los Estados Unidos es una figura política, y por lo tanto todos los discursos que él pronuncia son inevitablemente políticos. En otras palabras, lo que yo, un estudioso de las guerras de religión puedo decir, él no puede. Decir que cualquier religión revelada, especialmente el cristianismo por los ejemplos que dio, puede ceder a las tentaciones de la violencia, no es más que un hecho histórico que puede ser un recordatorio útil en una sala de conferencias, pero que es contraproducente ante una audiencia de políticos y periodistas. Las Cruzadas están fuera de moda, como también lo está Jim Crow. Hoy en día, la violencia política es sobre todo el resultado del Islam radical, tal como lo entienden sus miembros su lucha, y su capacidad de recuperación tiene poco que ver con la apelación al Papa Urbano II o a los malos hábitos del Ku Klux Klan.

Siendo un hombre intelectualmente formado, Obama no puede ignorar eso. Por tanto, es necesario hacer frente a los hechos: fue un discurso político el que dio. Y aquí radica el problema. El discurso de Obama sigue sus intentos anteriores, que se remontan a su famoso discurso en El Cairo de 2009, de aplacar al mundo musulmán, es decir, de exonerar al Islam de la violencia cometida en su nombre.

Pero entonces no sabíamos que la mano que había tendido fue tomada por aquellos a los que no pretendía, y, posteriormente Obama tuvo que ponerse el traje de comandante en jefe. Eliminó a bin Laden e hizo un uso masivo de los drones, y ahora bombardea las posiciones del Estado Islámico en Irak.

Obama, por lo tanto, se justifica a sí mismo lo mejor que puede rechazando el término "islámico" para describir el terrorismo de los asesinos que dicen que están actuando en nombre del Islam. Al hacerlo, les proporciona este regalo inesperado: una equivalencia entre "nuestras" cruzadas del pasado y sus atrocidades presentes. Así, el argumento que continúan vendiendo los terroristas islámicos se valida y justifica: las viejas fechorías de los cruzados justifican su guerra contra los "cruzados" de nuestro tiempo

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