Saturday, February 07, 2015

Las políticas de la diversidad en Israel - Seth Frantzman - JPost


Bennett y Ohana

El último fin de semana la política laborista Shelly Yacimovich criticó al partido Bait Yehudi (Hogar Judío) por ser un "Hogar Judío blanco". Se refería a la gran controversia generada en el partido nacional-religioso por la decisión de su presidente, Naftali Bennett, de invitar a una leyenda mizrahi del fútbol nacional, Eli Ohana, a unirse a la lista al partido. (Después de dos días de controversia, Ohana decidido no formar parte del partido). La controversia sobre Ohana tiene mucho que ver con la política de la diversidad en Israel, la cual cementa las divisiones étnicas en el país y refuerza la discriminación.

La historia de Ohana debería haber sido bastante simple. Creciendo en un barrio pobre de Jerusalén, hijo de inmigrantes procedentes de Marruecos que habían tenido que sufrir vivir en Wadi Salib, un vertedero de inmigrantes mizrahim en la década de 1950, Ohana fue visto como una historia de éxito israelí. Pero cuando fue elegido por Bennett por la lista de su partido, su inclusión ofendió a bastantes de sus leales (en principio aquel que perdía el posible escaño que sería de Ohana).

Muchos sintieron que Ohana no les representaba ni a ellos ni al partido, ya que había apoyado la retirada de Gaza de 2005, y por lo tanto traicionado su visión del mundo. Ayelet Shaked, la nº 2 de la lista de Bait Yehudi, se mostró más circunspecta: "Naftali quería traer a una persona de ideología tradicional y sefardí, que tuvo una infancia difícil y que es un ejemplo de éxito". Los comentarios de Shaked enfurecieron al Shas, quien afirmó que sus puntos de vista "miraban hacia atrás y eran racistas". Un día después, y ante la polémica, Ohana decidió renunciar.

No obstante, algunos en Israel atribuyen este tipo de controversia al denominado "demonio étnico". Este es el término que muchos israelíes utilizan ante cualquier discusión sobre las diferencias o brechas entre sefardíes y asquenazis. Cada vez que esta controversia sale a la superficie, como después de que el Canal 10 emitiera en el 2013 la serie televisiva de Amnón Levy centrada en la situación de los judíos mizrahim, se desencadena un torrente de angustia sobre este tema.

El articulista del Haaretz, Carlo Stranger, afirmó después de ver como los judíos mizrahim describían en la serie de televisión de Levy su discriminación a manos del partido Laborista (absolutamente asquenazi) durante la década de 1950, que "los valores fundamentales de la democracia liberal estaban asociados a la denominada ‘tribu blanca' de la élite secular asquenazi".

Strenger también argumentó: "¿Deben los asquenazis, de una vez por todas, mirar dentro de sus almas y expiar sus pecados o pedir disculpas a los mizrahim por lo que los asquenazis son y por lo que supuestamente todavía les están haciendo?...  Los liberales seculares de Israel (en gran medida asquenazíes) deben cesar de pedir disculpas por luchar por un Israel democrático y liberal. No somos unos opresores, somos una minoría".

En un sentido Carlo Strenger, que se define como "liberal" y miembro de "mi propia tribu asquenazi", está empleando el mismo mantra electoral de Bennett que tanto disgusta a la izquierda israelí: “dejen de disculparse". Pero cuando tanto la izquierda y la derecha están diciendo que "dejemos de disculparnos", debemos asumir que algo está mal.

Yacimovich describe al partido Bait Yehudi (Hogar Judío) como a un partido "blanco". Es interesante comprobar cómo los judíos progresistas de Israel han adoptado el concepto de blancura para aplicarlo a la imaginada comunidad de la "tribu asquenazi". Vamos a analizar cómo este polémico concepto infecta la política israelí de la diversidad.

Carolina Landsmann, otra articulista del Haaretz, se burló de cómo los partidos israelíes tratan de encapsular la diversidad: "incluyen a una mujer, a un mizrahi, a un etíope, a una persona con discapacidad, a un judío religioso, a un judío tradicional y finalmente a un ruso en sus listas". Ella afirmaba que estos partidos trataban de captar una representación o participación meramente simbólica, porque no tienen unos primarías reales que probablemente mostrarían su verdadero rostro.

Además alegaba que, en muchos casos, la aparente diversidad de algunos partidos era en realidad una traición a sus valores. "Es cierto que ellos están de acuerdo en que las declaraciones de la diputada del Likud Miri Regev son racistas, pero ella es una racista marroquí. En otras palabras, es cierto que es un pequeño paso de gigante para el racismo, pero también es un pequeño paso adelante para los mizrahim".

Para Landsmann, Strenger y muchos otros, las "identidades excluyentes" son problemáticas. Lo qué se quiere decir con esto es que, por ejemplo, el Shas es "excluyente" ya que representa a un partido religioso mizrahi étnico. Curiosamente, sin embargo, cuando un partido como el Laborista o el Meretz lo conforman muy mayoritariamente en sus más elevados niveles judíos de origen europeo, ellos ya no son "excluyentes porque su ideología progresista les convierte en liberales y europeos".

El mismo insulto es dirigido contra los partidos árabes de Israel, es decir, son estrechos y meramente "árabes". Esto es particularmente interesante porque la Lista Árabe Unida es increíblemente diversa. En el segundo lugar de la lista hay un comunista, mientras que en el tercer lugar y en posiciones principales los candidatos son más bien seculares. Tiene dos combativas mujeres en su lista y a un hombre judío. Además tiene cristianos y drusos. Irónicamente, esta sería exactamente el tipo de lista que muchos liberales judíos de Europa y de los EEUU tendería a apoyar o si no defender. Pero eso no sucede en Israel.

¿Qué sucede en Israel? En Israel hemos respetado a columnistas de prensa muy progresistas que han condenado a los judíos de origen ruso por supuestos "delitos en su sangre (proceder de ámbitos no democráticos y no ser favorables a la izquierda tras su experiencia soviética)" y gente con nombres como "Tseela" o "Olga" pueden ser criticados en los principales diarios por no tener "nombres judíos".

Tenemos una política donde se aprecia mucho las divisiones étnicas, donde existen profesores de renombre y muy progresistas que no sienten ninguna vergüenza en twittear que una "inmensa mayoría de asquenazís estaban en la manifestación", sin ni siquiera molestarse en explicar cómo pueden saber quiénes de esos manifestantes eran "asquenazís" o "mizrahim". Tenemos un escenario político en el que algunos de los más populares y progresistas periodistas israelíes castigan abiertamente a los árabes y a los haredim (ultra-ortodoxos) como una "amenaza demográfica" para Jerusalén.

El presidente Reuven Rivlin describía en octubre a la sociedad israelí como "enferma". Ahí tenía razón, pero es una enfermedad en buena medida ligada a las nocivas políticas étnicas del país. Este año, más mujeres que nunca son candidatas para ser miembros en la próxima Knesset, mientras que al mismo tiempo existe una pobre representación de drusos o etíopes. Muchos dentro de la mayoría asquenazi se burlan de estas nociones "étnicas". Ellos se preguntan, "¿para qué necesitamos a un etíope?". Esa es una buena pregunta. ¿Para qué se necesitan miembros judíos o afroamericanos en el Congreso de los EEUU?

Resulta fácil relajarse en Savyon o en algún bucólico kibutz del Negev, y quejarse de esas etnias "engreídas" que quieren representación. El concepto de que la gente debe anteponer su identidad "judía" o "israelí" sobre su "estrecha identidad étnica", puede resultar bonito, pero sin sentido cuando la identidad israelí no tiene espacio para otros. La organización Makom, que es un proyecto de la Agencia Judía y suministra materiales educativos para el aprendizaje en Israel, afirmó que los israelíes votan "por un partido que creen que encarna sus valores judíos, su sentimiento de solidaridad con los judíos de todo el mundo y su conexión con la fe judía". Eso parece ignorar a cerca del 20% de los ciudadanos israelíes que son árabes, y es emblemático de la "definición de Israel". Para muchos, eso significa "israelíes", "yo y mi tribu", y con frecuencia genera este concepto de bicho raro de la "tribu blanca".

Vamos a concluir admitiendo que la diversidad no se fundamente solamente en la participación simbólica. La diversidad de opiniones es tan importante como la diversidad de color de piel. La diversidad de origen socio-económico es tan importante como la diversidad de práctica religiosa.
La diversidad no solamente se fundamenta en tratar de representar los intereses de los pequeños grupos minoritarios, se trata de la salud del país en su conjunto y del intento de construir una sociedad fuerte, solidaria y compartida, en lugar de promover una balcanización, llena de tensiones y divisiones. Israel tiene un largo camino por recorrer en este camino, desafortunadamente.

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