Saturday, March 28, 2015

¿Cuando se haya ido Obama, la relación mejorará? ¿Quién lo dice? - Shmuel Rosner - Jewish Journal



En febrero de 1983, dos antiguos grandes rivales escribieron un amargo artículo conjunto en contra de una molestia conjunta. Los dos firmantes eran los ex presidentes de los Estados Unidos, quienes solamente siete años antes lucharon con uñas y dientes en una campaña por la Casa Blanca. Jimmy Carter fue el ganador y Gerald Ford el perdedor. Finalmente, los dos terminaron su carrera en la presidencia de manera rápida (en el caso de Ford, en algo menos). Y ambos fueron presidentes a los que el éxito del Gobierno de Israel les molestó. Yitzhak Rabin logró enojar a Ford, en la medida en que el presidente decidió "reevaluar" las relaciones de Estados Unidos con Israel. Menachem Begin hizo lo mismo con Carter, tanto es así que incluso el logro compartido de lograr un acuerdo de paz entre Israel y Egipto no pudo compensar los malos sentimientos entre ambos líderes.

Begin era el objetivo del artículo conjunto Ford-Carter de 1983. "Israel debe detener su política de asentamientos, una medida que por sí sola podría romper el estancamiento diplomático", escribieron los ex presidentes. También decían que las políticas de Israel son "el mayor obstáculo para las iniciativas árabes moderadas para una resolución pacífica de las diferencias". Carter ha dicho muchas cosas peores sobre Israel desde entonces, y sus críticas necesariamente no han visto el final todavía. Para Ford era una acusación bastante seria. El actual primer ministro de Israel, Bibi, no fue un favorito de Carter, o del sucesor del sucesor de su sucesor, pero al menos no tiene que preocuparse de las críticas de Ford.

Me acordé de estos dos presidentes y de su artículo durante una amable conversación con un americano simpatizante de Israel en un avión de Filadelfia a - esto fue una coincidencia - Atlanta, Georgia. "¿Quién te dice", me preguntó en broma mi amigo americano "que en dos años esto no va a mejorar?"

Esta es una pregunta importante, una pregunta digna, sobre las relaciones aún deterioradas entre los EEUU y los gobiernos israelíes. En otras palabras, este estadounidense me estaba preguntando: ¿por qué crees que cuando Barack Obama ya no sea presidente, un presidente más amigable y comprensible pueda  reemplazarlo?

Ha pasado más de una semana desde que Binyamin Netanyahu fue elegido de nuevo como primer ministro de Israel, y parece como si la administración Obama no pueda superar esta terrible realidad. La administración "cree" en la evaluación de Netanyahu de que no se establecerá un estado palestino bajo su jefatura: "le tomamos su palabra cuando dijo que no sucedería durante su mandato". Es decir, elige no creer en las aclaraciones y explicaciones según las cuales los comentarios de Netanyahu fueron tomados fuera de contexto. Él no se opone a un Estado palestino, simplemente no cree que sea realista que tal estado se establezca en un futuro próximo. En pocas palabras: la gente de Obama ha decidido creer en lo que ellos piensan que cree Netanyahu,y no en lo que Netanyahu dice que cree. Esa es su elección. Están en su derecho. De hecho, muchos israelíes piensan exactamente lo mismo de Obama: "él dice que apoya a Israel y que es un amigo de Israel, y ellos optan por no creerle".

Así que todo el mundo - los críticos, los expertos, los asesores, los funcionarios off-the-record - más o menos están de acuerdo: los próximos dos años, con Obama todavía en la oficina y Netanyahu como primer ministro de Israel, van a ser difíciles. Es decir, hasta que Obama se despida. Y aquí entra mi compañero de viaje, el estadounidense, con su penetrante pregunta. ¿Por qué dos años? ¿Alguien promete a Israel, alguien ha susurrado a Netanyahu, que después de Obama un presidente más comprensivo será un hecho?

Es muy conveniente para los israelíes - y posiblemente también para muchos estadounidenses - pensar que Obama es la excepción, algunos lo llamarían el "problema", y que después de Obama podremos volver a una relación entre Estados Unidos e Israel como la de los años de Bill Clinton y George W. Bush. Es conveniente creer que debido a  la idea de un "regreso a la antigua rutina", sería mucho más fácil para Israel. Es conveniente creerlo porque la alternativa es altamente preocupante. La alternativa es pensar que el hombro frío de Obama no es una excepción, sino más bien el comienzo de una nueva era. Tal vez el problema de Israel no es un presidente enojado, sino más bien una América cambiante. Quizás Clinton y Bush marcaron el final de una era que ya nunca volverá.

Piensen en Hillary Clinton, actualmente la principal candidata demócrata para 2016. No hay ninguna razón para sospechar que ella sea una gran fan del primer ministro Netanyahu. Piensen en Jeb Bush, el candidato republicano. Bush, hace unos días, sintió la necesidad de distanciarse de las palabras que su propio asesor de política exterior, Jim Baker, dijo acerca de Israel. Baker, al igual que Obama, han decidió creer en lo dicho por Netanyahu antes de las elecciones, es decir, no le creen. "A raíz de la reciente victoria electoral de Netanyahu", dijo Baker en una conferencia de la J Street, "la posibilidad de una solución de dos estados parece aún más delgada, dada su inversión en este tema". Bush, en una visita a Atlanta la semana pasada, tenía un mensaje tranquilizador para los partidarios de Israel que se reunieron con él. Pero, ¿de verdad no está de acuerdo con Baker, o está realizando una añagaza política para no alertar al electorado republicano que apoya a Israel?

Por supuesto, es razonable creer que los candidatos de 2016 puedan manifestar su apoyo a Israel y no estén de acuerdo con la política del presidente Obama. Bush fue franco acerca de las políticas reivindicativas de Obama y a Hillary Clinton se le preguntó en los últimos días para que diga algo al respecto, pero para ella hablar de la batalla de Obama con Israel es más complicado. Pero también es razonable recordar que en el 2008 Obama también estaba haciendo declaraciones que sonaban, en la mayoría de los casos, de gran apoyo a Israel. Como lo apoyan, según parece, Clinton y Bush.

En otras palabras: no hay garantía de que las malas relaciones entre Estados Unidos-Israel se hayan ido en dos años. Ford fue sucedido por Carter y Obama también podría ser sucedido por un presidente con el que podía escribir algún día un artículo conjunto y crítico acerca de las políticas de Israel.

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