Saturday, March 28, 2015

Los problemas de Peter Beinart con la democracia israelí - Jonathan Tobin - Commentary



La semana pasada, después que los votantes israelíes una vez más rechazaran los candidatos y las políticas que él cree que sería mejor para ellos, el escritor Peter Beinart tuvo una gran rabieta. En lugar de aceptar el veredicto del proceso democrático tal como lo hicieron los líderes de la leal oposición de Israel, Beinart escribió en el Haaretz que los judíos americanos debían comenzar una campaña destinada a invalidar los votos de los israelíes e iniciar un "proceso de presión" que les obligaría a inclinarse a sus demandas de hacer concesiones unilaterales a los palestinos, algo que la inmensa mayoría de los ciudadanos israelíes creen que representa, en el mejor de los casos, un error. Yo escribí que esta diatriba demostraba el desprecio de Beinart por el proceso democrático, y que las premisas de su argumento de que Israel no había tomado suficientes "riesgos por la paz", que "las elecciones no se celebraron ante la sombra del terrorismo", y que el gobierno de Obama no había ejercido presión sobre Israel, no eran tanto suposiciones erróneas como descaradamente falsas. En respuesta, escribió ayer otro artículo en el Haaretz donde afirmaba que estaba equivocado acerca de la obligación de respetar las elecciones democráticas, así como afirmaba que yo era un hipócrita porque no había apoyado los esfuerzos para apuntalar el gobierno de la Hermandad Musulmana de Egipto. Pero su respuesta no sólo se demostró incapaz de abordar el fondo de mi crítica, sino que sonaba tan falsa como su argumento original.

Beinart parece no molestarse en dar cuenta de sus asombrosamente mentirosas afirmaciones sobre los pasados intentos de Israel para negociar la paz, o sus comentarios acerca de la amenaza del terrorismo. Beinart deja caer las tres ofertas israelíes para la obtención de un Estado palestino por parte de gobiernos israelíes -  no del Likud - entre 2000-2008, y que los palestinos rechazaron, así como su obstruccionismo durante las conversaciones el año pasado, por el agujero de la memoria. Igualmente hace lo mismo con su observación de que las elecciones se hicieron sin "sombra de terrorismo", sin tener en cuenta la guerra del año pasado con Hamas en la que miles de cohetes de Hamas cayeron sobre las ciudades israelíes, y el hecho de que cualquier escolar israelí sabe que lo único que impide una nueva campaña de atentados suicidas es la barrera de seguridad en Cisjordania, no la indulgencia de los asesinos de Hamas o Fatah. En cuanto a los últimos seis años de francotiradores del presidente Obama contra el gobierno de Israel, parece también un detalle demasiado insignificante como para que Beinart se de cuenta.

Estos temas son importantes porque demuestran que los argumentos de Beinart se basan en una inobservancia deliberada de los hechos que han influido en la decisión de los votantes israelíes en las últimas tres elecciones, proporcionando el gobierno de Israel a Netanyahu y a su partido, a pesar de que ni él ni el Likud son tan populares.

Beinart tiene razón cuando dice que el hecho de que los israelíes hayan elegido a una Knesset con una mayoría en clara oposición a sus políticas, no le obliga a estar de acuerdo con su criterio. De hecho, yo hago mía esa idea. Uno puede oponerse vocalmente a las políticas de cualquier gobierno sin tener que exponerse a la acusación de desprecio por la democracia. Pero Beinart no se contenta con expresar simplemente sus críticas, sino que desinforma o desprecia los hechos en que se sustentan. El tema es que ha escrito explícitamente que lo que ahora debe suceder es que los estadounidenses se levanten y apoyen las medidas  por parte de la administración Obama que pretender revocar la decisión de los votantes de Israel. En lugar de seguir tratando de persuadirles con la sabiduría de sus sugerencias, ahora nos dice que lo que verdaderamente quiere es aislar a los israelíes económica y políticamente, y tratarlos como un estado paria. Si eso no representa un desprecio por el proceso democrático tal como se llevó en Israel, no sé cómo puede denominarse.

Es cierto que, en teoría, los votantes de una democracia no están obligados a respetar las decisiones de los votantes de otros países. Pero esta no es una mera disputa política. Beinart alega que Israel es una "potencia brutal, antidemocrática e injusta", ya que ha decidido acertadamente no permitir la creación de otro estado terrorista en sus fronteras, como la que permitió con la desconexión en Gaza, y eso es imprudente. Lo que está haciendo no es mostrar su desacuerdo, sino proceder a su deslegitimación.

También argumenta que debido a que a los residentes árabes de Cisjordania no se les permite votar en las elecciones de Israel, no puede decirse que haya una democracia allí. De nuevo, estamos ante un argumento deliberadamente engañoso. Si el pueblo de Cisjordania no puede votar en una elección se debe enteramente al hecho de que los líderes de la Autoridad Palestina han rechazado sistemáticamente las ofertas de estatalidad e independencia para su pueblo, ya que hacerlo también les obligaría a reconocer la legitimidad de un Estado judío, no importa donde se sitúen sus fronteras. Como bien sabe, la mayoría de los israelíes habrían sido felices de abrazar una solución de dos estados. Pero los palestinos nunca han sido capaces de hacerlo porque significa poner fin al conflicto con el sionismo, y su propia identidad nacional ha estado inextricablemente ligada a dicho conflicto desde sus inicios. Si los israelíes parecen, al menos por el momento, haberse dado por vencidos con respecto a la existencia de dos estados, no es porque no piensen que es una buena idea, sino debido a que reconocen que los palestinos no están interesados ​​en ello, algo que Beinart se niega a aceptar a pesar de las amplias pruebas.

El status quo es tanto anómalo como insatisfactorio, pero su continuación no se fundamenta en las decisiones o declaraciones de Netanyahu. Es el trabajo de los palestinos. Han construido este status quo tal como construyeron la barrera de seguridad, obligando a unos reacios gobiernos israelíes a construirla para así mantener alejados a los terroristas. Que se pida que los israelíes ignoren estos hechos y sitúen a sus centros de población junto a otro Hamasistan, ni resulta consistente, ni demuestra afecto por su existencia, ni es razonable. Tampoco es algo que fuera probable que suceda, incluso si Netanyahu hubiera sido derrotado y sustituido por el líder del partido Laborista, Isaac Herzog. Comparar a Netanyahu con los segregacionistas racistas o con cualesquiera otras figuras del mal en la historia, nos dice más sobre Peter Beinart que sobre el primer ministro. Cuando la cultura política de los palestinos cambie hasta permitirles aceptar a Israel, conseguirán un estado junto a Israel. Hasta que eso suceda, culpar a Israel por el odio e irredentismo palestino supone negar la parte árabe del conflicto.

En cuanto a su afirmación de que estoy siendo hipócrita debido a mi falta de apoyo al gobierno de corta duración de la Hermandad Musulmana en Egipto, eso es un sofisma.

Es cierto que la Hermandad ganó una elección después de la caída del régimen de Mubarak. Pero cualquier comparación entre la victoria de un partido que aboga por una teocracia totalitaria, con su capacidad de convertir a sus partidarios o coaccionar a los otros para hacerlo, tiene poco parecido con un proceso democrático normal, y para los verdaderos demócratas es absurdo. El objetivo de la Hermandad Musulmana era transformar Egipto en otra Gaza o en un Irán, y promulgar la práctica tan habitual en el Tercer Mundo de "un hombre, un voto, una vez", para así asegurarse de que su permanencia en el poder nunca podría estar en peligro. Un año después de su llegada al poder, decenas de millones de egipcios salieron a las calles para exigir su destitución y los militares los derribaron. Se trata de una triste historia y una muestra de lo difícil que es crear una democracia en un país sin tradición democrática o sin consenso sobre la gobernabilidad. Aplaudir la desaparición de un movimiento islamista anti-democrático no sólo es consistente con la creencia en la democracia, sino que es una condición previa para cualquier esperanza (aunque muy tenue) de que Egipto pueda convertirse en una democracia.

Tal vez en la imaginación calenturienta de Beinart, él piensa que el Likud es análogo a la Hermandad Musulmana. Esto sería es un descarado libelo de un partido que, desde su creación, siempre ha acatado las normas democráticas de una manera que los islamistas aliados de Hamas nunca han hecho. Lo que a Beinart le gustaría es que el pueblo de Israel se levantara contra el Likud, como hicieron los egipcios contra la Hermandad. Si lo hicieran, el gobierno de Netanyahu caería. Pero no sólo no lo hicieron, sino que le dieron una tercera victoria consecutiva, ya que, a diferencia de Beinart, los electores israelíes sí han prestado atención a lo que los palestinos han hecho y dicho acerca de la paz.

Eso tiene que ser frustrante para Beinart, pero la respuesta para aquellos que se preocupan por la democracia ante una elección que no es de su gusto, no es un intento de anular esos votos mediante la presión exterior, sino trabajar más para dar a sus ideas un juicio justo y tratar de persuadir a los israelíes para que cambien de opinión. Beinart ya se ha cansado claramente de tratar de hacer eso y ahora se sitúa en las filas de aquellos que buscan que su gobierno trate a los israelíes como a parias. Por eso, junto con otros, ha demostrado su desprecio por la democracia. Las pruebas están ahí.

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