Sunday, April 12, 2015

Como la minoría empobrecida de Israel, los Mizrahim, ha sido convertida en "blanca y racista" por la izquierda israelí para excusar así su propio racismo - SFrantzman


Judíos yemenitas volando de camino a Israel

 Después de las recientes elecciones israelíes, la autodefinida "izquierda" del país ha entrado en erupción en una cacofonía de insultos y chivos expiatorios dirigidos contra la minoría Mizrahim del país. El concepto es culparlos por la incapacidad de la Unión Sionista a la hora de doblegar al Likud de Benjamin Netanyahu.

Todos los países necesitan a un chivo expiatorio. Cada forma de nacionalismo necesita un "otro" al que culpar y achacar los problemas del país. En Israel, el nacionalismo de centro-izquierda ha centrado en los judíos Mizrahim la responsabilidad de casi todos los problemas del país. Un profesor universitario en un show televisivo de la mañana llegó a decir que los Mizrahim no tenían que haber venido a Israel y que mejor hubiera sido que se hubieran "podrido" en sus países de procedencia.

Y es que se está creando una narrativa muy interesante que identifica a los "asquenazi" como grupo con la "izquierda" de Israel, a la vez que los identifica con los sectores "democráticos y progresistas del país", mientras que por el contrario se postula que los judíos "Mizrahim", cuyos orígenes se encuentran en el Oriente Medio (es decir, son los habitantes nativos de la región, en comparación con los inmigrantes judíos "europeos" asimilados con la "izquierda"), son los "racistas" que hacen daño a Israel.

Larry Derfern, en su columna en la web antisionista +972, fue emblemático en esto. Afirmó que los "izquierdistas israelíes son desproporcionadamente asquenazis", y a su vez creó una división mitológica de Israel entre esta "izquierda asquenazi" y los "segmentos de bajo nivel cultural y educativo de la población Mizrahi" que tienden a odiar a los izquierdistas israelíes (es decir, a los asquenazies). Estos Mizrahim, según él, también odian a las clases "más débiles" que no son judías: los árabes y los refugiados africanos. Para Derfern, la inmensa mayoría de los pobres Mizrahim "odian la debilidad, incluso más que lo hace el ciudadano medio israelí, es por eso que nos odian a los izquierdistas israelíes, porque nos ven como débiles frente a sus enemigos, los árabes y los africanos, apilando desprecio por nosotros y reaccionando de manera rastrera diciéndose: "Oh, mirad a los débiles y patéticos izquierdistas disculpándose de nuevo. Dios, odio a esa gente", y termina afirmando que "si queremos tratar a los pobres Mizrahim como iguales, ¿no deberíamos también atacarles como ellos hacen con los izquierdistas asquenazies?, porque si tratamos de entenderlos y excusarlos, culpándonos a nosotros mismos - Dios no quiera que les culpemos a ellos -, entonces no estaríamos tratándolos como iguales, los estaríamos tratando como personas indefensas, como criaturas patéticas que no son responsables de lo que hacen, y así es como piensa parte de la izquierda asquenazi".

Así es como piensa una parte de la sociedad israelí, inventa una definición de sí misma como "blanca europea asquenazi, gente progresista y de izquierda", y luego define a los judíos del Levante y del Oriente Medio como "racistas". Derfner finaliza, "¿por qué son los pobres Mizrahim de derecha y a menudo racistas? Por la misma razón que los blancos pobres de todo el mundo son de derecha y muy a menudo racistas".

Carlo Strenger, otro columnista e intelectual judío de izquierdas de origen europeo que escribe para el Haaretz, también imagina a los Mizrahim como "blancos pobres". Afirma que sus patrones de votación "reflejan un fenómeno bastante conocido durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX, en el que las clases socioeconómicas más bajas tienden a votar por la extrema derecha... Esto es cierto para muchos de los votantes del Likud (incluyendo algunos asquenazíes), no menos que los que votan por Marine Le Pen en Francia o Geert Wilders en Holanda". Por lo tanto, los Mizrahim son asociados a los "blancos pobres" de Europa. También los compara con los "hombres blancos descontentos del sur de los Estados Unidos que nunca votan por los demócratas".

Y concluye que "no podemos deshacer los errores del Mapai hacia los Mizrahim en los años 1950 y 1980, y pedir nosotros disculpas por ello, como hizo Ehud Barak en 1999, puesto que no lograremos ganarnos a los que no creen en los principios liberales". Por lo tanto "creemos, por una buena razón, que va en el interés existencial, moral y político de Israel seguir siendo un país occidental... Ninguna cantidad de corrección política podrá cubrir el hecho de que ahora estamos peleando en una guerra política y cultural por la identidad de Israel".

La descodificación de la ideología que desprenden los artículos de Strenger y Derfner nos permite echar un vistazo detrás de la cortina a ese gran segmento dentro de la sociedad israelí que se imagina y autodefine como "progresista y liberal al estilo europeo occidental". El concepto es el de "dejar de disculparse" (una ideología significativamente similar al lema elegido por Naftali Bennet, en su caso frente a estos mismos izquierdistas) ante los judíos Mizrahim y en su lugar levantar "nuestros propios valores". Y no se trata de valores ocultos, sino los que se declaran abiertamente como propios de los "asquenazíes de izquierda". En ningún otro país la "izquierda" es el elemento definitorio de un grupo racial y étnico o de una identidad religiosas. Además, se supone que la naturaleza misma de esos valores progresistas y liberales occidentales implica trascender de la religión, la raza y del origen nacional o étnico.

Pero algunos izquierdistas israelíes han hecho algo interesante con este concepto. Estos autores autodefinen a la "izquierda" como "asquenazi" y luego definen a los Mizrahim como "racistas y pobres". No hay apenas vergüenza en los artículos y editoriales que afirman que los "Mizrahim odian a los débiles". Pero lo que es particularmente interesante es esta nueva narrativa que define a los Mizrahim como "blancos pobres", al estilo de los sectores populares occidentales. Lo que es interesante es que olvidan que dentro del fenómeno del racismo entre los grupos más pobres de Europa o de los EEUU, se trata de grupos que forman parte de la mayoría. De este modo, uno encuentra a "blancos pobres" que votan a la extrema derecha y a otros "blancos pobres" que votan socialdemócrata o a partidos de izquierda, y hay "blancos ricos" que también se dividen a lo largo de esas líneas ideológicas. Por supuesto, hay "blancos ricos" comunistas o racistas.

En Israel, por el contrario, esa mentalidad lleva a catalogar únicamente como "blancos pobres" a los Mizrahim, a una minoría y a uno de los grupos más pobres de la sociedad, convirtiendo así el grado de pobreza en una propia categoría racial. Sería como catalogar a los hispanos de los EEUU como "blancos pobres" y afirmar que son "racistas con los negros", y que "los americanos de origen europeo de izquierda quieren y saben mejor que nadie cómo preservar nuestra identidad occidental".

Sin embargo, la narrativa que emerge en Israel dentro de la izquierda escoge a un grupo minoritario, le achaca los problemas del país por su posicionamiento electoral, define a ese grupo de racista y luego define como a los "buenos" al grupo más acomodado de origen europeo, ese que sí es "occidental y preserva los valores occidentales".

La comunidad imaginada de los "asquenazi de izquierda" que están luchando en una batalla por los "valores occidentales" se conecta con sus primeros años del siglo XX. Adopta un enfoque basado en la eugenesia de los valores, es decir, ven la ideología como fluyendo de la etnia. Los Mizrahim son "racistas y odian a los débiles". No se trata de una cuestión, sino solamente de una definición. Es como cuando Gideon Levy escribió que los rusos llevan "el delito en su sangre". El punto de vista que defiende un determinado grupo de la izquierda israelí es identificar el racismo, la delincuencia y otras cualidades o valores como intrínsecos y transmitidos por la sangre de los diferentes grupos. Una persona que es pobre y cuya familia procede de Marruecos no puede llegar a ser liberal. Richard Cohen, en su "¿Es Israel bueno para los judíos?", aceptaba esta extraña visión al afirmar "que los judíos estadounidenses no pueden identificarse con un Israel donde muchos de sus judíos proceden del Oriente Medio. ¿Qué pasará cuando los judíos procedentes de tierras islámicas, ya casi el 50% de la población, se conviertan en una mayoría saludable y cambien la cara que Israel presenta al mundo, en particular con respecto a los Estados Unidos?". Así, el hecho mismo de que un judío proceda del Levante y del Oriente Medio hace imposible que un judío americano pueda identificarse con él. No se trata de valores, se trata del lugar de origen. Daniel Gordis en un artículo en Bloomberg también aceptó este punto de vista al afirmar que "la refinada, occidental y suave voz del líder de la Unión Sionista Isaac Herzog, se siente como ajena a ellos, los Mizrahim. La belicosidad de Netanyahu les parece más adecuada para esta parte del mundo". Avi Issacharoff adoptó esta narrativa al titular us artículo "Netanyahu habla con fluidez Mizrahi".

Gordis escribe: "Los Mizrahim ahora representan a la mitad de la población de Israel, y ese porcentaje está creciendo lentamente. Por lo tanto, los valores que son importantes para muchos judíos americanos - la apertura a variedades del judaísmo no ortodoxas, dar a las mujeres un mayor acceso a los lugares de culto religioso, el ablandamiento de la huella de Israel en Cisjordania - importarán mucho menos a un número cada vez mayor de israelíes".

Esto crea una profecía autocumplida de "no hay excusas". El concepto es no pedir disculpas o reparar el daño realizado por el tratamiento de la inmigración Mizrahim por parte de los gobiernos asquenazíes laboristas en la década de 1950, porque son vistos como un grupo esencialmente irredimible. Esto excusa la razón para el uso generalizado en Israel de comités de aceptación y de escolaridad dividida entre los diferentes grupos, y el apoyo generalizado a los comités de aceptación de la izquierda en Israel.

La "izquierda asquenazi" afirma que los comités de aceptación son necesarios para "preservar" su "cultura única". Como uno de los miembros del kibutz Gevim le dijo al Haaretz, "la sangre nueva que entre debe coincidir con lo que ya está ahí". Así, los Mizrahim o los árabes no deben formar parte de los kibbutz, porque el concepto es que los kibutz son de una "minoría". En Israel, los grupos más ricos se han convertido a si mismos en una comunidad "minoritaria de gente progresista y de izquierdas, en asquenazies occidentales", y ha redefinido a la minoría real que sí fue minusvalorada, los Mizrahim, en "blancos pobres racistas".

La ironía de toda esta narrativa de la izquierda israelí es que no importa lo mucho que esta "izquierda asquenazi" pula sus credenciales "occidentales", trate de aislar a los Mizrahim y los defina como "inaceptables y racistas", pues no podrá hacer frente a la narrativa palestina que esta misma izquierda implícitamente acepta. Para los palestinos, la autoafirmación de un grupo como "progresista y occidental" simplemente significa ratificar un hecho, que el sionismo es un movimiento extraño que despojó a los habitantes nativos de Israel. Así, la ironía es que el punto de vista de esta "izquierda israelí occidental" no es aceptada por la corriente principal de la izquierda occidental externa, que en gran medida acepta el punto de vista palestino.

Y el punto de vista palestino es que no importa lo mucho que estas personas hablan de ser "occidentales y progresistas", en realidad para ellos son los verdaderos racistas, porque su visión del mundo es anti-árabe, anti-oriental y anti-palestina. Podemos ver esto de manifiesto en la nueva serie de televisión Fauda, la cual glorifica a la clase media alta israelí del "buen Israel que no es racista", pero donde sus héroes trabajan como soldados encubiertos, o "Mista'arvim", en Cisjordania. Ellos combaten a los militantes palestinos en sus incursiones nocturnas en territorio enemigo, pero comparten las ideas del Meretz durante el día. Eso es lo que se llama "disparar y llorar" en Israel. Es la última fantasía israelí, vivir en un bucólico kibutz o moshav, como se muestra en la serie, y luego disfrazarse de árabes por la noche e infiltrarse en territorio enemigo. ¿Es una sorpresa que esta serie fuera desarrollada por Avi Issacharoff, anteriormente en el Haaretz, quien afirmó en una columna que "Netanyahu ganó porque habla con fluidez Mizrahi" y por "el temor de los mizrahim a los árabes. Netanyahu trabajó con el miedo más primordial, hacia los árabes".

Issacharoff, que ha creado este espectáculo que glorifica a los agentes de seguridad de Israel disfrazándolos de árabes mientras combaten a los milicianos palestinos, escribe que "desafortunadamente, para muchas personas de origen Mizrahim, y principalmente en las ciudades en desarrollo, la xenofobia, en particular hacia los árabes, se ha fortalecido con los años, mientras que los anuncios electorales de la Unión Sionista de centro-izquierda se han centrado en la situación económica". ¿Pero en realidad, quién es aquí el racista, la serie Fauda con sus estereotipos árabes y su glorificación de esos biempensantes asquenazíes que no obstante combaten a los árabes y administran la ocupación militar israelí, o esos Mizrahim de los que nos dicen que odian a los árabes?.

Aquí. el principal continuador de los estereotipos contra los árabes son los que dicen ser más occidentales y votar a la "izquierda". Y la serie Fauda parece reconocer que la única forma de conocer a los árabes es yendo armado e "infiltrándose" encubiertos en su sociedad. Y enseña a una generación de israelíes a pensar de esta manera. Y luego las mismas élites que producen este tipo de espectáculo nos dicen que los que son racistas son los espectadores Mizrahim, los cuales poseen un miedo "primordial", un miedo inculcado por las mismas personas que acusan a los demás de racismo.

¿Quién realmente teme más a los árabes, los judíos que en Ramle o Lod viven junto a los árabes y también votan a la derecha, o esas personas acomodadas del norte de Tel Aviv que nunca han conocido un árabe y los ven solamente a través de las noticias y series como Fauda?

La élite de Israel ha creado una profecía autocumplida de "los Mizrahim racistas" como una forma de exculpar a esa "izquierda asquenazí" de su racismo real y endilgar así el racismo a los demás. Se nos dice que los pobres "tienen miedo de los otros", pero no apuntan el objetivo de su cámara hacia su propia sociedad. Nunca verán a un comentarista israelí del tipo Issacharaoff-Derfner-Strenger atreverse a dirigir la luz hacia su propio entorno comunitario. En Israel, el "racismo" se ha definido como "un problema propio de las ciudades de desarrollo", e implícitamente se nos dice que "la gente de Tel Aviv no puede ser racista".

La verdad sobre la sociedad israelí es que, como en todas las sociedades, existen opiniones racistas, y que los que aseguran ser menos racistas a menudo se demuestran los más racistas con sus fantasías "eurocéntricas y sus valores occidentales" en un "oscuro y primitivo" Oriente Medio. Son ellos los que tienen las visiones más orientalistas y de pureza de su entorno "occidental" frente a los "otros".

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