Monday, November 30, 2015

¿Qué quieren los palestinos? Como la visión de Israel de los palestinos sirve a las necesidades palestinas - Haviv Rettig Gur - Mosaic


Posiblemente lo más sorprendente del ensayo de Daniel Polisar, "¿Qué quieren los palestinos?", es que la simple pregunta que plantea es muy raramente planteada. En su examen de las 330 encuestas locales sobre la opinión palestina de Israel, junto con algunas más llevadas a cabo por instituciones extranjeras, el propósito de Polisar era sencillo: observar como los árabes palestinos, actores claves en un conflicto centenario, entienden los acontecimientos y cómo sus comportamientos proceden de ese entendimiento. Simple, sí, pero una verdadera innovación en las discusiones sobre el conflicto.

Al comienzo de su ensayo, Polisar se pregunta brevemente sobre la rareza de esfuerzos similares, sugiriendo que la aparente falta de interés por una apreciación sistemática de la opinión palestina sobre Israel puede proceder desde "la creencia errónea de que la opinión pública no importa en las dictaduras" o desde "un sentimiento despectivo de que [los palestinos] son peones impotentes cuya suerte es decidida por sus líderes, Israel o las potencias regionales y mundiales". Por gentileza, tal vez, omite una explicación más básica: que los observadores tienden a creer que ya saben precisamente lo que los palestinos piensan, ya que esos supuestos pensamientos les son transmitidos diariamente por militantes y simpatizantes que han tomado la causa de los palestinos.

Cualquiera que sea la explicación, el propio esfuerzo de Polisar de transmitir lo que piensa la opinión pública palestina sobre el conflicto con Israel revela el alcance y la profundidad de lo que se ha perdido. Su argumento implícito de que "lo que está ocurriendo" en el terreno está, al menos en parte, sucediendo dentro de los límites de la psique y el discurso palestino nos altera dramáticamente los supuestos comunes de diplomáticos, periodistas y aspirantes a pacificadores.

El Israel que surge a partir del examen de Polisar de las actitudes palestinos no se puede decir que constituya, en ningún sentido significativo, una representación crítica o un diagnóstico de la realidad de la sociedad israelí. Es más bien una visión de Israel que sirve claramente a las necesidades palestinas. Sin duda, se puede decir algo similar sobre el papel asombroso jugado por Israel, para bien y (cada vez más) para mal, en la conciencia de Occidente, donde la vida de una nación con muchas capas y estratos es reducida muy a menudo a una caricatura, a través que las pasiones morales o narrativas de la identidad que pueden encontrar expresión en los extranjeros. Para los palestinos y los israelíes, por supuesto, las consecuencias que se derivan de sus visiones de cada parte son evidentemente altas, y por lo tanto el minucioso estudio de Polisar constituye sin duda una contribución más fundamental y valiosa para entender el conflicto que cualquier historia lineal.

En parte, esto es debido a la profundidad y los matices de su estudio, el cual se sumerge más profundamente que los hechos bastante bien conocidos sobre el rechazo palestino a la legitimidad judía en esta tierra y el apoyo a la violencia contra la población civil. Por lo tanto, Polisar muestra que la mayoría de los palestinos creen que Israel buscó activamente las sucesivas guerras que ha librado en Gaza, que el inicio de estas guerras era totalmente ajeno a las acciones palestinas, y que Israel pretende conscientemente atacar a los civiles en esas guerras y por eso será el único responsable del sufrimiento que siguió.

La mayoría de los palestinos también creen que Israel tuvo en gran parte, o totalmente, la culpa del fracaso en las conversaciones de paz con los líderes palestinos, e inclusive creen que Israel es el principal responsable de la ineficacia y la incompetencia del gobierno nacional palestino: los mortales enfrentamientos entre la policía de la AP y Hamas en 1994, para la aún más letal toma de control de Gaza por Hamas en el 2007, e inclusive la incapacidad de Hamas y Fatah para llegar a una conciliación en 2015.

Israel, por supuesto, también tiene la culpa no sólo de las condiciones de subdesarrollo económico, de la falta de agua o de combustible de los palestinos, y similares, sino también de los fracasos de los líderes palestinos con respecto a su propio pueblo y de la cultura política autocrática palestina y de sus cismas.

Que las intenciones del enemigo de uno, en este caso Israel, sean consideradas diabólicas tal vez no sea tan inesperado en cualquier conflicto interétnico. Sin embargo, eso no sucede cuando se trata de los puntos de vista palestinos sobre el poder israelí. Israelíes (y judíos) son vistos por la mayoría de los palestinos no sólo como crueles y deshonestos, sino también como fuertes e inteligentes. Al mismo tiempo, esta némesis del mal es contemplada, convenientemente, como demasiado monstruosamente inmoral como para poder sobrevivir. Una narrativa emerge de estas respuestas coherentes: los palestinos adoptan cómodamente la suposición de que Israel es la causa tanto de su estado ruinoso y de sus fallas internas, sino que además, y por suerte, también está condenado a implosionar, y en un tiempo no mucho mayor de dos décadas.

Más llamativo aún es el hallazgo sobre el apoyo palestino a la violencia política, en particular contra la población civil. No sólo los palestinos apoyan tal terror, sino que su apoyo aventaja a todos los demás pueblos árabes. Por mucho que compartan los puntos de vista básicos de sus vecinos árabes, en este tema van más allá de las políticas más amplias del mundo árabe. Esa singularidad es un hallazgo más revelador que el simple hecho de su apoyo.

Cuando los estados árabes se quiebran por la agitación sectaria, las mayorías en todo el mundo árabe dicen que se oponen a la violencia contra la población civil, en parte debido a que esta violencia se ha vuelto consistentemente en contra de ellos mismos. Sin embargo, la experiencia palestina de este tipo de violencia sistemática contra la población civil consiste principalmente en la violencia que ellos mismos han infligido a la "usurpadores" israelíes, no de la violencia practicada sobre ellos por fanáticos yihadistas.

Y eso es ninguna casualidad. A veces existe un susurro entre los palestinos de que el enemigo israelí, a pesar de su intrínsica maldad, al menos ofrece un baluarte contra las hordas que arrasan la región. Ese susurro transmite el reconocimiento de un hecho: los judíos, en sus esfuerzos exitosos para defenderse del colapso árabe colapso de más allá de sus fronteras, también blinda a los palestinos de ese colapso.

La izquierda israelí a menudo se lamenta de que la sociedad palestina aún no ha producido un líder que capte en buena medida que el cumplimiento de las aspiraciones nacionales palestinas depende de la aquiescencia de la opinión pública israelí, y por lo tanto es un imperativo estratégico para los palestinos ayudar a construir la confianza a través de las trincheras sangrientas del conflicto. El examen de Polisar de la opinión pública palestina sugiere una nueva lectura de este fracaso. Es la propia imagen que los palestinos han construido de Israel - una entidad malévola en sus intenciones, muy poderosa, a la vez protectora de ellos y un blanco legítimo para su "resistencia", y en última instancia destinada a colapsar por sus propias internas contradicciones - la que ha promovido su debilidad mental, un escapismo de su propia debilidad moral y política. Polisar lamenta con razón la tendencia "paternalista" de los observadores extranjeros que ven a los palestinos como "peones impotentes", pero sus hallazgos sugieren que no solamente son los occidentales los que reducen a los palestinos a meras estatuillas pasivas, sino los propios palestinos.

Por supuesto, sería intelectualmente deshonesto separar estas sensibilidades palestinas de la dura realidad. Israel realmente es mucho más poderoso que sus vecinos árabes, y en formas más profundas y más duraderas que el poder militar por sí solo. Dentro de esa relación de poder, los palestinos languidecen en un limbo jurídico y económico, mientras que Israel ha salido adelante tanto en la prosperidad material como en la mayoría de las medidas globales de felicidad nacional. Del mismo modo, es una verdad incómoda pero innegable que a raíz de los peores episodios de violencia palestina, amplios sectores de la opinión pública israelí han tendido a desviarse hacia posicionamientos que favorecen una separación final y definitiva, a menudo a través de convocatorias a una retirada unilateral territorial. Por lo tanto, no es realmente tan difícil entender por qué Israel puede ser visto por los extranjeros de manera similar a los palestinos, al no estar familiarizados con las tensiones internas y las complejidades de la política israelí, al mismo tiempo poderosas y débiles, opresivas e intimidadoras.

Aún así, eso no explica por qué Israel debería ser visto como el culpable del sangriento impasse entre Fatah y Hamas, o cómo el apoyo explícito de los palestinos al terror logra coexistir con la convicción de su inmaculada inocencia ante las respuestas militares israelíes, o cómo, frente a la evidencia incontrovertible del éxito de Israel, los palestinos puede concluir con una franqueza aparentemente perfecta que la nación judía es frágil y se halla en estado terminal. En cada una de estas creencias, confirmadas por los datos del estudio, los palestinos están utilizando a Israel para responder a una pregunta implícita acerca de sí mismos y de su condición, y la respuesta es siempre la misma: no tenemos poder, y por lo tanto estamos exentos de responsabilidad.

Polisar concluye que, en conjunto, estas ya veteranos y arraigados puntos de vista palestinos colocan toda la responsabilidad por cualquier movimiento hacia la paz en los líderes palestinos que pudieran promover un cambio en las actitudes. Sin embargo, el papel peculiar que Israel parece jugar en la mente de los palestinos sugiere que esto puede ser demasiado optimista. En Israel, los palestinos parecen haber encontrado no sólo al culpable de la condición de su vida en el mundo real, sino al fantasma en el que pueden depositar de forma segura todas las esperanzas obstaculizadas por su propia historia y por todas las fallas internas de su sociedad. Mientras Israel continúa sirviendo como la respuesta a cada cuestión desconcertante y desagradable, funcionando eficazmente como mecanismo interno de negación de la propia agenda palestina, ninguna narrativa alternativa tendrá una oportunidad de éxito. En pocas palabras, hay demasiado en juego.

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