Saturday, August 13, 2016

La "fiesta del burkini", una provocación de los amigos de Tariq Ramadan - Luc Rosenzweig - Causeur

El caso de la piscina privatizada para el uso de mujeres veladas es un buen ejemplo de la jihad cultural practicada por los seguidores franceses de los Hermanos Musulmanes. ¿Su objetivo? Poner en práctica su proyecto de erosionar gradualmente el consenso francés sobre la laicidad del espacio público, demostrando que este consenso no es más que una máquina de guerra contra los musulmanes.

Anteriormente, ese viejo tramposo que fue Charles Pasqua había desarrollado una táctica para esos políticos enredados en "casos" montados por los medios maliciosos para ponerlos en aprietos: crear otro caso dentro del propio caso, y si eso no fuera suficiente, crear un caso dentro un caso dentro de otro. Al final, nadie entiende nada, y dado el carácter vertiginoso de los tiempos mediáticos, el primer caso se termina desinflando. Este método permitió la supervivencia política hasta una edad avanzada de ese pícaro político antes de que la justicia cayera sobre él en un caso in extremis, la condena en primera instancia para una granujería ordinaria, sin que el Tribunal de Apelación finalmente pudiera confirmar ese juicio, ya que Charles Pasqua se había ido al otro mundo...

En Marsella, donde Pasqua precisamente desarrolló su vida política, la lección no fue olvidada. El período no es favorable, es lo menos que podemos decir de los partidarios de difundir una empatía más extensa, dentro del territorio francés, por unos comportamientos y estilos de vida que desafían abiertamente leyes de la República, y que hacen alusión a una ley superior, la ley de la sharia en su versión más rigurosa. Mientras los ideólogos progresistas de la sociedad "inclusiva", esos que siempre se han manifestado abiertos a todas las concesiones y abandonos frente a las prácticas oscurantistas, sexistas, racistas y radicales de los islamistas de todas las tendencias, están aún K.O. tras un sangriento año de atentados, los verdaderos islamistas políticos han cambiado el terreno de la lucha.

Comprendiendo que la violencia indiscriminada y asesina de los émulos del Daesh les causa problemas, incluso en los medios de comunicación más dispuestos, al menos hasta ahora, a escuchar sus discursos consistentes en convertir a los musulmanes de Francia en víctimas absolutas de un relato histórico y ético diseñado por los "judíos y cruzados", y cuyo objetivo seguiría siendo, siglo tras siglo, la humillación y la dominación de los "verdaderos creyentes".

Por consiguiente, era urgente crear una distracción y montar un "caso" que fuera un recordatorio oportuno para las desorientadas masas musulmanas de hasta que punto están sujetas a la discriminación, el racismo y la intolerancia. Con esta perspectiva, la polémica que se desató sobre la propuesta de "la fiesta del burkini", prevista para el 10 de septiembre en un centro acuático privado de Pennes-Mirabeau, cerca de Marsella, resulta muy oportuna. Una asociación de mujeres musulmanas ubicadas en los distritos del norte de la ciudad de Marsella, Smile 13, tenía la intención de privatizar durante un día la Speedwaterpark para que sus miembros y simpatizantes con sus hijos, a excepción de los niños de edades superiores a los diez años. En el cartel de promoción de esta iniciativa el código de vestimenta es especificado con gran detalle: las mujeres y las niñas deben usar el burkini (una combinación textil especial que cubre todo el cuerpo y la cabeza, y que incluso cuando está mojado no revela ninguna curva humana), la jilbab de baño (versión de balneario del velo integral que cubre a la mujer de la cabeza a los tobillos), o a lo sumo un traje de baño de una sola pieza, al que se añade unos pantalones cortos o una falda que cubre las rodillas.

Smile 13 es una de esas asociaciones que florecen como narcisos en primavera en los barrios llamados "populares", es decir, guetos dominados por los islamistas, y que disfrutan de la benevolencia y de las subvenciones de los electos locales, a menudo con ganas de construirse una clientela para las elecciones con este sector de la población.

No serían por lo tanto viveros de los terroristas (aunque...), sino más bien seguidores de la jihad cultural, tal como la practican los seguidores franceses de los Hermanos Musulmanes, cuyo ídolo francés es Tariq Ramadan. Su objetivo es poner en práctica su propuesta de erosionar gradualmente el consenso francés sobre la laicidad del espacio público, demostrando que este consenso representa una máquina de guerra contra los musulmanes. El caso de Marsella es la trampa perfecta en la que se han apresurado a caer algunos líderes políticos locales de la derecha y del FN, denunciando el "comunitarismo" de esta "fiesta del burkini", e incitando al senador-alcalde de la izquierda de Pennes-Mirabeau a promulgar un decreto municipal que prohíbe esa "fiesta" por "amenazar el orden público" si se mantenía (como consecuencia de los actos y críticas en su contra).

Esta protesta representa auténtico pan bendito, si se puede decir así, para los Hermanos Musulmanes, porque estos conquistadores culturales islamistas no dejarán de blandir el argumento de los "dos pesos, dos medidas" de este alcalde de la República, el cual se ofende porque unas mujeres musulmanas quieren bañarse a su manera en una zona privada, aunque admite que en amplios espacios privados las familias puedan jugar a voluntad con la celebración de Adán y Eva.

El siguiente paso será el de movilizar a las masas musulmanas y a sus aliados tradicionales en los círculos políticos e intelectuales progresistas y multiculturalistas para poner fin a esta "intolerable prohibición en las piscinas públicas de los trajes de baño islámicos", todo en nombre de las libertades fundamentales garantizadas por la Constitución. Una pequeña asociación de infiltrados de los Hermanos Musulmanes habrá contribuido por lo tanto a esta fractura francesa que están trabando de profundizar, pero esta vez con dinamita de mecha lenta.

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