Saturday, May 20, 2017

Para ser un pueblo libre en nuestra propia tierra y libre de miedos - Yoram Yovell - Ynet



Permítanme comenzar con una conclusión: En el pasado estudié en la Universidad Hebrea de Jerusalén y actualmente enseño allí, y en mi opinión resulta apropiado que en sus ceremonias de graduación suene el "Hatikva".

También creo que la tendencia entre muchos de los estudiantes árabes en las universidades de Israel de permanecer sentados mientras suena el himno nacional en las ceremonias oficiales es una falta de respeto.

Nadie en su sano juicio podría insistir en que alguien que no es judío cante con entusiasmo una letra que dice "el anhelo de un alma judía". Hay un límite. Por eso ponerse en pie me parece apropiado. Esa es mi opinión, de todos modos. Es una cuestión de dignidad humana básica.

En cualquier caso, una graduación en la Facultad de Humanidades, con o sin "Hatikva", se llevará a cabo dentro de poco. Y la ceremonia se celebrará en el anfiteatro de la Universidad Hebrea en el Monte Scopus, frente a una impresionante vista del desierto de Judea, el valle del Mar Muerto y las montañas de Moab. Hace mucho tiempo, dos ceremonias se llevaron a cabo en ese mismo lugar y se trata de esos eventos de los que quiero hablar.

La primera ceremonia tuvo lugar hace 99 años, el 24 de julio de 1918. Ese mismo día, en presencia del general Allenby, Chaim Weizmann, el rabino Abraham Yitzhak Hacohen Kook, el mufti de Jerusalén Kamil al-Husseini y muchos otros, se pusieron los pilares que sentaron las bases para el establecimiento de la Universidad hebrea de Jerusalén.

Al final de la ceremonia, el público cantó el himno británico, así como el "Hatikva". Ese mufti era medio hermano y mucho más moderado que el famoso Haj Amin al-Husseini, quien asumió el cargo después de su muerte. Por lo que yo sé, Kamil al-Husseini, quien puso una de las piedras angulares de la Universidad Hebrea "en nombre de Jerusalén", no protestó o abandonó la ceremonia durante el canto de lo que entonces era el himno del movimiento sionista. Como he dicho, era un hombre moderado.

Cuarenta y nueve años pasaron, y se produjeron acontecimientos y guerras. Un estado surgió. Otra guerra tuvo lugar. Hace cincuenta años, inmediatamente después de la Guerra de los Seis Días, en junio de 1967, el jefe de Estado Mayor Yitzhak Rabin estuvo de pie en el mismo anfiteatro en el Monte Scopus.

Habló en una ceremonia en la que recibió, en nombre del ejército, un doctorado honorario de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Su discurso fue, en mi opinión, uno de los más bellos documentos escritos aquí en la Tierra de Israel en los últimos cien años.

Rabin dijo en ese discurso: "Los guerreros en el frente de batalla fueron testigos no sólo de la gloria de la victoria, sino también del precio pagado por sus compañeros caídos junto a ellos, y también del terrible precio pagado por nuestros enemigos, el cuál también tocó profundamente el corazón de muchos de nuestros hombres. Puede ser que el pueblo judío nunca aprenda y se acostumbre a experimentar la emoción de la conquista y de la victoria, por lo que reciben esos hechos con sentimientos encontrados".

Desde entonces, han pasado 50 años. Me parece que a lo largo de los años, la mayoría de las personas que viven actualmente en Sion se han acostumbrado demasiado a "la emoción de la conquista y la victoria". Pero una cosa no ha cambiado, en mi opinión, desde los días de ansiedad previos a la Guerra de los Seis Días: permanece en nosotros una profunda inseguridad existencial y exílica.

Y eso hace que muchos de nosotros, animados por nuestros ansiosos políticos, se comporten y se sientan como una minoría perseguida, no como una potencia regional. Porque con el debido respeto a la nueva ley de nacionalidad, el daño que el Estado de Israel pueda sufrir por no tocar el "Hatikva" en las ceremonias de graduación de la Facultad de Humanidades de la Universidad Hebrea resulta fácilmente manejable, incluso con las ardientes declaraciones llenas de coraje y orgullo nacional de muchos de nuestros políticos.

No me malinterpreten. Si me preguntan si es apropiado que suene el "Hatikva" en la graduación de la universidad, les diré que sí. Pero el hecho de que el primer ministro, el ministro de Educación, el líder de una facción del Bait Yehudi, la ministra de Justicia y muchos otros tuiten y publiquen su indignación al comprobar cómo se evita que suene en público, resulta patético, bastante patético.

Y en mi opinión es señal de un profundo temor. En 1995, el psicólogo Erel Shalit publicó un pequeño libro llamado "El héroe y su sombra: Aspectos psicopolíticos del mito y la realidad en Israel". En él analizaba nuestros miedos existenciales, los que se encuentran debajo de la imagen del indomable héroe israelí.

Cada vez que escucho definir a los políticos árabes israelíes como una ingrata y peligrosa quinta columna, y no como un grupo de ciudadanos que representa a una minoría nacional, y que en su gran mayoría es respetuosa de la ley y podría ser un puente hacia la paz, me da un poco de vergüenza. Me parece que después de tantos años, de tantas victorias y de tantos éxitos, podríamos empezar a relajarnos, aquí, en la Tierra de Israel.

No tenemos por qué ser complacientes o ignorar las amenazas existenciales, pero podríamos entender que un Estado judío en la Tierra de Israel es un hecho real y que no se irá a ninguna parte. Y no depende de cantar el himno, la universidad o cualquier otra cosa. Deben calmarse, mis queridos políticos, respirar profundamente y relajarse.

Esto no es popular, pero necesita ser dicho: Con el debido respeto al ejército, la última vez que el IDF fue llamado a luchar contra unos oponentes cuyas capacidades eran parecidas a la suya fue en 1973. Durante más de 40 años, Israel sólo ha luchado contra enemigos que no tenían ninguna posibilidad de derrotarlo, y que le temen y odian como si fuera el mismo diablo.

Es por eso que con el debido respeto a los misiles de Hezbolá, a los carniceros de ISIS, a los terroristas de Hamas y a la rama norte del Movimiento Islámico, desde hace muchos años Israel no ha tenido a ningún enemigo serio que haya puesto en peligro su existencia. Existe la posibilidad de que los iraníes se conviertan en ese enemigo, pero parece haberse desvanecido o al menos pospuesto durante varios años. Esto ocurrió debido a que Israel creó la impresión en el mundo de que haría todo lo posible para evitar que Irán se convirtiera en ese terrible enemigo, y por esa hazaña el actual primer ministro merece crédito.

¿Por qué estas cosas no son evidentes por sí mismas? Debido al tremendo poder del miedo y del odio, y la facilidad con la que pueden despertarse en el público. Creo que después de cien años de éxito sionista, podemos empezar a ser un pueblo libre en nuestro propio país, un pueblo también libre de temores.

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