Friday, June 30, 2017

¿Luchar o huir? El dilema post-Kotel de los judíos americanos - Shmuel Rosner


Para el primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu, la historia del compromiso del Kotel - el acuerdo que fue enterrado por el gobierno el domingo - era una historia de probabilidades aritméticas. Él no experimentó ninguna alegría con la cancelación de una disposición que habría proporcionado a los judíos no ortodoxos, la mayoría de la población judía, una pequeña parcela de bienes raíces cerca del lugar más sagrado para todos los judíos. Tampoco mostró ninguna satisfacción cediendo ante la presión haredi. Sin embargo, su frío cálculo de probabilidades le hizo romper una promesa a muchos líderes judíos, especialmente de los EEUU. Y dio paso a una decisión gubernamental que no le gusta.

Netanyahu estimó que la probabilidad de perjudicar a su coalición si no seguía los dictados de los haredies justificaba una decisión impopular. Estimó como más dañino para Israel enfurecer a los partidos haredi. Para que sea más exactos: Antes de tomar la decisión, Netanyahu estimó que había, por ejemplo, un 20% de probabilidades de que los partidos haredi cumpliera realmente sus amenazas y terminarán con su coalición si se implementaba el trato, unas probabilidades que no estaba dispuesto a afrontar.

Por lo tanto, tomó la decisión y el compromiso fue cancelado. Pero el juego de probabilidades no está finalizado, y nunca termina. ¿Qué es lo que esperaba? Netanyahu esperaba, y pensaba que tendría que absorber muchas críticas, ira y gritos de protesta, pero consideraba que el negocio de las relaciones entre Israel y la Diáspora pronto volvería a ser el habitual. Es decir, relaciones no siempre muy buenas, de vez en cuando rocosas, pero rara vez tan malas como algunos con unas agendas políticas específicas quieren que pensemos. Para que sea más tangible: antes de la decisión de Netanyahu, estimaba que habría, digamos, un 10% de probabilidades de que esta vez la respuesta de los judíos de la diáspora fuera muy seria y verdaderamente dolorosa para Israel, unas probabilidades del 10% que estaba dispuesto a afrontar.

¿Había un 20% de probabilidades de que los haredis fueran lo suficientemente serios como para abandonar  la coalición? Muchos piensan que las amenazas no eran para tanto, pero hay que admitir que Netanyahu es un político bastante mejor que la mayoría.

¿Había un 10% de probabilidades de que las relaciones entre Israel y la diáspora nunca volvieran a la normalidad? Bueno, eso depende de ustedes.

Pero antes de tomar una decisión, es importante entender lo que representa el tema en cuestión. Vamos a empezar con lo que no es: no se trata de un lugar para orar cerca del Kotel. Ya existe un lugar así, y el gobierno - incluyendo tanto a Netanyahu como al ministro de Asuntos de la Diáspora, Naftali Bennet - prometen mejorar y ampliar dicho lugar para la práctica de los no ortodoxos. Entonces, ¿dónde está el problema?

Se trata de un reconocimiento simbólico de autoridad. El compromiso congelado incluía elementos que proporcionaban al judaísmo de la Reforma y el judaísmo Conservador cierto carácter oficial. El compromiso propuesto y congelado - y que el primer ministro encargó al ministro Tzachi Hanegbi - incluirá todo ello, pero sobre todo ese núcleo de carácter oficial.

Si los judíos estadounidenses desean más espacio, lo conseguirán. Si quieren un dispensador de agua, lo tendrán. Si quieren decorar la tercera plataforma del Kotel con flores y oro, incluso podrían conseguirlo. El presidente del Gobierno está dispuesto a darles todo lo que quieran, a excepción de lo que él cree que no puede darles. Ese estatus oficial. En retrospectiva, él y sus asesores creen que el error fue mezclar el tema del lugar de oración para todos los judíos de todos los colores y denominaciones - algo que Israel puede tragar políticamente sin demasiados problemas - y la cuestión de unas complicadas disposiciones legales que les doten de reconocimiento oficial.

Esto es lo que el primer ministro está actualmente tratando de vender a aquellos que están de acuerdo en querer hablar con él. Ayer tuvo una tensa y “desagradable” reunión con varios líderes de grandes federaciones judías de los Estados Unidos. Bennet también ha tenido conversaciones con esos líderes que se estaban aquí para celebrar la reunión de la Agencia Judía. Ambos entienden que un período de ira era de esperar. Ambos esperan que cuando las cabezas se enfríen un nuevo arreglo pueda conseguirse. El cliente más duro será el movimiento del judaísmo de la Reforma. Los clientes a los que espera convencer primero son los líderes de las federaciones judías.

Aquí hay dos historias breves de dos encuentros que tuve con viejos conocidos israelíes. El lunes, un día después de la decisión, me invitaron a hablar en diversos programas de radio y televisión sobre esta crisis. En uno de los estudios estuve sentado con Salai Meridor, el ex jefe de la Agencia Judía y el embajador de Israel en Washington, y sucedió un interesante intercambio de opiniones. Le dije que los líderes de la comunidad judía estadounidense harían pagar a Israel un alto precio por esta decisión. Meridor dijo que espera que no se llegue a eso, pero también dijo que la peor opción para Israel era una falta de reacción por parte los judíos americanos, una alienación tranquila. Exactamente, le dije, por eso me gustaría que respondieran duramente y  que emprendieran luna lucha. Meridor sonrió y asintió. No puedo decir con certeza si estaba de acuerdo conmigo. Es probable que no. Sin embargo, el quid de la cuestión es que él no protestó ante la posibilidad de una dura respuesta. Encuentro que es significativo.

El martes por la mañana, estuve en la radio hablando con Avi Ratzón, a quien conozco desde hace casi treinta años. Ratzón es el típico israelí populista y tradicional. También es contundente y divertido, y le da voz a los ciudadanos israelíes que no escriben en los blogs de Times of Israel o en otros medios progresistasde. “Qué no nos amenacen", dijo de los líderes de la Reforma y del movimiento Conservador. “Realmente no me importa lo que piensen”, prosiguió aludiendo a los judíos de América. Tuvimos una conversación larga y amistosa, pero no podemos decir que sus opiniones cambiaran. El judaísmo de la Reforma parece completamente ajeno a él, equivocadamente. Y él tenía razón cuando comentó que muchos israelíes estaban de acuerdo con él: "si ellos no viven aquí, su negocio no es decirnos lo que debemos hacer".

Hay tres opciones que tienen los judíos de América - aquellos que se preocupan por esto - mientras evolucionan de su ira y frustración inicial hacia una planificación de su respuesta:
- pueden luchar,  una elección razonable que tiene un precio. Esta opción sin duda alienaría a muchos israelíes de la comunidad judía estadounidense, como ha demostrado Ratzón.  
- pueden huir, una opción más fácil pero que también tiene un precio. Esta opción supondría sin duda alienar a muchos estadounidenses de Israel, tal como advirtió Meridor.  
- Y por supuesto, pueden aceptar con protestas la mejor oferta que Israel esté dispuesto a entregarles en este momento, y esperar días mejores.
Congelar el compromiso Kotel representó una “afrenta al sionismo”, tal como el viceministro Michael Oren, el estudioso Donniel Hartman y muchos otros han argumentado. Abstenerse de luchar contra esta decisión - prefiriendo la comodidad de una alienación individual - también sería una afrenta al sionismo. En muchos sentidos, la crisis del Kotel representa para el liderazgo de los judíos estadounidenses un test que no difiere demasiado del que tuvo Netanyahu antes de tomar su propia decisión. Un test de probabilidades: ¿cuáles son las probabilidades de que puedan volver al viejo arreglo? Un test de determinación: ¿podrán ver a través de esta batalla? Un test de liderazgo: ¿sea cual sea su movimiento, les seguirán las masas? Un test de dedicación: ¿importan lo suficiente los vínculos de su comunidad con Israel como para afrontar esta lucha?

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