Tuesday, July 11, 2017

Una víctima del odio que no será nombrada. El miedo a decir la verdad - Benjamin Weinthal, Ben Cohen - Commentary



En el año 2002, el presidente de Francia Jacques Chirac afirmó enérgicamente a un entrevistador del New York Times: "Imaginar que Francia, el primer país en reconocer los derechos de los judíos, pudiera ser antisemita, solamente es propaganda, no la realidad".

Quince años más tarde y después de decenas de ataques a judíos franceses que van desde la violencia callejera hasta el secuestro y una masacre terrorista en una escuela primaria, gran parte de Francia, a derecha e izquierda, todavía se aferra a la descarada negación de Chirac de que el país tenga un problema con el antisemitismo. Esto es particularmente cierto cuando se trata de los aproximadamente 7 millones de musulmanes que viven allí.

Esa actitud despectiva, esa negativa a reconocer y nombrar al antisemitismo violento que se está cultivando activamente entre las comunidades musulmanas francesas, no se limita sólo a la clase política y a los medios de comunicación. También afecta a la policía.

Caso de referencia: el asesinato de Sarah Halimi, una viuda judía ortodoxa de 66 años que vivía sola en su apartamento en el sombrío barrio parisino de Belleville.

Para todos, Halimi, una médica y maestra de un jardín de infancia, era una figura muy querida entre la comunidad judía de París. Sus hijos habían abandonado la modesta casa familiar, pero Halimi decidió quedarse en Belleville. Un día, la hija de Halimi, en una visita a su madre, oyó como un vecino que pasaba les decía: "¡Sucia judía!". Su madre le confirmó que conocía al vecino y tenía miedo de él.

Ese vecino era Kobili Traore, un inmigrante maliense de unos 20 años. Él era un conocido traficante de drogas y drogadicto, que buscaba alguna forma de salvación en el Islam.

A las primeras horas del día 4 de abril, Traore irrumpió en el apartamento de la doctora Halimi. Una vez dentro, procedió a golpear a la anciana con una ferocidad sádica. Escuchando los gritos de la doctora Halimi, los vecinos alertaron a la policía, que llegó a escuchar como Traore la gritaba "¡Alá!" y "!Shaitan!" (Satanás) al otro lado de la puerta. Temiendo estar ante un ataque terrorista islámico, los policías pidieron respaldo por radio.

Cuando llegaron las unidades antiterroristas, más de dos horas después de que comenzara la indescriptible agresión a la Dr. Halimi, ya estaba muerta. Su cuerpo ensangrentado y fracturado fue lanzado desde la ventana de su apartamento situado en el tercer piso.

Traore no tenía antecedentes de enfermedad mental. Era conocido por haber acosado a Halimi y a sus parientes. El asesinato de Sarah Halimi tenía todo del fervor violento de un ataque yihadista. Y sin embargo, este monstruoso ataque no está siendo tratado como un crimen de odio. A partir de ahora, si Traore es sometido a juicio, será acusado de homicidio voluntario, atenuado por los problemas de salud mental que sus abogados afirman que sufre.

No hubo protestas públicas por muchas razones, pero quizás la más importante es que la doctora Halimi fue torturada y asesinada en un momento bastante incómodo: el clímax de las elecciones presidenciales francesas y el temor generalizado en gran parte de los medios franceses de que Marine Le Pen, del Frente Nacional (un partido de extrema derecha), pudiera aprovecharse del miedo a la violencia islamista y salir victoriosa.

Con estas circunstancias políticas como cobertura, esta vergonzosa historia fue enterrada discretamente por los editores y la prensa francesa. Temían que al conocerse las circunstancias del asesinato aumentarían las perspectivas electorales de Le Pen. La policía continuó investigando un acto de locura y no un crimen salvaje motivado por el eterno odio islámico al pueblo judío.

Sólo después de la derrota de Le Pen a manos de Emmanuel Macron, el asesinato de Halimi - y los motivos detrás de él - empezaron a recibir una mayor atención. Según comentó William Attal, el hermano de Halimi, "He esperado siete semanas antes de decir algo. El absoluto silencio sobre el asesinato de mi hermana se ha vuelto intolerable".

Si Sarah Halimi va a recibir justicia, entonces su asesinato deberá ser juzgado como un crimen de odio. Cualquier otra cosa sería una burla.

Pero si Francia quiere superar finalmente su inquietante silencio en torno al antisemitismo - roto ocasionalmente con las negaciones de Chirac -, tendrá que reconocer en primer lugar que tiene un problema significativo y deberá aceptar que muchos de sus líderes y formadores de opinión son responsables de su mantenimiento.

El mes pasado, la emisora ​​franco-alemana Arte / WDR canceló la proyección de un importante documental sobre el antisemitismo que recibió el respaldo de muchos de los principales expertos alemanes sobre esa ideología islamista que sigue explosionando en medio de las ciudades europeas. Los jefes de Arte / WDR culparon a los productores de la película por no haberse amoldado al mandato acordado, y eso fue clave para su evidente incomodidad ante el enfoque del documental: la fusión del crudo antisemitismo con la ideología islámica que se pasea por los barrios musulmanes de toda Europa. La escala del problema fue desnudada en un estudio reciente que muestra que el 40% de los alemanes tienen opiniones antisemitas sobre el derecho de Israel a existir.

Después de las protestas generalizadas en Alemania contra esa cancelación, el documental fue mostrado eventualmente, sólo una vez, en Alemania. Los franceses siguen negándose a proyectar el documental.

¿Se puede hablar de censura en una democracia? Tal vez sea más reconfortante describir la decisión de Arte / WDR como el reflejo de una "forma de pensar el antisemitismo en Europa", que sostiene, en esencia, que lo que ves justo delante de ti no está realmente allí.

Como resultado, millones de europeos siguen sintiéndose realmente confundidos en cuanto a cómo sus conciudadanos musulmanes pueden tolerar semejante antisemitismo mortal en medio de ellos, incluso cuando ellos son a menudo víctimas del racismo e intolerancia.

Mientras tanto, la buena doctora Halimi está muerta. Lo más cruel de todo es que nadie se atreverá a explicar por qué.

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