Monday, September 25, 2017

Los judíos asquenazíes no son kázaros. Aquí están las pruebas - Alexandre Beider - Forward



En 2010 me contactó la editora en jefe de un volumen llamado "Kázaros: Mito e Historia", organizado por la Academia Rusa de Ciencias. Conocía mis libros sobre los nombres asquenazíes y estaba familiarizada con mi estudio en curso sobre la historia del yiddish publicado por la Oxford University Press en 2015 como "Orígines de los dialectos yiddish". La editora quería que escribiera un artículo explicando las huellas de los judíos de la Khazaria medieval que ella estaba segura haber observado en mi investigación.

Traté de rechazar cortésmente su propuesta. Le dije que mi trabajo sobre ese tema sería demasiado corto para incluirlo porque consistiría en una sola frase: "El corpus de nombres personales y apellidos llevados por los judíos en Europa del Este durante los últimos seis siglos, así como la lengua yiddish en su conjunto, no contienen ningún vínculo con Khazaria".

La editora insistió en que si yo estaba tan convencido de este argumento, debería escribirlo, porque sería de interés tanto para los expertos como para los lectores no profesionales. Finalmente acepté y escribí un artículo.

El trabajo me permitió formular algunos principios metodológicos sobre trabajar en lo que a veces se denomina "ciencias soft". La historiografía y la lingüística no son disciplinas formales como la matemática o la lógica, ya que nada puede probarse definitivamente. Esto permite la introducción de lo que podríamos llamar "ciencia basura", una categoría a la que pertenece la hipótesis kázara.

Sin embargo, la absoluta falta de pruebas fundamentales que sostengan esta teoría no ha impedido que capte la imaginación de genetistas, lingüistas y hordas de laicos.

Desde finales del siglo XIX, la denominada "teoría kázara" ha promovido la idea de que un gran parte de los judíos asquenazíes que vivían en Europa oriental descendían de los kázaros medievales, un pueblo turco semi-nómada que fundó un poderoso estado político en el Cáucaso y el norte de los mares Caspio, Azov y Negro. La teoría recibió un reciente impulso con la publicación de 1976 de "La tribu número trece", un libro de Arthur Koestler. Más recientemente, la hipótesis kázara ha sido promovida por autores como el profesor de historia de la Universidad de Tel Aviv Shlomo Sand y por el profesor Paul Wexler de la Universidad de Tel Aviv, así como el genetista Eran Elhaik.

A pesar de este respaldo institucional, la teoría sigue absolutamente sin pruebas que la sostengan. Como cualquier historiador te dirá, generaciones de judíos, como generaciones de cualquier pueblo, dejan rastros históricos detrás de ellos. Estas huellas llegan en múltiples formas. Para empezar, la gente deja atrás documentos históricos y datos arqueológicos. Previsiblemente, la evidencia arqueológica sobre la existencia generalizada de judíos en Khazaria es casi inexistente. Y aunque una serie de fuentes independientes dan testimonio de la existencia en el siglo X de judíos en el Reino de Khazaria, y algunas de estas fuentes también indican que la élite gobernante de Khazaria abrazó el judaísmo, el estado kázaro fue destruido por los rusos durante la década de 960. En otras palabras, podemos estar seguros de que el judaísmo no estaba particularmente extendido en ese reino.

El siguiente registro histórico de los judíos - en unas cuantas ciudades que hoy pertenecen al oeste de Ucrania y al oeste de Belarús - aparece en el siglo XIV, cuando los judíos son regularmente referidos en numerosos documentos.Y sin embargo, no hay datos historiográficos directos disponibles que permitan conectar a los judíos que vivieron en Europa del Este en el siglo XIV con sus correligionarios de la Khazaria del siglo X.

Una ciudad en el noroeste de Ucrania, Volodymyr-Volynskyi, parece tener una presencia ininterrumpida de judíos del siglo XII. Por ejemplo, en 1171 un comerciante judío de esa ciudad llamado Benjamín vivía en Colonia, y un documento ruso se refiere a los judíos locales en 1288. Otra fuente judía describe una ceremonia de circuncisión en esa ciudad a finales del siglo XIV. Pero es solamente durante el siglo XVI que las referencias a los judíos aparecen en grandes territorios de Ucrania, Bielorrusia y Lituania, e incluso a mediados del siglo XVI las comunidades locales no estaban demasiado pobladas. Documentos históricos también indican que las primeras comunidades judías conocidas en Polonia estaban todas situadas en su parte más occidental.

Pero la historia no es la única disciplina que desacredita la hipótesis kázara. La lingüística también lo hace, y el estudio del yiddish nos ayuda a descartar una ascendencia kázara para los judíos actuales. Desde el siglo XVII, el yiddish era el lenguaje vernacular de todos los judíos de Europa del Este. Todos sus elementos estructurales principales son alemanes, aunque durante los últimos siglos también sufrieron una fuerte influencia de las lenguas eslavas.

Este punto de vista es compartido por todos los principales lingüistas del yiddish, pero no por Paul Wexler, quien cree que hay ciertos elementos estructurales turcos e iraníes "escondidos" en el yiddish.
No obstante, sus métodos dependen en gran medida de coincidencias fortuitas. Y si se aplican más ampliamente, se puede vincular el yiddish a cualquier idioma en el mundo.

Es decir, se trata simplemente de mala lingüística. Todas las palabras de origen turco vinieron al yiddish a través del intermedio de lenguas eslavas del este. Es un léxico que guarda los rastros reales de idiomas hablados por antepasados ​​hablantes del yiddish. Por eso, además de las palabras hebreas y arameas, el yiddish tiene un pequeño conjunto de palabras cuyas raíces provienen del francés antiguo, del checo antiguo y del griego.

Algunos partidarios de la teoría kázara admiten la base alemana del yiddish, pero pretenden que fue aprendido en Europa oriental por las masas "indígenas" judías de manos de rabinos que vinieron de Occidente, y que introdujeron el yiddish como un lenguaje de "prestigio".

Pero tal escenario difícilmente puede ser aceptado. Sólo los idiomas culturales, el hebreo y el arameo, eran prestigiosos. Durante los siglos XVI y XVII, el yídish procedente de Europa Central se convirtió en el primer idioma para todos los judíos de Europa del Este, pero era una lengua vernácula mucho más que un objeto de prestigio.

Los idiomas eslavos eran utilizados en dichas áreas por la mayoría cristiana y (durante el período anterior) por los judíos locales de orígenes heterogéneos. Lejos de ser prestigioso, el yiddish, comprensible incluso para los niños, fue utilizado para enseñar a los estudiantes el sí prestigioso  idioma hebreo. Conocemos además que el yiddish no era un idioma de prestigio porque las chicas, que no aprendían idiomas en la escuela, también lo conocían. El rol de las madres en la transmisión del lenguaje cotidiano es mucho más importante que el de los padres.

Además de la historia y la lingüística, una tercera disciplina puede ayudarnos a poner fin a la hipótesis kázara: la onomástica o el estudio de los nombres propios. Examinar los diversos nombres, tanto nombres como apellidos, nos proporciona una idea de cómo se veía una comunidad, su lenguaje y sus orígenes. Y en las comunidades judías de la Europa oriental, durante los últimos seis siglos, no se puede encontrar un solo nombre turco en los diversos documentos que enumeran nombres judíos. Incluso en los documentos de los siglos XV y XVI que tratan de los judíos que vivían en los territorios de la Ucrania moderna y Bielorrusia, no existen tales nombres de origen turco o iraní.

En el corpus de nombres usados ​​por los judíos de la Europa del Este durante los últimos siglos, encontramos las mismas capas lingüísticas que en el léxico del yiddish. Hay muchos nombres germánicos y hebreos y algunos nombres arameos. También hay nombres griegos (Todres de Theodoros, Kalmen de Kalonymos), antiguos nombres franceses (Beyle, Bunem, Yentl), antiguos nombres checos (Khlavne, Slave, Zlate) y nombres polacos (Basye, Tsile), y muy pocos nombres eslavos (Badane, Vikhne). Como ya hemos comentado, no hay nombres turcos.

Finalmente, llegamos a la genética. Uno no tiene que ser un genetista profesional para verificar la inadecuación de las metodologías utilizadas por Eran Elhaik, el campeón de la "teoría kázara" en este dominio. En su artículo de 2013, pretendía demostrar que los judíos asquenazíes modernos estaban genéticamente más cercanos de los kázaros que de los hebreos bíblicos. La última mención de los kázaros es de casi mil años, mientras que los tiempos bíblicos también están muy lejos de nosotros. Por estas razones, Elhaik necesitaba sustitutos modernos, por lo que sustituyó a los kázaros por armenios y georgianos (porque todos ellos están relacionados de alguna manera con el Cáucaso), y sustituyó a los hebreos bíblicos por israelíes palestinos. En su artículo de 2016, analiza los vínculos entre varios grupos de población introduciendo otra idea "audaz", la de encontrar una especie de punto "promedio geográfico" para varias características genéticas.

En términos globales, su método general es aplicable sólo en un contexto de familias que permanecieron durante siglos en los mismos lugares (por ejemplo, en Cerdeña), pero ciertamente no para grupos de población caracterizados precisamente por la movilidad geográfica. Como señaló uno de mis amigos, si aplicamos su idea a Barack Obama, el ex presidente de los Estados Unidos podría ser clasificado como "libio", ya que Libia se encuentra en medio de una línea que uniría a Kenia y el Reino Unido.

En términos globales, todos los argumentos sugeridos por los defensores de la teoría kázara son altamente especulativos o simplemente erróneos. No pueden tomarse en serio.

Pero esto nunca ha impedido que la teoría fuera popular. Pero las razones ideológicas de esto son tema para otro artículo.

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