Saturday, January 19, 2019

El mito del "císma" entre la Diáspora e Israel - Rafael Medoff - JPost



Hace unos 58 años, un agente secreto israelí se bajó de un avión en el aeropuerto de Buenos Aires armado con documentos de identidad falsos y una historia de cobertura sobre un trabajo en el departamento de cuentas del ministerio de Asuntos Exteriores. En realidad, estaba sobre la pista de uno de los criminales de guerra nazis más notorios. Él no podría haber imaginado que pronto provocaría uno de los choques más desagradables en la historia de la relación entre Israel y la comunidad judía estadounidense, un choque con importantes lecciones para aquellos que están preocupados por el estado de las relaciones entre Israel y la diáspora en la actualidad.

El agente israelí, Isser Harel, llegó a Argentina el 1 de marzo de 1960. Dos meses después, el equipo de Harel capturó a Adolf Eichmann. Cuando llegó la noticia, no pocos judíos prominentes de la diáspora se indignaron.

Nahum Goldmann, presidente del Congreso Judío Mundial, condenó la acción israelí y declaró que, dado que “los nazis no solo mataron a judíos”, Eichmann debía ser juzgado por un tribunal internacional en lugar de un tribunal israelí.

Alan Stroock, un destacado funcionario del Comité Judío Americano, afirmó que la captura de Eichmann constituía "un secuestro ilegal", y que su juicio sería "sin duda ilegal". Stroock afirmó que el episodio podría transformar a Israel de "una generación de idealistas a otra de verdugos".

El profesor de historia de la Universidad de Harvard, Oscar Handlin, afirmó que el "secuestro encubierto por parte de Israel de una persona ajena a una jurisdicción extranjera, implicaba una violación del derecho de refugio: el principio de que los fugitivos solamente pueden ser secuestrados en un proceso legal y solo para responder de delitos que habría cometido personalmente”.

Cuando Eichmann fue condenado a muerte, se escucharon nuevamente las voces de oposición de los judíos estadounidenses. La Conferencia Central de Rabinos Americanos (de la Reforma) instó al indulto a Eichmann, alegando que la pena capital era inmoral en todas las circunstancias.

El rabino de Chicago Arnold Goodman, que escribía en la revista oficial del Congreso Judío Americano, argumentó que "tomar cualquier vida humana, sin importar el motivo, era moralmente incorrecto, y podría abrir a Israel a obrar en base de la venganza y el rencor".

El periodista y activista Paul Jacobs escribió que el episodio de Eichmann demostraba "la estrechez de miras y el chauvinismo israelí, y su plena desconfianza hacia el mundo gentil" (aunque admitió de manera un tanto condescendiente que ahora "entendía mejor" las razones de las actitudes que atribuyó a Israel).

Entonces, ¿hubo un cisma entre los judíos estadounidenses e Israel sobre el caso Eichmann, comparable al "Gran cisma" del que hoy habla el periodista Jonathan Weisman en su artículo en las página de opinión de The New York Times?

Si y no. Desde los primeros días de Israel, siempre ha habido una minoría de judíos estadounidenses que se han mostrado profundamente preocupados por algunas políticas israelíes, o inclusive que se han sentido incómodos con la existencia misma de un estado judío soberano.

Las voces de los críticos se amplifican precisamente porque su perspectiva es contraria a la de la mayoría de los judíos estadounidenses. Desde el punto de vista de los medios de comunicación, los judíos que apoyan a Israel representan una historia aburrida, la típica del hombre mordido por un perro. En cambio, los judíos que denuncian a Israel a destajo, representan la inhabitual historia del perro mordido por un hombre. Las noticias por cable e Internet las 24 horas han creado nuevas y más rápidas formas para que la minoría se haga escuchar.

Pero la noción de que existe una nueva división sustancial entre los judíos estadounidenses e Israel, de que las relaciones están llegando a "un punto de ruptura", tal como lo afirman Weisman y otros, se contradice con los años de encuestas a la opinión pública.

Cada año, el Comité Judío Americano, en su encuesta anual de la opinión pública judía de los Estados Unidos, pregunta a los encuestados cuánto se preocupan por Israel. Y cada año, los resultados son los mismos.

Durante los últimos 20 años, ya sea si el primer ministro de Israel fue Ariel Sharon, Ehud Olmert o Benjamin Netanyahu; si el presidente de Estados Unidos fue Bill Clinton, George W. Bush, Barack Obama o Donald Trump, entre el 70% y el 75% de los judíos estadounidenses han dicho que les importa “fuertemente” o “bastante” Israel, y entre el 20% y el 30% han dicho que se sienten "bastante distantes" o "muy distantes" de Israel.

El número que se siente "muy distante" es siempre menor al que se dice "bastante distante", y va del 2% al 13% (durante el período comprendido entre 1997 y 2018). El número que se preocupa "fuertemente" por Israel (en lugar de solo "bastante") en realidad ha aumentado constantemente a lo largo de los años. Fue de un 20% en 1997-2002, de un 30% de 2003 a 2015, y ha alcanzado el 40% en cada uno de los últimos tres años.

¿Un “gran cisma” entre los judíos estadounidenses e israel? Apenas. Es ruidoso, apasionado e interesante, pero es una pequeña fractura, cuyo tamaño se ha mantenido sin cambios a pesar de las últimas disputas muy bien publicitadas.

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