Monday, April 04, 2022

El atentado en Hadera es también producto de la ceguera israelí - Ben Dror Yemini – Ynet

 









Es preciso decirlo una y mil veces: la mayoría de los árabes israelíes son ciudadanos leales y pacíficos. Pero la minoría que apoya la violencia y se identifica con la Yihad (guerra santa), la que sigue al jeque yihadista Raed Salah, envió señales que en Israel nos negamos a ver. No se trata de una minoría marginal, sino poderosa. Es un cáncer interno. Reconocerlo no será fácil, pero ese día debe llegar, por más difícil que sea.

La cumbre del Negev en Sde Boker parece como si hubiera ocurrido en el Polo Sur, mientras el Polo Norte ardía. El atentado en Hadera y la cumbre con países árabes representan a los dos extremos del mundo árabe y musulmán.

En definitiva, la gran mayoría de las víctimas yihadistas son musulmanes. Por eso vale la pena escuchar lo que dijo uno de los funcionarios presentes en Sde Boker, el ministro de Asuntos Exteriores de los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Abdullah Ben Zayed, cuando en una conferencia realizada en 2017 en Arabia Saudita advirtió al liderazgo europeo: “Llegará un día en el que veremos más islamistas y terroristas procedentes de Europa, porque los europeos tratan de ser políticamente correctos con ellos o creen que conocen mejor el Oriente Medio y el Islam que nosotros”.

Lo que dijo Ben Zayed en aquel momento es lo que necesita escuchar Israel. Nosotros también queremos ser políticamente correctos. También pensamos que si personas despreciables como Azmi Bishara (ex parlamentario árabe israelí posteriormente acusado de espionaje) tienen derecho a ser elegidos, a pesar de lo que dice la ley, entonces estas voces se conformarían con ser escuchadas. Ocurrió lo contrario. La amabilidad sirvió como un certificado kosher para el extremismo.

El mismo Salah tiene prohibido el ingreso a países árabes. Allí saben que las palabras conducen a hechos. La mayoría de los que eligieron el camino de la Yihad son los que sufrieron un lavado de cabeza por parte de imanes como él. La realidad estaba frente a nuestros ojos, pero la ceguera fue más fuerte.

A nivel micro, después del atentado en Beer Sheva aparecieron en las redes sociales reacciones muy comprensivas de árabes israelíes hacia el ataque. No son la mayoría, me dicen amigos árabes israelíes, y tienen razón. Pero algo está mal si estas personas se atreven a expresar su simpatía por el asesino y no son arrestadas en cuestión de horas. Todavía están libres y ante otro nuevo atentado terrorista probablemente elogien nuevamente a los asesinos y les otorguen el título de mártires. Cada noche que estos simpatizantes del terrorismo duerman tranquilos en sus casas, es una noche en la que nosotros no podremos dormir tranquilos.

También hay errores graves por parte de la élite política. Como cuando Ram Ben Barak, presidente del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa, contrató como asesora a Linir Abu Hazaz, identificada con el islamismo. Eso también requiere una reflexión profunda. Uno de los mayores errores en Israel, al igual que en Europa, es el intento de consentir a los extremistas, cuando la realidad es que existe una gran mayoría de musulmanes moderados.

El error nacional israelí es no haber logrado diferenciar entre extremistas y moderados. Así como en Francia muchos celebraron al teólogo islamista y fanático yihadista Tariq Ramadan; y así como el ex alcalde de Londres, Ken Livingstone, le extendió una alfombra roja al jeque Yusuf Qaradawi, pese a que los musulmanes le advirtieron que eso solamente alentaría a los radicales.

Es solo cuestión de tiempo que los tontos que conviven entre nosotros nos digan que estos ataques son el resultado de la discriminación y el abandono, a pesar de que la década pasada fue la mejor de la historia para los árabes israelíes. Las brechas se redujeron, tanto en educación como en ingresos. Y es necesario que se sigan reduciendo, pero eso no es lo que evitará el extremismo.

¿Podremos recuperarnos de esta ceguera? Lo dudo. Mantengo una grave sospecha de que deben ocurrir cosas mucho peores hasta que podamos reconocer el problema. Solamente queda rezar y esperar, y especialmente actuar y protestar antes de que sea demasiado tarde.

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