Wednesday, March 18, 2009

El affaire Freeman: Culpar a los judíos no siempre funciona - Wesley Pruden - The Washington Times

Se trata del cada vez más atestado autobús donde el presidente Obama lanza los descartes que ya no son útiles para él. Afortunadamente, el reverendo Jeremías Wright está por allí para ofrecer los últimos sacramentos, esta vez por Charles W. Freeman Jr., que la paz sea con él.

El Sr. Freeman es un bien pagado cómplice de los saudíes y de los chinos cuya carrera se paralizó justo antes de que fuera a asumir la presidencia del Consejo Nacional de Inteligencia, donde habría dirigido la preparación de las reuniones de información de inteligencia para el presidente y otros altos funcionarios de gobierno - un funcionario responsable en gran medida de lo que el presidente debe saber y cuando debe saberlo-. Este nombramiento no requiere la aprobación del Senado y al parecer la Casa Blanca pensó que podría pasarlo sin más comprobaciones.

Al Sr. Freeman, para poner las cosas en su punto, no le gustan demasiado los israelíes. Freeman proviene del Departamento de Estado, donde los bagels y el salmón ahumado no es el desayuno favorito en su cafetería [alusión a comidas asociadas a los judíos], y una vez fue un medio-alto funcionario de Foggy Bottom, un "secretario y asistente adjunto principal" de alguien que llegaba a la oficina en una de esas largas limusinas. (El Departamento de Estado es amante de los títulos demasiado largos para que quepan en las tarjetas de presentación). Al Sr. Freeman tampoco le gusta que nadie le plantee demasiados problemas a China, sobre todo si se trata de las manifestaciones por la democracia en la plaza de Tiananmen o la lucha de los tibetanos por su país.

Afortunadamente, sucedió que un par de republicanos y varios demócratas observaron que su elección era muy extraña para ese puesto. Los republicanos eran en su mayor parte cristianos, mientras que los demócratas eran en su mayoría judíos, y ya sabemos que es una vergüenza que el tema religioso sea importante, pero los amigos de izquierdas del Sr. Freeman están tratando de hacer de esto una cuestión religiosa. Era el momento de culpar a los judíos de nuevo, esta vez por arruinar la carrera del pobre Sr. Freeman como nuevo chef de inteligencia en la Oficina Oval.

El Sr. Freeman ha tenido una larga y no distinguida carrera vituperando a los israelíes que luchan por su supervivencia y disculpando la represión de los disidentes chinos que luchan sólo por respirar algo de libertad. En un discurso en 2005, describió a Israel como el agresor en el Oriente Medio, y dos años más tarde acusó a los Estados Unidos de "asumir los enemigos de Israel como si fueran nuestros propios enemigos". Pero me parece que se "olvidaba" que los enemigos de Israel había sido en ocasiones terribles enemigos de los Estados Unidos, con sus ataques suicidas o coches bomba en el mismo Oriente Medio y, por último, en las Torres Gemelas el 11 de septiembre. En todo caso, se trata de culpar a los judíos.

Cuando el Sr. Freeman se rindió ante lo inevitable y retiró su candidatura, distribuyó unas dos páginas despotricando y elevándose a sí mismo a la categoría de mártir a causa de la traición y perfidia judía, traición realizada por un lobby judío cuyas “tácticas sondean las profundidades del deshonor y la indecencia". Estos judíos tienen "la intención de forzarnos ha adherirnos a las políticas de un gobierno extranjero".

Culpar a "grupos de presión o lobbystas", ya sean judíos, católicos o presbiterianos, es una extraña excusa por parte del Sr. Freeman, ya que él mismo es un lobbysta. Dirige un grupo de reflexión, el Middle East Policy Council, con dinero proporcionado por la Arabia Saudita, a la que él describe con cariño como un reino gobernado por el benefactor "Abdullah el Grande", y además se sienta en el Consejo de Administración de una empresa petrolera china perteneciente al gobierno chino. También se puede considerar su descripción de la represión china contra los manifestantes tibetanos como una "revuelta racial" como una noble matización, pero por supuesto nadie puede ver en ello una labor de lobbysta. (Y no es que haya nada malo en eso.)

El Sr. Freeman tiene sus defensores. Casi todos situados a la izquierda, naturalmente. Así por ejemplo, la revista La Nación deplora un "atronador ataque coordinado" contra él y el profesor Stephen Walt, uno de los autores del best-seller "El lobby de Israel", aseguró que las citas, todas exactas, extraídas de las declaraciones del Sr. Freeman forman "una despreciable campaña de desprestigio" por parte de "algunos que son más bien leves críticos de la política israelí". Las críticas contra el Sr. Freeman, nos asegura el profesor Walt, le han forzado a rechazar ese nuevo puesto de trabajo. Hmmmmm. Bien, esa era la idea.

Lo que realmente ha molestado al Sr. Freeman y a sus amigos es que esas citas han dejado al descubierto quien es él realmente. "Pienso que su objetivo no soy yo, sino conseguir callar a los demás", dijo el Sr. Freeman a su salida, cuando la puerta estaba a punto de cerrarsele por detrás. Pero nadie ha tratado de callar al Sr. Freeman, o a sus defensores o o a sus detractores; ha sido el rumor público, ese rumor que las élites no han logrado controlar el que le hizo la puñeta.

La cuestión más preocupante es la razón por la cual la Casa Blanca aceptó esta designación como primera opción. No todos los enemigos de Israel viven en Oriente Medio. Algunos de ellos viven justamente en la misma calle.

No comments:

Post a Comment