Thursday, June 28, 2007

Nadie a quién devolver los territorios - Aluf Benn - Haaretz

Los dadores de lecciones y los escritores de artículos conmemorando los 40 años de ocupación israelí de los territorios pueden guardarse sus eslogan y sus sesudas expresiones de uso continuado - las necesitarán en los próximos años.

Hay un creciente consenso en Israel de que una retirada de Cisjordania ya no es posible. Puede ser posible esconder a los palestinos detrás de una cerca de separación, pero es imposible renunciar a su control.

Cada uno comparte esta conclusión, en todos los campos y a través de todo el espectro político. Sólo los motivos se diferencian. La derecha ideológicamente motivada considera los establecimientos un decreto religioso. Benjamin Netanyahu habla "del baluarte defensivo" de las montañas de Judea y Samaria. Ehud Olmert, quién prometió retirarse de Cisjordania y evacuar la mayor parte de los establecimientos, volvió la espalda a esta idea después de la Segunda Guerra del Líbano y de los ataques con cohetes Qassam desde la Franja de Gaza. Incluso el mismo Meretz, el caso es que ya nadie habla de un arreglo permanente, solamente de un acuerdo teórico que concederá legitimidad internacional a Israel, y un reconocimiento que Mahmoud Abbas no sería capaz de proporcionar.

Lo que es compartido por estas opiniones, a izquierda y a derecha, es una perpetuación de la situación existente de docenas de establecimientos, cientos de controles policiales y miles de soldados desplegados sobre la cerca.

Se tenía la costumbre de decir que "no hay nadie a quién dirigirse" del otro lado. Ahora se dice que no hay nadie a quien podamos devolver los territorios. Nadie lo dijo mejor que el presidente electo, el laureado Premio Nobel de la Paz, Shimon Peres: "Desconocemos cuando nos retiraremos completamente de los territorios", escribió Peres en el Yedioth Aharonoth el fin de semana pasado. "Incluso si estamos listos para irnos, no tenemos a nadie a quién devolver los territorios en esta etapa, y ello a causa de la incapacidad palestina a la hora de establecer un único ejército y un único estado que afirme su control de los territorios. Mientras tanto, Israel es incapaz de ignorar su responsabilidad en los territorios, tanto sí se trata de una responsabilidad por elección o por carencia de opciones".

Es difícil de creer que hace sólo un año Peres formará parte de un gobierno comprometido con la retirada, y que la evacuación de los pobladores de la Cisjordania estaba en el corazón del debate político. En el discurso público actual, cualquier especulación sobre una retirada de los territorios es percibida como una ilusión peligrosa.

La razón es obvia: Israel se ha acostumbrado a una vida, incluso de mala gana, en la que es presa diaria de los cohetes Qassam sobre Sderot. También ha pasado por cinco semanas de ataques de cohetes y de mísiles en el norte. Pero esto no quiere decir resignarse a los Qassam sobre Tel-Aviv, Jerusalén, y el aeropuerto internacional Ben-Gurion.

La mayor parte de los israelíes asumen, en vista de la experiencia del Líbano y de la Franja de Gaza, que cualquier territorio que sea evacuado se convertirá en un trampolín de lanzamiento de cohetes y misiles contra Israel. No es sorprendente por tanto que el ejército y el Shin Bet estén opuestos al levantamiento de un simple control policial en la Cisjordania, por miedo a dichos ataques. Y que la dirección política presta atención a sus consejos.

En esta atmósfera, está claro que cualquier conversación sobre "una solución de dos estados", y las declaraciones del primer ministro en la cumbre de Sharm El-Sheikh sobre "nuevas oportunidades" y sobre “una aceleración del proceso hacia un estado palestino" son falsas. Es palabrería diplomática, disociada de la realidad y de las verdaderas expectativas, destinada a apaciguar a los americanos y a los europeos y desviar la presión ejercida sobre Israel.

La comunidad internacional participa en el espectáculo, y gradualmente pierde interés por el conflicto. El discurso del Presidente George W. Bush, destinado a conmemorar los cinco años desde que presentó su "visión" y para ofrecer nuevas ideas para un arreglo israelo-palestino, sugiere que él no tiene nada que decir. Cuando disimula esta tendencia, la administración Bush juega con falsos encantos: como "el acuerdo del estante", propuesto por Condoleezza Rice, o la nueva misión de Tony Blair como representante del Cuarteto "para construir las instituciones palestinas. ¿"Recuerda alguien a James Wolfensohn, su precursor en aquella labor"?

Desde el punto de vista de Israel, congelar la situación en los territorios es la opción implícita, liberando al gobierno de disputas internas. Pero esto tiene un coste - el crecimiento de las llamadas a un boicot académico y económico de Israel, la perpetuación del conflicto con los árabes, y una diferencia creciente entre las declaraciones y las acciones. Si el gobierno considera el control de los palestinos tan inevitable como necesario, y no como una situación temporal, debe prepararse en consecuencia: con unas relaciones públicas correctas en el extranjero, construyendo unas fuerzas de seguridad específicas para la tarea, y con un tratamiento justo de los residentes en Cisjordania. El acercamiento actual - donde hay una sorpresa con cada desarrollo, en el que las medidas anunciadas para mejorar las vidas de los palestinos son retiradas un día más tarde, y sobre todo, donde creemos que el tiempo juega a nuestro favor - no es señal de buen augurio.

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