Wednesday, September 26, 2007

Semillas de Antisemitismo - Michael Gerson - Washington Post

El año pasado, Stephen Walt, de Harvard, y John Mearsheimer, de la Universidad de Chicago, publicaron un largo artículo acusando "al lobby pro Israel" de tener un "poder incomparable" y de lograr "manipular el sistema político americano" con acciones que minan los intereses estadounidenses.

Sus partidarios han elogiado a estos eruditos por "abrir un debate que había sido reprimido durante décadas" - quizás desde que Charles Lindbergh defraudará con sus argumentos en los años 1940. Otro crítico los alaba para "decir lo indecible". En este caso, lo indecible ha sido castigado con un adelanto por un futuro libro de tres cuartos de millón de dólares, que se ha transformado en las 350 páginas de "El lobby de Israel y la Política Exterior Estadounidense."

Las acusaciones de una desproporcionada influencia judía son tan viejas como los faraones. La novedad aquí es que son pronunciadas por académicos respetados, importantes - aunque visto el caso ambas apreciaciones están cada vez más en entredicho. Los eruditos, no los columnistas, harán esas determinaciones. Sin embargo, sí tengo verdaderamente un conocimiento de primera mano acerca de dos de las acusaciones de Mearsheimer y Walt.

Primeramente, han sostenido que "el gobierno israelí y los grupos a favor de Israel" han formado parte del "esquema del Presidente Bush de un nuevo reordenamiento del Oriente Medio."

Realmente, los funcionarios israelíes han sido sistematicamente escépticos sobre la principal innovación política de la era Bush: colocar en la agenda (en el orden del día) a la democracia. Un importante funcionario de la administración Bush recientemente me comentó: "los israelíes están generalmente convencidos de que las culturas árabes son particularmente resistentes a la democracia; la implantación de la democracia probablemente conducirá a la victoria de grupos como los Hermanos Musulmanes."

Un amigo recuerda la visita de un prominente general israelí en 2003 y su cuestionamiento de las razones para una promoción de la democracia. ¿"Cuál es entonces la alternativa?", le preguntó mi amigo, ¿"apoyar a la siguiente generación de Mubaraks, Assads y de Casa de Saud durante los próximos 25 años?" El general le respondió: ¿"y por qué no?".

El énfasis del presidente Bush en la democracia ha sido conducido no por una presión exterior, sino desde una perspicacia estratégica. Él esta convencido de que el status quo actual de tiranías, estancamiento y extremismo en el Oriente Medio no es sostenible - que la rabia y las ideologías que produce causarán un aumento de la carnicería en el mundo. La solución eventual para este problema, en su opinión, es la proliferación de sociedades esperanzadores y representativas en el Oriente Medio.

Este argumento es discutible. Pero es al menos tan probable como la creencia ingenua de Walt y Mearsheimer de que "los Estados Unidos tienen un problema de terrorismo en buena parte a causa de su estrecha alianza con Israel" - el equivalente de la discusión que en 1930 se tenía en Gran Bretaña sobre un problema Nazi ocasionado por la estrecha alianza con Checoslovaquia.

En segundo lugar, estos eruditos sostienen que la influencia dentro de la administración Bush del "lobby pro Israel" se ha incrementado a través de su "socio menor", los cristianos sionistas. En términos teológicos, los denominan los "dispensacionalistass pre milenaristas", esa gente que cree que el éxito del estado de Israel es un signo favorable de la llegada de los últimos tiempos.

Las opiniones de los "dispensacionalistas" son ampliamente criticadas por serios eruditos protestantes y conservadores. No comparto esas opiniones. No puedo imaginar que el Presidente o el Secretario de Estado las comparten, pero no estoy seguro sencillamente porque nunca oí alguna vez tales opiniones, defendidas o mencionadas, en los cinco años de discusiones políticas en las que participé en la Casa Blanca.

Hay una tentación por parte de algunos círculos académicos en buscar aquella clave misteriosa que nos proporcionará la entera comprensión de la política exterior americana. George Bush es cautivo de los israelíes, o tal vez Dick Cheney lo sea de los Sauditas. El verdadero problema es el lobby israelí, o los dispensacionalistas recubriendo el Código Da Vinci.

Pero todo esto es una conspiración contra lo obvio. Quizás muchos americanos realmente prefieren la democracia defectuosa de Israel a los autócratas envejecidos y a las monarquías corruptas de la región. Quizás prefieran a un aliado confiable que está rodeado por naciones todavía obsesionadas con su destrucción. Quizás muchos americanos recuerdan que los judíos, sólo hace seis décadas, perdieron un tercio de su población en un genocidio y creen que este pueblo tan persiguido merece un hogar segura y un santuario. Quizás los americanos entienden que el antisemitismo fue la mayor fuente del mal en el s.XX y que aún permanece vivo en éste.

Walt y Mearsheimer procuran decir que ellos no son antisemítas, ni que están predispuestos a creer en una conspiración. Pero su inferencia principal - que Israel, el lobby pro Israel y los neocons judíos encaminaron los tiros de Bush, Cheney, Condoleezza Rice, Stephen Hadley, Colin Powell y Donald Rumsfeld - no sólo es una basura, sino una basura peligrosa. Como eruditos "importantes", Walt y Mearsheimer no pueden evitar el pedigrí histórico que poseen esta clase de apreciaciones. Cada generación ha visto acusaciones de que los judíos práctican la doble lealtad, de que promueven las guerras y de que en secreto controlan las estructuras políticas.

Estos académicos puede que no sigan con sus argumentaciones todos los caminos del antisemitismo. Pero éste es el modo con el que se comienza. Siempre es el modo con el que se empieza.

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