Thursday, November 29, 2007

Un antisemitismo aceptable - Petra Marquardt-Bigman - JPost: BlogCentral

¿Cómo puede ser "que los antisemitas hagan lo de siempre" y que sean aclamados triunfalmente por esos auditorios que supuestamente representan a las élites intelectuales? Bueno, ayuda bastante poseer una posición dentro de una universidad prestigiosa, como Harvard o la Universidad de Chicago, porque si "el libro que los antisemitas pueden amar" se debe a dos profesores respetables, los críticos estarán inclinados a aceptar la aseveración de que dicho libro no justifica ninguna acusación de antisemitismo.

En una revisión excelente "del Lobby de Israel" presentado en el último número de la revista Foreign Affairs, Walter Russell Mead sostiene que "Mearsheimer y Walt especifican muy claramente que ellos no son antisemitas, y nada en su libro prueba que mientan sobre ese aspecto. Sin embargo, como otros muchos comentaristas, Mead no sólo ofrece una evaluación muy crítica del libro, sino que también reconoce que Walt y Mearsheimer han hecho mucho para favorecer las acusaciones de antisemitismo: "algunas de las críticas que recibirán son resultado de sus propios lapsus, fácilmente evitables, en juicios y expresiones. Un poco más de cuidado de su parte podría haber hecho maravillas evitando que se produjeran discusiones muy acaloradas y propiciando que se centraran en los méritos de sus argumentos".

Como señala Mead, Mearsheimer y Walt "hacen lo que los antisemitas siempre han hecho: exagerar el poder de los judíos […] dibujar un cuadro que utiliza algunos de los estereotipos más odiosos del discurso antisemita. El Octupus Sionista que conjuran — promover la guerra de Irak, manipular los partidos políticos estadounidenses, influenciar a los medios, castigar a la minoría valerosa de profesores y políticos que se atreven a decir la verdad — suena tristemente familiar". Sin embargo, según la evaluación de Mead, tales estereotipos antisemitas no son invocados intencionadamente, sino que son el resultado del análisis defectuoso que desarrolla el libro: "Mearsheimer y Walt han llegado honestamente a un entendimiento equivocado de la relación entre la actividad política favorable a Israel y la política estadounidense y sus intereses estratégicos. No es ningún delito equivocarse, y equivocarse sobre los judíos no necesariamente te convierte en un antisemita".

Lamentablemente, aunque quizás está defensa por parte de Mead de las acusaciones de antisemitismo debería ser considerada completamente válida, también da lugar a unas implicaciones problemáticas. Sugiere que existe un "antisemitismo aceptable" que puede ser perdonado como un subproducto involuntario de un análisis defectuoso, generando una comprensión o análisis "honestamente" equivocado y que no debe suponer nada más que "equivocarse sobre los judíos". Obviamente, así es como el antisemitismo ha sido justificado durante siglos — los antisemitas siempre han creído, después de todo, de que tenían muy buenas razones para sus resentimientos contra los judíos.

Al mismo tiempo, Mead también tiene razón cuando da a entender que debería ser posible ser "incorrecto sobre los judíos". Sin embargo, históricamente, los judíos siempre han pagado un precio enorme a causa de las equivocaciones de los demás (sobre ellos). Además, los judíos siempre han afrontado grandes riesgos cuando han tratado de defenderse de dichas opiniones "incorrectas" o "equivocaciones" — y poco ha cambiado hasta ahora. Aún así, Mead observa que los mismos Mearsheimer y Walt "terminan por adoptar una táctica extensamente utilizada y que tiene una historia especial dentro de la literatura antisemita. Cuando los políticos y autores antisemitas emiten sus odiosos ataques, los judíos se encuentran ante una doble obligación: abstenerse de responder al ultraje supone dar por ciertas las acusaciones y que se acepten como válidas, y, por contra, expresar su completo aborrecimiento de tales acusaciones da la oportunidad a los antisemitas de hacerse pasar por víctimas de una campaña de difamación dirigida por los venenosos judíos".

Simplemente, es el viejo dilema de "condenable si usted hace algo, culpable si no hace nada". La vigencia de este dilema y cómo aún permanece insuperable se demostró a principios de este mes por medio de los resultados obtenidos en una reciente encuesta elaborada por la Liga Antidifamación (ADL). Cómo hizo notar su director nacional, Abraham H. Foxman: "cuando se refieren a los judíos, los viejos estereotipos mueren difícilmente". Contra el telón de fondo del debate sobre "el Lobby de Israel" era particularmente significativo que el informe del ADL documentara que aproximadamente el 15% de los americanos cree que los judíos tienen demasiado poder en los EE.UU, y, según Foxman, que "los estereotipos sobre 'el poder judío' en los EE.UU han sustituido a otros clásicos estereotipos étnicos antes atribuidos a los judíos americanos".

Es evidente que la apelación a estereotipos sobre "el poder judío" no está de ningún modo limitada a los EE.UU. Como señala Dave Rich, miembro de una organización de Gran Bretaña dedicada a la defensa del pueblo judío británico, el hecho de que no haya nada semejante en la política británica al sistema americano de lobbys políticos públicos no ha impedido que la gente considere que hay una excesiva influencia favorable a Israel en Gran Bretaña. Y ninguna sorpresa, que se proporciona una gran acogida a los autores "del Lobby de Israel" durante la gira de promoción del libro en el Reino Unido .

Los reportajes sobre su gira británica alcanzaron hasta Arabia Saudita, donde un artículo con el título algo vulgar de "El levantamiento del velo del Lobby" indicaba que "la gente comenzó a hacer cola ante su auditorio más de una hora antes de su inicio". También observaba que "rápidamente se hicieron evidentes […] los grandes aplausos que saludaban muchos de sus comentarios […] y que Walt y Mearsheimer predicaban por lo general ante los ya convertidos".

El artículo saudita, como era de esperar, se concentró en los "esfuerzos de los sionistas por desacreditar" a los autores "del Lobby de Israel", pero el todopoderoso "Lobby", por lo visto, ha fallado: el artículo comentaba que esos esfuerzos "no han impedido a Walt y Mearsheimer obtener una cantidad enorme de atención pública en los EE.UU. En efecto, de una forma modesta, se han convertido en unos ídolos americanos, con un pequeño marketing asociado, apareciendo en las camisetas el lema: 'Walt y Mearsheimer: combaten al Lobby de Israel".

Como era previsible, "los fanáticos sionistas" en Gran Bretaña fueron tan impotentes como sus homólogos americanos en desacreditar a Walt y Mearsheimer; y si había alguna sombra de sospecha sobre si los autores eran antisemitas, fue disuelta cuando un miembro de una reciente organización británica, "Voces judías independientes", se congratuló de que hubieran escrito un libro que hablará del poder y la influencia del Lobby de Israel en unos términos tan mesurados".

Pero por si lo desconocían los lectores del "Arab News" saudí, también hay judíos que únicamente tuvieron alabanzas para el libro de Walt y Mearsheimer: ambos han sido descritos como "dos Caballeros" enfrentados a "un Dragón" en un artículo de Uri Avnery publicado en octubre.

Avnery deploraba que estos "autores fueran acusados de motivos siniestros"; según él, los "dos Caballeros" habían analizado "despiadada y sistemáticamente" un sujeto "que es absolutamente tabú en los Estados Unidos, un sujeto del que nadie en su sano juicio mencionaría: la enorme influencia del Lobby pro Israel dentro de la política exterior americana".

Avnery afirmaba que él "podría añadir al libro un capítulo entero con su experiencia personal", y luego contaba como sé le "hizo callar" por "el Lobby" desde finales de los años 1950 … Dado que en Google Uri Avnery tiene más de 700.000 referencias, obviamente, los presuntos esfuerzos por hacerlo callar deben añadirse a la larga lista de fracasos "del Lobby".

Lo que Avnery comparte con muchos de aquellos que ven a Walt y Mearsheimer como dos "caballeros intrépidos" que desafían "a un dragón aterrador" es la certeza absoluta de estar en el lado "correcto" de la política. Pero aquellos que explican su propia carencia de poder — político o de otra clase — exagerando el poder de los judíos, nunca han estado en el lado correcto de la integridad, de la moralidad, o ciertamente, de la realidad.

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