Sunday, January 20, 2008

Asco - Ariela Ringel Hoffman - Ynet

Resulta angustioso y desesperante pensar que con ese hombre, Hassan Nasrallah, comerciante de sangre, eterno mercader de cadáveres, deberemos llevar a cabo no solamente una negociación para la recuperación de los soldados secuestrados, sino que también otra para la devolución de los restos de los soldados caídos y además continuar dialogando. Y eso mañana, y pasado mañana y en los meses y años venideros. Y cada vez que nos ocupemos de algo que tenga que ver con nuestra frontera norte, lo tendremos frente a nosotros.

Que no haya malos entendidos, tampoco ahora miente Nasrallah. La organización que dirige y preside, efectivamente, tiene en su poder partes de cuerpos de soldados israelíes que cayeron en la Segunda Guerra del Líbano. Quienes regresaron de allí saben que, entre todas las cosas que sucedieron en esa guerra inútil, también eso sucedió. Cabe esperar que Nasrallah - conocedor de las sensibilidades de la sociedad israelí - desee cobrar un precio por ello, y un precio bastante alto.

Incluso podemos admitir que ese precio - de pago mutuo, hay que decir - es parte inseparable de los horrores de la guerra. De toda guerra. Y, en el marco de las reglas del juego que se fueron diseñando aquí en el Oriente Medio en los últimos diez años - sobre las cuales es difícil decir algo positivo - Nasrallah es un protagonista especialmente repugnante. No porque no cede en su fe y sus "principios", no porque se empecina en luchar contra nosotros, tampoco por el uso cínico que hace de la vida humana, tanto la suya como la de los demás, sino por su infinita soberbia.

Por la forma en que aprovechó la celebración de la Ashura - una especie de Día del Perdón chiíta, en el que la gente debe evaluar sus actos - para contabilizar las manos, pies, y demás miembros que guarda y con los que desea negociar. Cartas de negociación en el comercio de sangre que lleva a cabo frente a la sociedad israelí, una y otra vez.

Si la celebración de la Ashura representa la llegada del Arca de Noé a tierra firme al finalizar el diluvio, no hay nada de todo eso, ni una mínima relación, en las palabras de Nasrallah. Este miserable no salvará a nadie de ningún diluvio.

Con respecto a nosotros, continuará imponiéndonos desafíos tremendos, y los hará cada vez peores, más grandes. Nasrallah le hará esto a toda la sociedad israelí en general y a las familias de los caídos en particular. Hablará pasando por encima de las autoridades y los responsables de nuestra seguridad, sembrará el miedo y sumará más dolor al dolor entre quienes saben, quienes aún no saben y quienes quizá nunca sepan, si las palabras de Nassrallah están dirigidas a ellos.

Éste es un desafío difícil que impone también a quienes toman las decisiones y, al parecer, aún les sigue sorprendiendo. Incluso podría sacar alguna otra maldad de la manga el día después de que se firme un acuerdo con él, cualquier acuerdo.

Y puede ser que en medio de todo esto tan difícil, lo único que se puede decir es que los vivos siempre están antes que los muertos, y así debe ser. Y así se debe decir y así se debe actuar. En definitiva, no es posible que ese hombre dictamine cuál será nuestra forma de vida.

Artículo publicado en Povesham

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