Después de 500 años ocultos, los judíos traen la prosperidad a un pueblo ibérico - Rachel Nolan - Haaretz/Forward
Barrio de Judiaria, cuya sinagoga data de 1297,
abandonada con la Inquisición, y de la que quedan
pocos vestigios de su existencia.
Pelourinho (local administrativo medieval) de
Belmonte
Castillo de Belmonte
Sinagoga de Belmonte
(Artículo un tanto sorprendente pues ya se conocía con
anterioridad la idiosincrasia judía de Belmonte y de otras
poblaciones con reminiscencias criptojudías de la zona)
Belmonte, Portugal. Mientras la mayor parte de las ciudades del centro de Portugal sufren tiempos económicos difíciles, este pequeño pueblo al nordeste de Lisboa disfruta de un renacimiento: la década pasada ha visto la construcción de un hotel de lujo y de un museo, y el turismo es floreciente.
¿La causa? Los judíos.
Conversos, para ser exactos. Belmonte, una ciudad de 3.600 habitantes, es el hogar de aproximadamente 300 descendientes de judíos que sobrevivieron a la Inquisición practicando su religión en secreto, siendo la única comunidad importante de estos "judíos secretos" que aún permanece en la Península Ibérica.
Hasta los años 1990, los conversos de Belmonte guardaron su historia para sí mismos. Pero dejando aflorar cautelosamente su secreto, los judíos han generado una pequeña economía local en una de las regiones económicamente más deprimidas de la Europa Occidental, beneficiando a judíos y no judíos por igual.
"Somos tan felices tener trabajo", asegura Ana Maria Monteirineho que, junto con la católica Maria de Coneceicao Mendes, encontró un nuevo empleo en un colectivo de costureras que se abrió en el 2004 en el centro de la ciudad. Un colectivo que borda la palabra "shalom" en bolsitas de lavanda que se venden en el nuevo museo judío. "Los turistas vienen al museo", nos comenta, "vienen a ver a los judíos".
En efecto, las compañías que se han especializado en el turismo judío observan que Belmonte es muy fácil se vender. Para las agencias el interés por el Portugal judío está creciendo en general. Las sinagogas que funcionan en Lisboa y en Oporto, y que sobre todo sirven a los inmigrantes de la Europa del Este, ven cada vez más visitantes. Y el año pasado, un sacerdote católico de Oporto, reformando su casa, derribó una falsa pared y encontró los vestigios de una sinagoga anterior a la Inquisición. Pero el Belmonte es especial. Parece ofrecer más que Lisboa y Toledo, las cuales están llenas de historia judía pero vacías de pobladores judíos, sin contar con que el descubrimiento de alguna otra comunidad de cripto-judíos es ya muy poco probable.
Ese carácter distintivo de Belmonte le ha propiciado la llegada de fondos internacionales, incluso los de un generoso benefactor francés, para construir su pequeña pero magnífica sinagoga en 1997. Y luego está su gran museo judío, visitado por más de 14.000 personas desde su apertura en el 2005. El libro de visitas del museo nos informa de que la mayoría de sus visitantes son turistas portugueses, israelíes y americanos, pero sin excluir la presencia de turistas de lugares tan lejanos como Mozambique, Montenegro y Japón.
Abilio Henriques, de 68 años y presidente de la comunidad judía, ahora emplea sus tardes dominicales recogiendo entradas y dirigiendo a los visitantes hacia el interior de madera y de terciopelo de la sinagoga local.
"Kippah para los hombres, nada para las mujeres", explica Henriques como a los visitantes.
La tía de Henriques, Ana Marao, 72, cose estrellas de David en los chales y manteles que hace su ganchillo desde toda la vida. "Ahora, el símbolo es bueno, pero antes..." nos dice pasando su mano por su garganta.
Fue ese miedo el que dio lugar al temor de sus ancestros a la hora de practicar su judaísmo. Se piensa que los judíos sefarditas han habitado Portugal desde el s. X a.C. El vestigio más antiguo de la vida judía en Belmonte es un reliquia de granito de 1297 de la primera sinagoga. Pero en 1497, el Rey Manuel ordenó a los judíos portugueses que se convirtieran al catolicismo o que se exiliaran. Muchos judíos optaron por mantener su religión en secreto, dando lugar a rituales tales como las velas de sábado sumergidas en jarras de arcilla, según el historiador local David Canelo.
Incluso después de que la Inquisición finalizara oficialmente en 1821, los judíos locales guardaron en secreto sus ritos.
"Era una materia de tradición", nos dice el profesor emérito de la Universidad de California, Los Ángeles, Eduardo Mayone Dias, quién ha escrito sobre Belmonte. "Había sido su único método de supervivencia. El miedo a la Inquisición y a la influencia exterior era muy real".
Esto finalmente comenzó a cambiar en 1994, cuando un representante de la comunidad conversa invitó a un rabino de Israel a convertir oficialmente a un grupo de Belmonte. Emergían desde el secretismo en parte debido a la mayor confianza propiciada tras la transición experimentada por Portugal en 1974 desde la dictadura de António Salazar a la democracia, y en parte por su deseo de entrar en contacto con otras comunidades judías. Además, un documental francés de 1990 sobre los conversos de Belmonte y titulado "Los Últimos Marranos", propició la primera oleada de turistas.
El amplio éxito ocasionado por la llegada de turistas es evidente: donde otras ciudades del Portugal rural están plagadas de casas vacías, Belmonte disfruta de una cosecha de nuevas casas, y su construcción está todavía en curso. Las calles son limpias, y el parque de ciudad, alineado con pequeños naranjos, está bien cuidado.
"La gente quiere venir porque este es el único lugar realmente judío de Portugal", nos comenta Cristina Brito, la directora de la agencia de viajes Mourisca, radicada en Lisboa. La compañía de Brito es una de las que se ocupa en satisfacer las exigencias de viajes organizados para visitar Belmonte. Un folleto impulsa a los visitantes a intentar derrotar a la Inquisición a través de una salchicha, una receta local en la cual el pollo es substituido por carne de cerdo.
Esto representa un cambio muy duro tras 500 años de secreto, y no todos los judíos locales disfrutan siendo objeto de curiosidad. Los visitantes que tratan de entrar en la sinagoga durante los servicios a menudo son desviados al museo. Ciertamente, varias familias judías dirigen tanto la sinagoga como la industria turística, ejercitando al modo como sus antepasados hicieron, con mujeres ceremonias principales en casa. Belmonte ha visto a un ciclo de rabinos de Israel y Brasil, pero ninguno ha permanecido más que unos pocos años. Algo tiene que ver la dificultad de conciliar las prácticas judías modernas con las antiguas y propias de Belmonte, desarrolladas en el aislamiento durante siglos.
"Soy uno de los pocos judíos que invita a los forasteros a mi casa", nos dice Marão, cuya familia estaba entre las primeras en convertirse". "Ellos aún tienen miedo. No sé de qué".
(Como documentación adicional podemos señalar artículos en portugués como "Los judeus de Belmonte" o las "Comunidades Marranas nas Beiras" de Maria Antonieta García, y en castellano el excelente "Los criptojudíos de Belmonte" de Ariel Segal o la recensión del libro de Maria Antonieta Garcia, "Os judeus de Belmonte. Os caminhos de memoria".
Para terminar una recomendación, la existencia de excelentes blogs portugueses donde se también trata el tema, como "Shaare Orah", "Judaism and Or aHayim Culture" o el altamente recomendable "Rua da Judiaria")
Termino con el Cântico de Páscoa de los Judeus de Belmonte:
Adonai, Adonai,
Adonai, Senhor meu!
Caminhamos e andamos,
louvaremos ao Deus de Israel,
que nos livrou do Egipto
daquele rei tão cruel.
Caminhamos e andamos,
louvaremos ao Senhor,
cantam os anjos no céu,
os serafins ao Senhor.
Caminhamos e andamos,
louvaremos ao Deus de Abraão,
que nos livrou do Egipto,
da terra da escravidão.
Cantemos hoje ao Senhor,
o Deus da suprema glória,
o cavalo e o cavaleiro
lançou no profundo mar.
Estende o teu braço,
já nos fica fortaleza,
do faraó e do inimigo
já combateu a fraqueza.
E era vencedor
o seu Omnipotente Nome,
o carro do faraó
e seu exército consome.
Labels: Belmonte, Cultura judía, Diáspora, Religión y mística judía
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