Saturday, February 16, 2008

Una ficción perniciosa - Calev Ben-David - JPost

"Hoy tenemos la posibilidad de comprobar la presencia deprimente de nuestro 'gen' destructivo, el que todos conocemos demasiado bien y que es capaz de conducirnos a una batalla fratricida. Por lo visto, después de muchas décadas de conflictos militares y diplomáticos implacables, de guerras y operaciones militares, de ciclos interminables de venganzas, nos hemos acostumbrado a que la sospecha y la hostilidad dirigida contra nuestros enemigos se haya convertido en formas casi automáticas de pensamiento y comportamiento hacia todos los demás. Incluso contra alguien que es ligeramente diferente y no es un verdadero enemigo, aunque sea un miembro de la familia, en un amplio sentido del término".

Esas duras palabras provienen de la pluma de David Grossman, uno de los principales autores del país, y aparecieron este pasado viernes en un artículo de primera página escrito para el Yediot Aharonot. Y ellas no son las palabras que uno quisiera oír.

No hablo de los israelíes; después de todo, este artículo apareció muy a la vista en el principal periódico popular del país. Ni necesariamente de los partidarios de Israel en el extranjero; aunque el trabajo de Grossman, sobre todo dentro de la no ficción, sea sumamente crítico con la política israelí de los territorios. Él representa a uno de los autores locales más aceptados en el mercado internacional, sobre todo entre los lectores de la diáspora judía.

¡No!, en este caso se refería a los partidarios de la causa palestina, sobre todo en Italia, quienes no quieren que las palabras de Grossman - ni de ningún autor israelí - sean escuchadas en un foro público de Turin. Por lo visto, una selección de autores israelíes, Grossman, Amos Oz y A.B. Yehoshua, como invitados de honor en la prestigiosa Feria de Libro Internacional de Turin, ha provocado las protestas contra su invitación por parte de activistas políticos de la izquierda italiana y en otras partes, incluso varios prominentes intelectuales árabes radicados en Europa, como Tariq Ali y Tariq Ramadán Tariq.

Unos exigen que la feria de libro sea anulada, otros que sólo se permita que vengan los israelíes si un número similar de autores palestinos comparte el protagonismo con ellos. Amenazas similares también están siendo dirigidas a una feria de libro de Paris programada también para honrar a la literatura israelí.

"¿Entonces, por qué la Feria de Turin no invita a autores palestinos en un número similar? 30 escritores israelíes y 30 escritores palestinos ...," escribió el autor paquistaní-británico Tariq Ali en la revista Counterpoint justificando su decisión de boicotear el acontecimiento. "Cuantas veces tenemos que acentuar que la crítica de las políticas coloniales de Israel no es antisemíta. Aceptarlo es hacerse víctimas complacientes del chantaje de los organismos israelíes para hacer callar a sus críticos. Hay algunos valientes críticos israelíes, como Aharon Shabtai, Amira Hass, Yitzhak Laor y otros que no permitirían que sus voces fueran amortiguadas de esta manera. Shabtai rechazó asistir a dicha feria. Como podría hacerlo yo por otra parte".

Hasta ahora los organizadores del acontecimiento turinense no se han intimidado. Rolando Picchioni, presidente de la fundación que patrocina el acontecimiento, dijo a New York Times: "nunca hemos tenido una polémica como esta antes. Hace algunos años honramos a los escritores catalanes, y ellos, esencialmente, se presentaron como un estado independiente, pero España no protestó. Un país tiene que ser capaz de venir a la feria sin que se compense a otro país. ¿Qué es lo siguiente? ¿Si honramos a Rusia, también tenemos que invitar a Chechenia? ¿Y China? ¿Debemos invitar al Tíbet?"

¿O en realidad, hay algún acontecimiento cultural que presente a artistas árabes - o palestinos - y que exija la inclusión de una representación israelí similar? Por supuesto que no, excepto, evidentemente, cuando se trata de Israel.

Sólo con el estado judío, único entre todas las naciones, es exigido tal tratamiento de forma tan extensa y continuada. A pesar de las protestas de Ali, existe efectivamente una frase apropiada para cuando tales actitudes singulares y discriminatorias son exigidas y aplicadas.

Por otro lado, no es ninguna sorpresa que a pesar de esto haya algunos escritores israelíes que han decidido prestar atención a las protestas y no asistir a la feria. Como en la mayoría de las sociedades occidentales la escena literaria se inclina predominantemente a la izquierda, expresando habitualmente opiniones más "progresistas" que las predominantes, a veces radicalmente.

En Israel, donde las cuestiones existenciales son bastante más importantes que en la mayor parte de las naciones de Europa o Norteamérica, estos autores han despertado las mayores controversias y han tenido un impacto público bastante más considerable que sus colegas de Occidente.

Esto es particularmente cierto para algunos escritores invitados a la feria de Turín, quiénes en épocas previas a su celebridad actual eran verdaderos pioneros de tales posiciones y a la vez innovadores dentro de la sociedad israelí.

El cuento de Yehoshua "Frente a los Bosques", escrito hace más de cuatro décadas, estaba entre las primeras expresiones literarias de la culpabilidad israelí por la destrucción de pueblos palestinos durante la Guerra de la Independencia. Las novelas de Oz, sus historias y ensayos reflejan una condena casi constante del modo de pensar más militante de la empresa sionista, y él, correctamente, es considerado por muchos como una conciencia liberal de esta sociedad. El trabajo periodístico de Grossman, "Viento Amarillo", permanece como la obra crítica más influyente sobre la ocupación de los territorios.

Aún así, honrar a tales autores homenajeándoles en la feria de Turín, según un panfleto distribuido por sus boicoteadores, es "ponerse del lado de aquellos que metódicamente trabajan para aniquilar a Palestina y a los palestinos".

La ironía aquí sería absolutamente ridícula, si la materia no fuera tan seria. La única verdadera objeción de estos boicoteadores contra los homenajeados en Turín ( Oz ,Yehoshua, Grossman...), es que estos todavía creen en una visión de judíos y palestinos viviendo al lado unos de otros, en sociedades que permitan realizar su propia y legítima autodeterminación política, social y cultural. Para sus críticos, tal punto de vista es ilegítimo si se permite que un estado judío, de cualquier clase, sea una realidad. Por lo visto, cualquier autor israelí es digno de condena si deja de rechazar no sólo algunas acciones de Israel, sino también su existencia.

Tales opiniones no desalentarán seguramente a aquellos autores israelíes que expresan sus opiniones creyendo que son las mejores para todos sus ciudadanos, y no sólo para los palestinos. Aún se debería reseñar que este es otro ejemplo de por qué, cuando los trabajos históricos cuenten en el futuro la crónica de como esta tierra fue dividida finalmente en un estado israelí otro y palestino, estos valientes escritores israelíes desempeñaron un papel esencial, mientras que algunos de los partidarios más fervientes de los palestinos, por intolerancia e ignorancia, cometieron una injusticia no sólo con estos autores, sino contra su propia y autodeclarada causa y contra unos ideales culturales mucho más elevados.

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