Saturday, March 29, 2008

Nassrallah y los árabes israelíes (de amenazas y desigualdades, supuestas o no) - Dan Margalit - Israel Hayom

- Nassrallah

Después de la Segunda Guerra del Líbano, Hassan Nassrallah afirmó que si hubiera sabido cómo reaccionaría Israel no habría secuestrado a Ehud Goldwasser y Eldad Reguev. A pesar de la sangre derramada, de la protesta de los oficiales, del "repaso" del Informe Winograd, y de las mentiras acerca de que la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU frenaría el paso de los misiles en la frontera sirio-libanesa, a pesar de todo ello, Ehud Olmert se aferra a la confesión del líder de Hezbollah para justificar su negligente manejo de la situación. Él ve en esa declaración un testimonio por parte del enemigo de que el poder de disuasión israelí todavía sigue vigente.

Esta semana Nassrallah dio la vuelta al marcador, cuando se atrevió a lanzar la provocación de que la Segunda Guerra del Líbano ha generado una situación en la que el exterminio de Israel ya no es un sueño vano. La fuerza de Israel para disuadir al nacionalismo árabe de emprender su destrucción está agotada.

Nassrallah sabe que sus palabras son falaces. Se trata de una bravuconada que intenta ocultar su bochorno. A excepción de una sola cosa: Nassrallah también sabe que si nuevamente son secuestrados soldados en la frontera norte, el actual gobierno israelí no podrá cobrarse el mismo precio, el que comenzara a cobrar, pero no terminara, en la guerra anterior.

Olmert no se acercará a la fuente de su desgracia. Ya no bombardeará con toda su fuerza y no convocará a los reservistas para un gran ataque terrestre que evitó realizar durante el asalto anterior. Y eso, de hecho, es la póliza de seguros de Nassrallah, que se suma al glosario del exterminio a lo Ahmadinejad.

- Árabes israelíes

Con vistas a la celebración del Día de la Tierra, que volverá a encender los instintos a principios de esta semana, se reunieron en torno del programa televisivo "Política" del Canal 1 dos bandos enfrentados. Efi Eitam, Tzipi Jutovli y Shlomo Tuizer, enarbolaron la bandera de la derecha. La bandera palestina flameaba en manos de Imal Ziada y Fadi Shvita, y cerca de ellos se sentó el diputado de Meretz, Ran Cohen.

Los hechos no son un problema para los participantes en este tipo de discusiones. La libre imaginación es el campo de batalla verbal. Todo vale. El estado de los judíos no fue creado sobre los escombros del pueblo palestino, como sostienen los agitadores árabes de Yaffo, sino que rechazó un ataque para echar a sus habitantes al mar. Pero eso no interesa al liderazgo árabe.

Israel prometió igualdad de derechos a sus árabes y no cumplió. Ellos aprendieron a burlarse del estado y de sus leyes. Israel comenzó un lento proceso de corrección de la injusticia, pero ellos dejaron de interesarse en dicho proceso.

Israel les prometió, con un paternalismo enervante, derechos que de todos modos les corresponden. Ellos se niegan a asumir todo tipo de obligación civil. El joven judío está más discriminado que el árabe (y que su par haredí, que se evade del servicio militar), pero sólo unos pocos se atreven a declararlo públicamente.

El estado de Israel reconoció el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino. En cambio, ellos se niegan a reconocer el derecho del pueblo judío a la suya. Israel pide que pueda haber una población judía en la futura Palestina. Ellos se oponen. Sólo a ellos les está permitido tener pueblos y ciudades con entidad propia, árabe, en Israel. No hay reciprocidad en los derechos y en las obligaciones.

Cuando Israel opina que el liderazgo árabe israelí ha cruzado el límite de la legitimidad, eso es calificado de persecución racista. Cuando ellos gritan en la plaza pública a favor del exterminio de la entidad sionista, eso es visto como la expresión de una opinión legítima.

Por supuesto que su derecho a la igualdad en la distribución de los recursos está más allá de toda discusión. Pero los árabes de Israel no se detendrán por sí mismos en el límite de lo permitido. Ellos no venderán su aspiración nacional irredenta por el plato de lentejas de la distribución justa de los recursos.

Sólo los ingenuos o los simuladores, que no respetan a los árabes israelíes, pueden creer eso. Los diputados árabes están poniendo a prueba el límite de la paciencia judía. Por eso hay que poner un tope, fijar el límite. Si no se halla un freno al extremismo por medios pacíficos y de consenso, tendrá lugar una quiebra cuya solución será insoportable.

"Cesarea y Jerusalem, si te dijera un hombre: ambas han sido destruidas, no lo creas. Si por el contrario te dijera que se ha destruido Cesarea y ha vencido Jerusalem; o que se ha destruido Jerusalem y ha vencido Cesarea, créelo". A menos que prime la sabiduría de la moderación. Pero ésta no se distingue en la neblina.

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