Saturday, April 05, 2008

Caballos en Jerusalén - Shlomo Avayou



Sacrificio en Toledo

Para mí, indigno de irrumpir
en la gran intimidad del silencio, la distancia más dolorosa
entre palabras y esencias es la lengua materna.

Éstas son las Toledot (generaciones), Jerusalén de España.
Sí, un cielo familiar y un Monte de los Olivos,
extraños, en el corazón de la tierra se encierran.

"Abraham se levantó de mañana y puso los arreos" (Génesis 22:3).
Así fue, un padre y su hijo.
Dios y el hombre me consagraron al fuego.

Como el mendigo de El Greco que engulle el viento
y renuncia a su carne en favor de su altura,
desde el Tajo hasta el Gólgota me angustio.

Enfebrecido desde la niñez, la aurora es para mí
como el primer reflejo de un niño en el espejo.
Mi alma languidece peregrinando hacia sí misma.


Francisco de Zurbarán

Como aquel Minotauro, enfebrecida,
desea la sangre sacrificada de sus hijos.
Alma torturada y agitada, hábito religioso
arrastrándose por los lóbregos pasillos.

! Cuán agotada está la luz de iluminar los rostros !
Como pergaminos resecos de las bibliotecas conventuales
nos reunimos en el sótano un grupo de inquisidores
para atar nuestro cuerpo al potro de la tortura.
La misericordia huyó como una golondrina atemorizada.
Procesiones religiosas en la noche del murciélago.

Yo, Zurbarán, un judío,
estuve ahí llorando como neblina a ras de tierra.
En los laberintos de mi alma llena de hollín,
la eterna Sefarad, la de la gloria y la culpa.

En ls sótanos, la armadura del conquistador
se vanagloria, tierra que en la red de las iglesias
dolorosamente se esconde, pero no de mí.
Mereces que te dedique este llanto, Zurbarán
(¿eres de veras un cristiano viejo?),
pues Sefarad sin tu oscuridad, no es Sefarad.


Torquemada, hermano mío

! Demasiado embeleso pervierte el amor !
Vi en la catedral la encapuchada sombra
de tu hábito implorante. También la vi
entre los arcos angustiosamente tristes de Segovia.

Mi ardiente alma judía, enigmática y herética,
persigue la mariposa nocturna.
Y tú insistes, con el más terrible instinto,
en purificar mi cuerpo con azotes de fuego.

¿Quién conoce mejor el ansia de tu alma,
oh verdugo, afligido adversario,
mejor que tu hermano, la víctima? Vigilas
mi caída, acechas el más leve desliz.

Nadie me presta atención,
brizna evadida de una tribu asimilada,
perdida en el amargo asfalto de las ciudades sin bondad divina.
¿Qué más da si soy judío o cristiano? ¿Qué mas da?


Enladinar con los muertos

A veces me despierta presurosa mi alma.
¿A dónde vas? le digo.
Se refleja en la memoria hablándome con congoja.
Andando están los muertos, muertos de tanto andar.

El tiempo que me viola, tendría que haberme consolado.
Olvidado por el agua, en el pozo susurran
sombras y espíritus que todavía me conocen.
Dicen: Demanyanika, dicen: Demadrugada, dicen: Sabahla (el alba).

Desconfiado miro a mi madre muerta peinándose.
Sus cabellos, como cascadas de sueño, viven, caen.

Son la manos de Vida, mi abuela, que afalagan (halagan),
transparentes, mi cráneo. Soy un niño rapado y frío.
Hay temor de piojos en la Talmud Tora, la pequeña escuela,
quemada ya, de la Judería. Aquí estoy envejeciendo.

Escucho las aguas, el susurro de mis antepasados.
Aquel pozo seco sigue suspirando, cuando, súbitamente,
me despierto con temor, el alma empapada. ¿A dónde vas?, le digo...




(Shlomo Avayou es un poeta israelí de origen sefardí, y que nació en Izmir, Turquía, en 1939, para emigrar finalmente a Israel en 1949. Autor de varias novelas y poemarios, se acaba de editar (2007) una antología personal en la colección CosmoPoética, titulada "Vigía de largas distancias".

Para quién quiera conocer más sobre el autor, dos referencias, un artículo sobre su obra y su amistad personal con su traductor, Joan Margarit, y su propia página web personal en hebreo)

Labels: , ,

0 Comments:

Post a Comment

<< Home