Saturday, April 19, 2008

Decir no a Carter - Shmuel Rosner - Haaretz

Los principales funcionarios israelíes no no son los primeros en tratar de evitar un encuentro con Jimmy Carter. Varios miembros de la administración Clinton hicieron ya, incluso el antiguo presidente y su esposa candidata; también ha sido el caso de la mayor parte de los miembros de la administración del anterior presidente Bush, incluso el mismo; y por supuesto en la actual administración.

Carter tiene una característica extraña: le resulta más fácil hacer amigos con los dictadores. Si los compañeros de una persona definieran su personalidad y su carácter, he aquí entonces una lista parcial de la gente con quien Carter se lleva tan bien: Saddam Hussein, Yasser Arafat y Kim Il Jong.

Carter ha ayudado en no pocas actividades humanitarias, señalaba Brent Scowcroft, antiguo Consejero de Seguridad Nacional estadounidense con Bush padre, solamente que "su juicio político es horrible".

Después de que Iraq invadiera Kuwait el 2 de agosto de 1990, Carter se opuso a aplicar la fuerza para expulsar a los invasores. Hasta tuvo una idea creativa de como solucionar la crisis: "ahora es el momento propicio para que Israel avance con una iniciativa de paz genuina".

En términos simples, una retirada israelí de los territorios a cambio de una retirada iraquí de Kuwait. Así son la mayor parte de sus ideas creativas, pocas de ellas útiles, unas cuantas peligrosas y las mayoría de ellas excéntricas.

Las administraciones americanas de Reagan y del segundo Bush vieron rechinar sus dientes con sus interminables actividades, y en particular su asombroso talento para las relaciones públicas. Cuando la administración de Clinton alcanzó un trato con Corea del Norte, Carter desempeñó un papel en el alcance del polémico acuerdo. Los altos funcionarios tuvieron que contemplar al ex presidente robarles el protagonismo en una emisión a la nación desde la CNN a la que Carter había invitado de antemano. Carter ha convertido su autopromoción, a través de un comportamiento escandaloso, en una forma de arte.

Así es exactamente como él vende sus libros, incluso el que presenta a Israel como un estado de apartheid. Un libro que reveló, aun si ese no fuera su objetivo, la hipocresía fundamental que es la base del partidismo político concerniente a Carter. Cualquiera que ataque a un presidente como Bush por deformar los hechos a fin de obtener objetivos políticos, por contra no tiene ningún problema en aceptar el libro de Carter, que solamente es un brebaje de exageraciones, invenciones, deformaciones y mentiras. Cualquiera que discrepe con Bush debido a que su fe religiosa le sirve como soporte de sus acciones políticas no tiene ningún problema con las mismas motivaciones religiosas de mesianismo de Carter.

El error que los americanos protagonizaron al elegirle presidente en 1976 fue sobre todo un acto de castigo contra el Partido Republicano después del asunto Watergate, y corrigieron su mala elección a la siguiente oportunidad disponible. Pero Carter es un "regalito" que continua ofreciéndose, aun cuando nadie quiera recibirlo más. El honor debido a Carter, su contribución al logro del tratado de paz entre Israel y Egipto, está escrito en los libros de historia, pero él no vino al Oriente Medio esta semana por ese honor, sino a trabajar.

Y su trabajo, durante años, ha tenido un objetivo: minar al estado de Israel, frustración de todas sus políticas y ridiculización de todas sus esperanzas. Por eso Israel actuó correctamente al recibirlo solamente a nivel ceremonioso - el presidente Shimon Peres - y evitar después los encuentros con aquellos que se suponen deben hacer el trabajo: el primer ministro Ehud Olmert y el ministro de defensa Ehud Barak.

En una entrevista antes de esta semana, Carter dijo Akiva Eldar del Haaretz varias cosas asombrosas. Carter, aparentemente, no estaba particularmente apenado por la respuesta negativa a encontrarse con él: "en una democracia, usted no tiene por qué dirigirse al líder para saber lo que el país siente. Cuando voy a una dictadura, sólo tengo que dirigirme a una persona y esa es el dictador, porque habla por toda la gente", reflexionó con conociemiento.

Las palabras fueron muy bien elegidas, pero con un mensaje malévolo dentro de ellas: en una dictadura es imposible confiar en el poder para conocer las opiniones de la sociedad, pero en una democracia como Israel lo contrario es lo verdadero, el gobierno elegido es el que expresa el humor del público, si no no habría sido elegido.

Carter, una vez la diluida la atención exagerada que genera, solamente es un fastidio. Un recordatorio doloroso del fracaso del electorado. Sus opiniones no representan el público americano, sus acciones no son vistas favorablemente por las administraciones que le prosiguieron, demócratas y republicanas, y su visión del problema esta centrada únicamente en su hostilidad continuada a Israel, al que ve como parcialmente responsable del final de su carrera presidencial después una sola presidencia.

En cualquier caso, la opción de aquellos que todavía siguen insistiendo en la necesidad de escuchar a Carter está basada en mentiras, es posible ignorarlo, protestar por sus manipulaciones, y seguir aún trabajando por una paz verdadera entre Israel y los árabes. No hay ninguna contradicción.

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