Monday, June 30, 2008

Dos lecciones de la segunda Intifada deslegitiman la doctrina del apaciguamiento - Sever Plocker - Ynet

¿Por qué la gente elige olvidar la segunda Intifada e ignorar sus enseñanzas?

La segunda Intifada, que comenzó en octubre del 2000 para terminar en octubre del 2004, no es ya objeto más que de raros debates o análisis. La segunda Intifada ha sido colocada al margen y después evacuada del debate público. Las obras que le han sido consagradas están depositadas en los trasteros de las librerías. Las crónicas políticas no la mencionan apenas. Los medias la han olvidado. Las instituciones culturales la ignoran.

La amnesia sobre la segunda Intifada es sorprendente cuando se toma en consideración la importancia de las perdidas que ocasionó y su elevado precio.

Se trata de lo que la sociedad y la economía de Israel han debido pagar por ella, y del desastre que la Intifada ha supuesto para los palestinos y para Palestina. ¿Cuál es pues la razón de esta amnesia que disimula su negación? El deseo humano de ignorar una secuencia de hechos que rompe con los usos corrientes y que comprometen la vida ordinaria. Desde que la Intifada terminó, nos hemos apresurado a eliminarla de nuestra conciencia y de volver al confort de lo que es familiar, aceptable, previsible, normal.

La segunda Intifada ha puesto en causa e invalidado dos hipótesis de base, una especie de axiomas universalmente aceptados a lo largo de todo el proceso. Según la primera hipótesis, la prosperidad económica es la base de la paz. Según la segunda, el terrorismo no puede ser derrotado por la fuerza. Esas dos tesis probablemente estaban enraizadas en nuestra percepción colectiva y ahí permanecieron siempre, inspirando la visión dominante cuando el conflicto israelí-palestino estalló nuevamente. Los dos postulados son políticamente correctos y proporcionan una doctrina de análisis y de elucidación coherente.

Si se rompe con esas hipótesis, abandonamos las interpretaciones a las cuales estamos habituados para entrar en lo desconocido. Es por eso que tanta gente prefiere olvidar que hubo una segunda Intifada, y quieren ignorar sus enseñanzas. Sin embargo, lo que se sepulta resurgirá algún día, inevitablemente.

La segunda Intifada estalló en el momento en que la prosperidad de la economía palestina estaba en su cenit. En definitiva, tras ella, los frutos de los acuerdos de Oslo se desvanecieron progresivamente para las capas y las categorías sociales más desamparadas de Cisjordania y Gaza. El nivel de vida de los palestinos había subido como una flecha, había dinero, los turistas afluían a toda Tierra Santa, los inversores extranjeros valoraban el coste y la buena mano de obra de los palestinos, mientras que los comerciantes palestinos descubrían el poder de compra de los consumidores israelíes.

Esos éxitos fueron borrados de un plumazo en octubre del 2000. La segunda Intifada ha costado a los palestinos la anulación de las realizaciones económicas de una generación. Serán necesarios al menos de 10 a 15 años para que la renta per capita en Palestina recupere su nivel de Octubre del 2000.

El bienestar y el porvenir de millones de palestinos ha sido sacrificado sobre el altar de la devoción de la revolución nacional y religiosa. La normalización, la estabilidad, el crecimiento de una clase media y la búsqueda de un nivel de vida más elevado eran un desastre y un crimen a los ojos de líderes como Yasser Arafat y Ahmed Yassine. Ellos querían la violencia, la guerra permanente, la sangre y el fuego, y eso es lo que obtuvieron. Ambos, actualmente, están enterrados en el suelo de Palestina junto con millares de sus compatriotas que han pagado el precio de sus antojos.

¿Y para conseguir qué? Para nada. Después de todo, no había razón para que Israel consiguiera una victoria aplastante e irresistible en la segunda Intifada. Centenares de artículos escritos durante toda la Intifada ponían en guardia a los dirigentes de Israel contra toda tentativa de combatir el terrorismo por la fuerza, ya que entonces el fracaso estaría garantizado. El ejército regular de un estado democrático no podría vencer jamás a grupos terroristas-resistentes, o guerrilleros, y que operan entre poblaciones civiles oprimidas como pez en el agua. Es lo que nos enseñó el genio argentino-cubano, Che Guevara, y otro genio vietnamita, Ho Chi Minh.

A falta de más alternativas, Israel ignoró esas recomendaciones y avisos estratégicos. En una acción multiforme, integrando los ataques contra los estados mayores del terrorismo urbano, la eliminación de los jefes terroristas más importantes y el despliegue de medios de información humanos y tecnológicos, Israel venció a sus enemigos. Lo increíble se produjo, - y aún así fue rechazado desde el primer momento -, en particular después de la hospitalización de Ariel Sharon.

El mundo continua derramando dinero a título de ayuda para la Autoridad Palestina, con la esperanza de comprar así un arreglo o un acuerdo de paz. Mientras, la mayor parte de los palestinos han votado a favor de una nueva “revolución” destructora bajo la égida de Hamas. Decenas de millares de israelíes han continuado estableciéndose en Cisjordania, complicando la vida cotidiana de los palestinos, aunque la victoria del ejército israelí en la segunda Intifada haya demostrado que las implantaciones no son una riqueza sino un fardo.

Entretanto, la falsa idea de que una “organización terrorista no puede ser vencida” paraliza al gobierno israelí desde que Hamas llegó al poder en Gaza: en definitiva, en lugar de que sean ellos, Hamas, quien nos reconozca, seremos nosotros finalmente los obligados a reconocer al estado de Hamastan.

¿Ha existido alguna vez la segunda Intifada, o se tratará solamente de un mal sueño?

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