El debate británico sobre Israel - Petra Marquardt-Bigman - JPost BlogCentral
Es demasiado sencillo calificarlo como "diplomático" cuando Ron Prosor, el embajador de Israel en el Reino Unido, afirmó en un artículo publicado la semana pasada que "Gran Bretaña es un foco de sentimiento anti-israelí". Prosor señalaba que en los medios de comunicación británicos "la cobertura del conflicto israelo-palestina está sistemáticamente viciada por la parcialidad y por una sorprendente ignorancia del contexto". Haciendo hincapié en que "Israel es una democracia bajo el fuego", Prosor sostuvo que "cuando este contexto se ignora, se despeja el camino para una inaceptable demonización de Israel", y terminaba expresando su preocupación por el hecho de que "los elementos más extremistas en el debate se han permitido controlar la corriente principal".
Inevitablemente, las opiniones de Prosor fueron rápidamente impugnadas - no menos por los que sin duda han contribuido en convencer al embajador israelí de que había motivos para estar preocupado por una "demonización de Israel". Brian Klug, un miembro prominente del controvertido grupo británico " Voces Judías Independientes", afirmó que el destemplado ataque de Prosor a sus adversarios, con sus amplias generalizaciones y sus imputaciones, es en sí mismo una forma de demonización y un intento de deslegitimación de dos debates perfectamente válidos".
Los dos debates que Klug defiende como "perfectamente válidos" se referían a la llamada "solución de un único estado" y a la campaña de boicot académico contra Israel. Si bien Klug no presentó sus argumentos de una forma sencilla, aseguró a sus lectores que él mismo ni favorece el planteamiento académico de "una solución de un único estado", ni de un boicot de Israel, pero que su postura en última instancia se reduce a la convicción de que es "perfectamente válido debatir sobre el derecho de Israel a existir como un estado judío", y que es "perfectamente válido argumentar a favor de un boicot académico de Israel con el fin de presionar al gobierno israelí para que se retire de la Cisjordania". La defensa por parte de Klug de esos debates se basa en sus afirmaciones de que las cuestiones en juego son "muy complejas", y que muchas personas que favorecen la "solución de un único estado" o de un boicot académico de Israel pueden estar motivadas por los más nobles sentimientos.
Pero es difícil creer en nobles motivaciones o en la "buena voluntad" que Klug invoca explícitamente respecto a esos debates, cuando se trata de negar la legitimidad de Israel como un estado judío o de tratar de castigar a los académicos israelíes por una situación que como individuos no tienen poder para cambiar y a la que incluso pueden oponerse. En todo caso, la defensa de Klug de esos debates no hace más que reforzar la aseveración de Prosor de que "Gran Bretaña es un foco de sentimiento anti-israelí".
Sin embargo, lo que Klug no especifica, aunque a menudo es la justificación definitiva de las opiniones que defiende, es la afirmación de que los partidarios de "una solución de un único estado" y del boicot contra Israel no están motivados por un sentimientos anti Israel, sino por su postura enfática pro-palestina. De hecho, tanto la "solución de un único estado" como las campañas que abogan por el boicot contra Israel son fuertemente apoyadas por los activistas palestinos en Gran Bretaña. Demasiado evidentemente esta supuesta postura "pro-palestina" se expresa en unas formas que delatan una estrategia basada en ocasionar el mayor daño posible, en el supuesto de que los palestinos ganarán con la deslegitimación de Israel.
También cabe destacar que algunos de los puntos más importantes recalcados por Prosor ni siquiera se mencionan en el apasionado intento de Klug de refutar las críticas del embajador a los británicos respecto al debate sobre Israel. Prosor había argumentado que la popularidad del sentimiento anti-Israel en los campus británicos se debía en gran medida a la cobertura que los medios de comunicación realizaban del conflicto israelo-palestino, cobertura que calificó como caracterizada por una "rutinaria y viciada parcialidad y por una sorprendente ignorancia del contexto". Como señaló Prosor:
"Desgraciadamente, el ciudadano británico medio ignora que desde que Hamas tomó el control de Gaza el año pasado, cerca de 1500 cohetes y bombas de mortero han aterrizado en suelo israelí. Ningún gobierno del mundo toleraría tal continuado ataque sin tomar medidas. Israel es una democracia bajo el fuego, pero cuando este contexto se ignora, se despeja el camino hacia una enfermiza e inaceptable demonización de Israel".
La ignorancia del contexto en la cobertura mediática del Reino Unido sobre Israel es, efectivamente, una de las más comunes violaciones de los principios aceptados por la industria periodística, y que reseña la reciente web de control de los medios "Just Journalism". Lamentablemente, aun cuando ya no se repitieran tales violaciones, no hay duda de que se ha causado un daño duradero a lo largo de todos estos años con esas sesgadas coberturas que reflejaban una simplista narrativa dual "villano-víctima" y que han generado con su impaciencia informaciones y relatos acerca de supuestas atrocidades israelíes como la "Masacre de Jenin", mientras que posteriormente los informes que corregían las falsedades o las exageraciones raramente disponían de similar importancia y relevancia.
Sin embargo, bien puede ser cierto, como el ministro británico de educación superior argumentó en su respuesta a Prosor, que cuando se trata del "clima de odio" contra Israel en los campus británicos, sólo se trataría realmente de una pequeña minoría hostil la que mantiene esas opiniones de Israel. Al mismo tiempo, no hay duda de que tanto en los círculos británicos académicos como en los medios de comunicación, se trata de una minoría muy influyente y no por ello menos importante, ya que expresan sus opiniones en una lengua que es fácilmente comprensible para millones de personas en todo el mundo. Cuando esta minoría considera que no debe haber líneas rojas en el debate sobre Israel y que es incluso aceptable negar la legitimidad de Israel como un estado judío, uno sólo puede concluir que las preocupaciones expresadas por el embajador de Israel en el Reino Unido están totalmente justificadas.
Inevitablemente, las opiniones de Prosor fueron rápidamente impugnadas - no menos por los que sin duda han contribuido en convencer al embajador israelí de que había motivos para estar preocupado por una "demonización de Israel". Brian Klug, un miembro prominente del controvertido grupo británico " Voces Judías Independientes", afirmó que el destemplado ataque de Prosor a sus adversarios, con sus amplias generalizaciones y sus imputaciones, es en sí mismo una forma de demonización y un intento de deslegitimación de dos debates perfectamente válidos".
Los dos debates que Klug defiende como "perfectamente válidos" se referían a la llamada "solución de un único estado" y a la campaña de boicot académico contra Israel. Si bien Klug no presentó sus argumentos de una forma sencilla, aseguró a sus lectores que él mismo ni favorece el planteamiento académico de "una solución de un único estado", ni de un boicot de Israel, pero que su postura en última instancia se reduce a la convicción de que es "perfectamente válido debatir sobre el derecho de Israel a existir como un estado judío", y que es "perfectamente válido argumentar a favor de un boicot académico de Israel con el fin de presionar al gobierno israelí para que se retire de la Cisjordania". La defensa por parte de Klug de esos debates se basa en sus afirmaciones de que las cuestiones en juego son "muy complejas", y que muchas personas que favorecen la "solución de un único estado" o de un boicot académico de Israel pueden estar motivadas por los más nobles sentimientos.
Pero es difícil creer en nobles motivaciones o en la "buena voluntad" que Klug invoca explícitamente respecto a esos debates, cuando se trata de negar la legitimidad de Israel como un estado judío o de tratar de castigar a los académicos israelíes por una situación que como individuos no tienen poder para cambiar y a la que incluso pueden oponerse. En todo caso, la defensa de Klug de esos debates no hace más que reforzar la aseveración de Prosor de que "Gran Bretaña es un foco de sentimiento anti-israelí".
Sin embargo, lo que Klug no especifica, aunque a menudo es la justificación definitiva de las opiniones que defiende, es la afirmación de que los partidarios de "una solución de un único estado" y del boicot contra Israel no están motivados por un sentimientos anti Israel, sino por su postura enfática pro-palestina. De hecho, tanto la "solución de un único estado" como las campañas que abogan por el boicot contra Israel son fuertemente apoyadas por los activistas palestinos en Gran Bretaña. Demasiado evidentemente esta supuesta postura "pro-palestina" se expresa en unas formas que delatan una estrategia basada en ocasionar el mayor daño posible, en el supuesto de que los palestinos ganarán con la deslegitimación de Israel.
También cabe destacar que algunos de los puntos más importantes recalcados por Prosor ni siquiera se mencionan en el apasionado intento de Klug de refutar las críticas del embajador a los británicos respecto al debate sobre Israel. Prosor había argumentado que la popularidad del sentimiento anti-Israel en los campus británicos se debía en gran medida a la cobertura que los medios de comunicación realizaban del conflicto israelo-palestino, cobertura que calificó como caracterizada por una "rutinaria y viciada parcialidad y por una sorprendente ignorancia del contexto". Como señaló Prosor:
"Desgraciadamente, el ciudadano británico medio ignora que desde que Hamas tomó el control de Gaza el año pasado, cerca de 1500 cohetes y bombas de mortero han aterrizado en suelo israelí. Ningún gobierno del mundo toleraría tal continuado ataque sin tomar medidas. Israel es una democracia bajo el fuego, pero cuando este contexto se ignora, se despeja el camino hacia una enfermiza e inaceptable demonización de Israel".
La ignorancia del contexto en la cobertura mediática del Reino Unido sobre Israel es, efectivamente, una de las más comunes violaciones de los principios aceptados por la industria periodística, y que reseña la reciente web de control de los medios "Just Journalism". Lamentablemente, aun cuando ya no se repitieran tales violaciones, no hay duda de que se ha causado un daño duradero a lo largo de todos estos años con esas sesgadas coberturas que reflejaban una simplista narrativa dual "villano-víctima" y que han generado con su impaciencia informaciones y relatos acerca de supuestas atrocidades israelíes como la "Masacre de Jenin", mientras que posteriormente los informes que corregían las falsedades o las exageraciones raramente disponían de similar importancia y relevancia.
Sin embargo, bien puede ser cierto, como el ministro británico de educación superior argumentó en su respuesta a Prosor, que cuando se trata del "clima de odio" contra Israel en los campus británicos, sólo se trataría realmente de una pequeña minoría hostil la que mantiene esas opiniones de Israel. Al mismo tiempo, no hay duda de que tanto en los círculos británicos académicos como en los medios de comunicación, se trata de una minoría muy influyente y no por ello menos importante, ya que expresan sus opiniones en una lengua que es fácilmente comprensible para millones de personas en todo el mundo. Cuando esta minoría considera que no debe haber líneas rojas en el debate sobre Israel y que es incluso aceptable negar la legitimidad de Israel como un estado judío, uno sólo puede concluir que las preocupaciones expresadas por el embajador de Israel en el Reino Unido están totalmente justificadas.
Labels: Antisemitismo, Antisionismo, Israel, Marquardt-Bigman
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