Sunday, August 31, 2008

No se trata de la igualdad - Petra Marquardt-Bigman - JPost BlogCentral


A principios de este año, cuando Israel celebró su 60 aniversario, Judea Pearl publicó un artículo en el Jewish Journal bajo el título de "Haciendo frente a la negación". El artículo de Judea Pearl es, sin duda, de obligada lectura, pero el que yo leí, en una versión casi idéntica (con algunas pequeñas pero interesantes modificaciones), fue el publicado la semana pasada en el Haaretz bajo el título "Abajo con el síndrome de Israel". Éste es en realidad un título mejor que el original, sobre todo en vista de por qué el nuevo artículo de Judea Pearl es actualmente de gran actualidad: el debate sobre la llamada "solución de un estado" está claramente de moda.

Como señala Judea Pearl, el hablar de una "solución de un estado" es en realidad un eufemismo que oculta la eliminación de Israel. Es muy revelador el comprobar como, recientemente, Sari Nusseibeh, cuando reconoció que el renovado debate sobre la "solución de un estado" es "un ultimátum", agregó refiriéndose a las negociaciones en curso: "A menos que haya un avance importante antes del final de este año, en mi opinión deberíamos empezar a tratar de luchar por la igualdad".

La "igualdad" que Nusseibeh quiere para sus compatriotas supone renunciar a luchar por todos los medios a la ambición de los palestinos de tener un estado propio junto a Israel; e implica que deben aspirar a convertirse en ciudadanos israelíes.

Sin embargo, "igualdad", obviamente, es un término atractivo: evoca asociaciones al movimiento por los derechos civiles en los EEUU o la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, y, por lo tanto, es perfectamente adecuado para lograr dos cosas al mismo tiempo: sugiere una comparación entre Israel y los supremacistas blancos, y, por lo tanto, sirve para disimular que la demanda de "igualdad" exige a los judíos de Israel renunciar a su derecho a la libre autodeterminación. Después de todo, los palestinos no quieren una igualdad de derechos como ciudadanos en un Israel definido como un estado judío, sino que quieren una igualdad de derechos como ciudadanos de un estado bi-nacional supuestamente secular y democrático.

Por lo que respecta a los círculos occidentales progresistas, se trata claramente de una inteligente estrategia de marketing para la causa palestina: pinta a Israel como algo anacrónico, adjunto a una identidad étnica y religiosa, y arroja dudas sobre las credenciales democráticas del estado judío, mientras que los palestinos parecen orientarse hacia el futuro, dispuestos a coexistir pacíficamente en un estado bi-nacional donde la religión se limita a la esfera privada.

Pero si esto es lo que quieren los palestinos: ¿Cómo digerir el hecho de que un partido islámico, Hamas, venciera en las elecciones palestinas? ¿Cómo puede ser que un movimiento como Hizb ut-Tahrir, que aboga por la creación a escala mundial del califato, reúna a grandes multitudes en Cisjordania? ¿Cómo es posible que los documentos oficiales palestinos insistan en que los palestinos son "parte de las naciones árabes e islámicas", que el Islam es la religión oficial del estado palestino, y que la Sharia islámica debe ser la "fuente principal de la legislación"?

Y, lo más importante: ¿Cómo es posible que estas preguntas nunca sean planteadas, y mucho menos respondidas, por los entusiastas [occidentales] de la "solución de un estado".

Por supuesto, es muy fácil responder a esta última pregunta, la "solución de un estado" es atractiva por una sola y única razón: eliminaría a Israel como un estado judío. Toda la vacía retórica progresista sobre la igualdad, la democracia y el laicismo no puede ocultar que, en última instancia, su objetivo es que los judíos regresen el estado de minoría vulnerable en su antigua patria.

[N.P.: Se puede decir más alto pero no más claro]

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