Sunday, September 21, 2008

El sello distintivo del antisemitismo - Benjamin Weinthal - Haaretz



Antony Lerman protestaba por la ecuación "antisionismo = antisemitismo" en estas mismas páginas, con el argumento de que, debido a que muchos antisionistas son judíos, por ejemplo, este enfoque sólo "amplía el número de nuestros enemigos" y nos lleva a "perder el rumbo". Sin embargo, el hecho de no reconocer los efectos que produce el discurso de los judíos antisionistas sobre los no judíos crea un enorme punto ciego en la lucha contra la judeofobia.

Lerman se quejaba de que equiparar antisionismo y antisemitismo desvíaba la atención de las manifestaciones más "tradicionales" de odio al judío, y también interfería en el legítimo debate sobre las políticas de Israel. Lo que él no comprende es que en la época del post-Holocausto, de lo políticamente correcto, el antisionismo favorece, incluso lo vuelve socialmente aceptable, el canal por el que el antisemitismo se expresa a sí mismo.

Los intensos, desproporcionados, ataques enmascarados bajo la frase "crítica de Israel", o el cuestionamiento del derecho a la existencia del estado judío, no pueden ser excusados como una crítica legítima. Después de todo, las consecuencias prácticas de gran parte de la retórica antisionista significaría la disolución de Israel. Por lo tanto, son los mismos judíos antisionistas los que están "ampliando el número de nuestros enemigos".

La Alemania contemporánea ofrece un buen ejemplo de ello. Los principales medios de comunicación han subcontratado en gran medida la discusión sobre Israel en judíos anti-israelíes. Uno de estos últimos, una periodista freelance llamada Evelyn Hecht-Galinski, ha equiparado las políticas de Israel con las de la Alemania nazi, y sostenido que el "lobby judío pro-Israel es una activa red que se extiende por todo el mundo, y que gracias a América su poder se ha incrementado". En respuesta a sus palabras, el periodista judeoalemán, Henryk M. Broder, escribió que "las declaraciones antisemitas y antisionistas son su especialidad". Si bien Hecht-Galinski no se opone a la etiqueta antisionista, obtuvo una orden de restricción temporal para impedir que Broder le invocara el adjetivo "antisemita".

Enrabietados contra el estado judío, críticas como las de Hecht Galinski sirven para vacunar simbólicamente a los no judíos alemanes contra la acusación de antisemitismo, a la vez que promueven los prejuicios contra Israel. La habitual replica, "pero sí los propios judíos dicen esto [de Israel y de los judíos]", se ha convertido en la defensa habitual, en un tipo de sello Kashrut que justifica la comparación de Israel con la Alemania nazi, o culpabiliza a los propios judíos del incremento mundial de la lucha contra el antisemitismo.

Incluso mejor que la critica de Israel provenga de un judío de la diáspora, es que la formule un israelí, a través de unas críticas que pueden ser fácilmente malinterpretadas e incluso distorsionadas. El editor de cultura del diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung, Patrick Bahners, por ejemplo, en un reciente exoneración de Hecht-Galinski en la lucha contra los prejuicios sobre Israel, observaba que incluso algunos activistas y pacifistas israelíes comparaban la valla de seguridad a los muros del ghetto de Varsovia. Bahners, al igual que la mayoría de los alemanes (de acuerdo con un estudio de 2004), se siente cómodo con la analogía de que "los israelíes son a los palestinos lo que los nazis a los judíos". Y la mayoría de los grandes diarios de otros países también se han alineado con Hecht-Galinski.

Expertos alemanes sobre el antisemitismo son de la opinión de que la formulación "los israelíes son como los nazis", es un reflejo de una forma de "antisemitismo secundario". Ya hace dos décadas, el psicoanalista israelí Zvi Rex identificó un elemento fundamental del "antisemitismo secundario" en la post-Shoah, con su irónica observación de que "los alemanes nunca perdonarán a los judíos Auschwitz". En este punto de vista, Israel, sirviendo como un permanente recordatorio del Holocausto, les evoca culpa y resentimiento. Y ahí es donde proporcionar una plataforma a los pequeños y poco representativos grupos de judíos anti-Israel proporciona cierto consuelo.

Pero el antisemitismo secundario no se limita a Alemania, y es sorprendente que Lerman descuide tomar nota de su conexión con los desproporcionadamente altos niveles de sentimientos anti-Israel en la Europa de hoy.

Teniendo en cuenta el evidente vínculo entre el antisemitismo secundario y los sentimientos anti-Israel, parece ser especialmente contraproducente rechazar sumariamente - como hace Lerman - la "definición de trabajo" del antisemitismo de la Unión Europea, quien describe a estas manifestaciones como "aplicar un doble rasero a las normas que se requieren de Israel, exigiéndosele un comportamiento no requerido a ninguna otra nación democrática" y "las comparaciones de la política israelí contemporánea a la de los nazis".

La difusión de esta "definición de trabajo" hace progresar la comprensión contemporánea del antisemitismo. Y después de proporcionar a los gobiernos una serie de criterios, fundados en las más recientes investigaciones sobre el antisemitismo, si dicha "definición de trabajo" se adoptara legalmente por la policía y las autoridades locales las violaciones de los derechos humanos podrían ser controladas, y el tema nebuloso de lo que "realmente" constituye el antisemitismo podría ser examinado de manera más individual y objetiva.

La mayoría de los alemanes siguen sumidos en una concepción obsoleta del antisemitismo que abarca el punto de vista de los nazis ("los judíos están ligados al dinero, a las intrigas y son semi-humanos"). Mayor sensibilidad y sensibilización ante las manifestaciones contemporáneas del antisemitismo se echan en falta.

Un ejemplo es el caso del profesor Arnd Kruger, un historiador del deporte de la Universidad de Gottingen, quien ha afirmado que los 11 israelíes que fueron asesinados en el 1972 en los Juegos Olímpicos de Munich, esencialmente cometieron suicidio "por la causa de Israel". Según Kruger, se permitió que los atletas fueran asesinados por los terroristas palestinos de Septiembre Negro con el fin de prolongar la restitución financiera de Alemania, y para preservar la culpa del Holocausto entre los alemanes. Kruger fundamentó su teoría del martirio sobre "una diferente percepción del cuerpo humano" en Israel, supuestamente traducida en una alta tasa de abortos, añadiendo que "Israel trata de impedir a todo precio a las personas con discapacidades".

Las declaraciones de Kruger satisfacen las normas de antisemitismo, tal como se definen en la "definición de trabajo" de la Unión Europea, aunque aún así, hace dos semanas, la Universidad de Gottingen rechazó las acusaciones de mala conducta académica contra Kruger y le absolvió de la acusación de antisemitismo. Aparte de esto, no ha existido casi ningún clamor público en contra de estas indignantes sugerencias.

Lamentablemente, no hay escasez de Kruger en Alemania, y la coyuntura anti-israelí y las opiniones antisemitas son el sello distintivo del antisemitismo contemporáneo. Y aún si provienen de no judíos o de un grupo de marginales judíos antisionistas, y entran dentro de los criterios de la "definición de trabajo" del antisemitismo de la Unión Europea, debemos elevar enérgicamente nuestras voces para luchar contra la estupidez y el absurdo desfilando disfrazados de "crítica de Israel".

Labels: , ,

0 Comments:

Post a Comment

<< Home