Violencia sin ideología (Acre y mucho más) - Alma Zohar - Ynet
©Doron Adot/Ynet
(Fantástico y melancólico artículo de Alma Zohar. Una periodista y/o escritora a seguir).
He oído hablar acerca de los disturbios en Acre (Akko) al finalizar el Yom Kippur, de camino de regreso a la casa de mis padres en Jerusalém, donde he realizado el ayuno. La noticia me llevó de inmediato a mi infancia mixta en la Ciudad Vieja de Jerusalém, entre árabes y ultra-ortodoxos, con una sensación de amenaza latente, de tensiones por debajo de la superficie, mientras que por encima sólo se veía la fluidez de los prolíficos lazos comerciales . Me llevó de vuelta a la primera Intifada, la que convirtió la callejuelas de mi infancia en una zona de fuego, desde entonces, no he recuperado la sensación de seguridad paseando por ellas. Me llevó de regreso al momento en que estalló la violencia.
El mundo entonces era diferente. No era una pequeña aldea global, sino una muy grande. Las cosas que ocurrían en el extranjero parecían ocurrir en otro planeta. No había Internet. Teníamos un único canal de televisión oficial y casettes de música. América era una galaxia distante.
Vivíamos en la periferia. Fuimos una minoría étnica con un folklore nacional único dentro de un mundo compuesto de minorías étnicas y que todavía no se habían triturado en una masa consistente de cadenas de tiendas y telecomunicaciones gigantes. La política local ya era bastante. En lugar de la globalización, existía la Guerra Fría. El mundo se dividía en buenos y malos, y se sabía de qué lado estaba cada uno. Todos eramos políticos en ese momento. No teníamos "American Idol" por entonces y los centros comerciales todavía no se habían construido. Con el fin de entretenernos a nosotros mismos, nos paseábamos sin un fin preciso por el centro y esperábamos a que algo interesante sucediera.
La única cosa interesante que nunca ocurrió fueron los ataques terroristas. Estabamos celosos del fervor ideológico de los fanáticos del fútbol. Estábamos dispuestos a morir por lo que considerabamos lo justo. Fuimos a las manifestaciones. Llevabamos camisetas con símbolos impresos en ellas. No existían las marcas en ese momento, en lugar de ellas teníamos valores.
Los valores son una cosa romántica. Estimulan las emociones fuertes. Hoy suena pervertido, pero admirabamos a los dirigentes políticos. No existía Tzipi Livni por entonces. Teníamos a Shamir y Peres, a Rabin, Geula Cohen y Rechavam Ze'evi. La gente les amaba o odiaba. Una verdadera tormenta emocional. Realizábamos un seguimiento de sus acciones exhaustivo, como si fueran las actuales celebridades. Cuando ganaba nuestro candidato, se celebraba en la calle. Cuando perdía, se gritaba. Cuando era asesinado, colocábamos velas en las calles.
No había porno gratuito en Internet, sin embargo, eramos unos adolescentes llenos de necesidades en búsqueda de acción; participábamos en enfrentamientos callejeros con los ultraderechistas y provocábamos a los agentes de la policía durante las manifestaciones en la Plaza de París.
Somos los hijos de la década de los 70, la última generación de la era ideológica. La última generación de personas que aún no sabían cómo utilizar un ordenador. La última generación de jóvenes que se avergonzaban de esquivar el servicio militar. La última generación de los movimientos juveniles. En el momento en que crecimos, nuestros valores se convirtieron en irrelevantes. El mundo cambió a una velocidad alarmante. La tradicional división entre izquierda y derecha se derrumbó a nuestro alrededor. Los árabes arruinaron nuestra paz. Los kibutz fueron privatizados. Las Torres Gemelas se derrumbaron. Y nos encontramos frente a una profunda crisis de identidad.
Sin embargo, lo que nos pasó a nosotros, los izquierdistas radicales, también les pasó a nuestros enemigos acérrimos de la derecha: hoy nadie se preocupa por sus asentamientos; nadie está dispuesto a morir por un mayor Israel o por dividir la tierra de Israel. La gente prefiere morir en accidente de tráfico yendo de camino a ver a Paul McCartney. Mientras que los colonos eran evacuados de Gaza, la opinión pública sintonizaba el canal de comedias de la TV. Incluso nosotros, realmente, ya no les odiamos más. Su camino, al igual que el nuestro, terminó en un fracaso miserable. Todas las partes terminaron perdiendo el último asalto. En Yom Kippur, nos reuniremos en las pequeñas sinagogas de Jerusalém, y todos los izquierdistas renacerán como nuevos religiosos.
Una gran violencia estalló en Acre. Violencia sin ideología. Violencia que no tiene por objeto provocar un cambio. Violencia entre ambas partes que, de hecho, no tienen idea de lo que quieren. Violencia entre árabes, que nunca estarían de acuerdo en unirse a un estado palestino, y judios, que ya no están dispuestos a pagar el precio de la ocupación. Esa violencia que se deriva de la frustración, de la impotencia y de perder el camino. Violencia que enfrenta a personas que no saben que van en contra de personas que no saben donde van.
Esta violencia incluye cierta aspiración a una era en blanco y negro. Nosotros y ellos. Buenos y malos. En nuestra época, aun cuando todo estaba mal, por lo menos sabíamos a quién culpar.
Labels: 60 Aniversario, Amenazas, AZohar, Israel
4 Comments:
Ha asesinado la Globalozación y el consumismo a las ideologías...?
Confío que no.
:|
Exactamente igual que en el resto de occidente. Confusión total.No creo que sea la llamada globalización. Los tiempos mandan sobre las personas mientras no hay un fondo, un camino que seguir.
Te veo/leo peleón.
Las ideologías han fallecido por suicidio (sin necesidad de que haya siso demasiado asistido).
No te preocupes, la gente encontrará otros motivos para seguir resolviendo la vida a los demás sin ser requeridos
Iojanan:
Los tiempos mandan sobre las personas mientras no hay un fondo, un camino que seguir
O una Roca sobre la que apoyarse... (Deuteronomio 32:4)
:]
JAntonio:
Te veo/leo peleón
No por este tema, ya no.
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