Wednesday, November 26, 2008

¿Obama o Bibi? - Amir Oren - JPost

Las próximas elecciones de la Knesset son superfluas. El saliente gobierno podía y debía haber seguido gobernando por un período adicional de dos años, en un formato remodelado y con Tzipi Livni a la cabeza, sólo si a Ehud Olmert se le considerará incapacitado a raíz de su dimisión. Cuando se hizo evidente que Olmert no se ofreció voluntariamente a declararse incapacitado, Kadima debería haber haberlo hecho por él, pero en su lugar se reveló como una entidad débil, un partido suicida.

Un círculo vicioso político-jurídico se ha creado: Olmert no habría sobrevivido en el cargo a la espera de la formación del próximo gobierno si el fiscal general Menachem Mazuz hubiera seguido con lo que prometió en agosto: su disposición (favorable) a involucrar a Olmert en los casos Talansky y Rishon-Tours. Sin embargo, Mazuz esperó que Livni pudiera tener éxito en la formación de un gobierno, ahorrándole así crear un precedente inculpando al Primer Ministro. En esto, Benjamin Netanyahu buscando detener el proceso diplomático. Olmert, con su comportamiento egoísta, ha dañado seriamente las posibilidades de paz en nombre de las cuales difunde ahora declaraciones vacuas.

La visita a George W. Bush de esta semana de Olmert no reviste ninguna importancia desde un punto diplomático y de seguridad. Ambos dirigentes se encargan únicamente de supervisar una transición sin tropiezos y sin ningún tipo de autoridad para obligar a las próximas administraciones a hacer nada. La influencia de Bush sobre Barack Obama y el Congreso es próxima a cero.

Lo qué es especialmente ridículo en el caso de Olmert son los aparentes esfuerzos por garantizar el apoyo del presidente de los EEUU a la venta de aviones F-22 a Israel. La recomendación de Bush no tendrá ningún impacto en un sentido u otro. La Fuerza Aérea de los EEUU explicó al Congreso que los aviones más avanzados del mundo, los F-22, son vitales para la preservación de su propia supremacía aérea. Con esos razonamientos, el pensamiento del Congreso es prohibir la exportación de esos aviones, incluso a países amigos como Japón e Israel.

El secretario de Defensa Robert Gates, que ha expresado reservas sobre una inversión excesiva de fondos en los F-22, prefiere dejar la decisión sobre la continuación de este programa a la próxima administración. Israel tiene un largo camino por recorrer. A comienzos de diciembre, cuando Gates de la bienvenida el ministro de Defensa, Ehud Barak, este tratará de averiguar si va a permanecer en su puesto bajo la administración Obama.

En la administración Bush (senior), Gates fue adjunto del entonces Consejero de Seguridad Nacional Brent Scowcroft. A finales de la década de 1970, como asistente de jefe de la CIA, Gates - junto con el Asesor de Seguridad Nacional de Carter, Zbigniew Brzezinski - se reunió en Argelia con representantes del recién instalado gobierno del ayatolá Jomeini. Estos hechos son importantes para iluminar la red de vínculos que unen a estas personas de la tercera edad, como el republicano Scowcroft, de 83, y el demócrata Brzezinski, de 80, que han escrito conjuntamente un libro, aparecen en entrevistas y escriben artículos. Cada uno sólo puede ser un medio Kissinger, pero en conjunto son conocidos por ser influyentes, y Obama les escucha.

Gracias a la presencia de Gates y a la designada secretaria de estado, Hillary Clinton, no es demasiado descabellado imaginar a los ex presidentes Carter y Clinton, de pie, detrás de las bambalinas del plan de cuatro puntos que Scowcroft y Brzezinski han recomendado a Obama para resolver el conflicto árabe-israelí. Incluso el general retirado James L. Jones, un probable candidato para Asesor de la Seguridad Nacional, puede prestar su estatura y experiencia como ex comandante de la OTAN y como enviado de George W. Bush a Oriente Medio.

El plan es una versión actualizada de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU que ofrece "tierra por paz": una retirada israelí de Cisjordania hasta las líneas de 1967, con ligeras modificaciones que sean mutuamente acordadas con los palestinos (la entrega de territorio propio de Israel al estado palestino a cambio de bloques de asentamientos ubicados cerca de las acordadas definitivas fronteras); dos capitales en un Jerusalém compartido; una Palestina desmilitarizada, que no suponga ninguna amenaza para la seguridad de Israel; y una compensación financiera, a través de fuentes internacionales, para los refugiados palestinos, que tendrán que abandonar el sueño de la realizar el derecho al retorno (a Israel).

Con el fin de apaciguar a ambos lados, el plan propone un estacionamiento de fuerzas de la OTAN, o una fuerza internacional de mantenimiento de la paz, al parecer, no a lo largo de la longitud de la valla de separación, sino más bien en el valle del Jordán, a fin de servir como un amortiguador entre Palestina y el mundo árabe, y por lo tanto, frustrar la posible vinculación con elementos hostiles de Jordania en caso de un golpe islamista. Hace años, Scowcroft preconizó un envío de fuerzas americanas a las Altos del Golán en el caso de una retirada israelí que formaría parte de un acuerdo de paz con Siria.

Éste es un realista, e inclusive, un excelente plan, porque es "americano" y no "árabe". Es un plan aceptable para una abrumadora mayoría en Israel, salvo para los colonos y sus partidarios (y, del otro lado, para Hamas). Si un gobierno Livni-Barak se pusiera en marcha, tendría la fuerza de poder cooperar con una administración Obama-Clinton a fin de avanzar en esta dirección. Kadima, Laboristas y Meretz podrían aprobar este plan de cuatro puntos, lo que el Likud, en su actual composición de Bibi-Benny-Bogey (Netanyahu, Begin y Ya'alon) no podrían. Obama o Bibi, eso es lo que Scowcroft y Brzezinski piden indirectamente, en su llamamiento para que Obama actúe de inmediato para estimular a la población israelí a sumarse a esta posición. Tienen razón: todavía no es demasiado tarde para restaurar lo que Olmert ha destruido.

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