Friday, February 27, 2009

Judíos como coartada - Serge Mazouz



Si la definición de judío sigue siendo un tema espinoso en tanto que es enorme la variedad de opiniones y comportamientos (religiosos, culturales, sociales) que caracterizan al pueblo judío, existe una categoría que ha crecido particularmente en las últimas semanas: el judío coartada.

Llevado por la oleada de odio anti-judío disfrazada con los oropeles de la lucha contra el sionismo, los reprochadores perpetuos de Israel, dándose cuenta de los límites de su mensaje de odio - el cual debe todo a la ideología y nada a la razón -, están recurriendo a sus "propios judíos", llegados para la ocasión para denunciar de forma habitual, y con extrema virulencia, las "desgracias" y "abusos" ocasionados por los "sionistas" y por su ejército. Sus diatribas no se contentan con estigmatizar al estado judío, sino que también denuncian a cualquier judío que le manifieste simpatía. Se opera entonces una sutil distinción entre el buen judío (el que denuncia a Israel) y el mal judío (el que lo apoya).

Así, durante estas últimas semanas, se han expresado ampliamente en la prensa escrita o audiovisual, personajes tan diversos como Stéphane Hessel, Rony Brauman, Eric Hazan, y hasta otros más oscuros, como Jean-Moise Braitberg, por nombrar unos pocos.

Se puede leer bajo sus plumas los más frenéticos ataques contra el estado judío, yendo a veces hasta la puesta en cuestión de su propia existencia. El embajador Stéphane Hessel declaraba a la televisión suiza: "La ofensiva israelí contra Gaza es un crimen contra la humanidad". Para el editor pro-palestino, Eric Hazan: "Hay dos puntos que convierten a los acontecimientos actuales en lo más grave que les ha sucedido a los judíos desde Auschwitz”. El periodista Jean-Moise Braitberg añade: "vuestro estado [Israel] retiene prisionera a mi memoria familiar detrás de las barreras del sionismo, para hacerla así rehén de una supuesta autoridad moral que, diariamente, comete abominaciones que suponen una negación de la justicia”. En cuanto al profesor André Nouschi, el cual se presenta como un judío francés progresista de origen argelino, se dirigió al Embajador de Israel en estos términos: "No veo ninguna diferencia entre sus dirigentes y los de la Alemania nazi".

Y esto para no citar más que a unos pocos.

Si estas opiniones sorprenden por su violencia sin precedentes y por su tono panfletario, no son muy diferentes de muchos artículos o tribunas anti-israelíes a las cuales nos hemos acostumbrado, pero sus autores tienen una especificidad: todos tienen en común el pretenderse o presentarse como judíos, para así hacer destacar y recalcar mejor su feroz hostilidad hacia el estado judío. Así, con relación al editor de “La fabrique”, se puede leer: "En cada reunión, Eric Hazan señala que él era judío”. Durante sus entrevistas, Stéphane Hessel se presenta como medio judío por parte paterna. Todo esto queda bien resumido en el titular de un llamamiento: "Nosotros, judíos, contra los ataques de Israel", firmado por Brauman, Hessel, Francis-Kahn. La desmesura de estos textos debe ser recalcada, convirtiendo a sus autores en los invitados privilegiados de las web islamistas y antisemitas: Stéphane Hessel es recibido en taghrib.ir; Rony Brauman es copiosamente citado en Ogres.info (sitio de inenarrable Dieudonné); Eric Hazan es retomado en Etoile Rouge, web de la extrema izquierda...

Estos perseguidores del sionismo que se presentan o reclaman como judíos, como tales tienen otra característica sobresaliente: su ausencia en todas las luchas que el pueblo judío ha llevado durante los últimos cuarenta años. Desde el compromiso por la libertad de los judíos soviéticos a la lucha por la supervivencia de los judíos de Siria, junto con la denuncia de los ataques terroristas contra los judíos de Francia, como los ataques de la Rue des Rosiers y de la Rue Copernic [N.P.: En alguno de estos casos, atribuido originalmente a la extrema derecha, con toda seguridad su respuesta si fue “unitaria”, ya que aún hay grados en los que respecta a los enemigos].

¿Dónde estaban entonces nuestros brillantes polemistas? ¿Quién les oyó protestar cuando la oleada de actos antisemitas se incrementaba en nuestro territorio durante el año 2002, y no me atrevo a mencionar los recientes actos antisemitas? Ellos, que tanto critican la supuesta representatividad de las instancias comunitarias, ¿dónde estaban cuando 200.000 judíos franceses desfilaban contra el antisemitismo el 7 de abril de 2002? Desde luego, no con ellos.

De todos estos detractores del estado hebreo que tanto alardean de su judaísmo en público para mejor instrumentalizarlo contra Israel, lo más lamentable es que el odio sea su único modo de expresión. ¿Debemos verlos como esos judíos inauténticos que mencionaba Jean-Paul Sartre en sus “Reflexiones sobre la cuestión judía”? En cualquier caso, lo que da sentido a todos estos "judíos como coartada", es que sólo se reclaman o se nombran como judíos para dañar mejor así al pueblo del Libro.


(N.P.:)

El artículo de Jean-Moise Braitberg en Le Monde, además de provocar un cierto revuelo, es muy significativo. El contenido lo expresa perfectamente su título “Borren el nombre de mi abuelo [paterno] de Yad Vashem”.

Así pues, tras lo acontecido en Gaza - y aunque la petición se haga precisamente ahora, también por la "suerte corrida por el pueblo palestino durante los últimos 60 años", suerte que como todos sabemos sólo incumbe a Israel y a nadie más - el estado de Israel estaría inhabilitado para contener el memorial de Yad Vashem dedicado a la Shoah, en Jerusalem, y por ello para mantener el registro de un familiar suyo, su abuelo paterno, como víctima del Holocausto, y que así pueda llegar a “utilizarse como justificación" de los “excesos” del estado judío.

Algunas de las primeras reacciones críticas al artículo, cuyo tono, reproches y evocación familiar daban a entender - y no desmentía expresamente - la condición judía de su autor, hicieron mención del tema del auto odio judío u odio de si, lo que el autor, regocijado por su éxito, lo negó señalando muy ufano su religión cristiana protestante, de toda la vida, en la que fue educado por su madre no judía y también protestante.

Pero esta “revelación” sólo contribuyó a amplificar las críticas, no en lo que concierne a sus opciones religiosas, exclusiva responsabilidad de cada individuo, sino al hecho de la evidente superchería de su artículo, tanto por su manifiesta tonalidad al estilo de “como judío” (expresión típica de ciertos activistas judíos que sólo hacen mención y recuperan su judeidad para atacar a Israel), como por su descarada utilización política de las víctimas de la Shoah, del abuelo paterno en este caso, para así respaldar sus críticas actuales a Israel.

Esto nos lleva a las frecuentes acusaciones que estos mismos sectores emiten contra Israel por, supuestamente, “utilizar” la Shoah como justificación o parapeto, y una más reciente acusación por interpretarla y asumirla en Israel de forma casi “patológica” (por los efectos psicológicos de temor, parálisis y desconfianza que generaría con respecto a las relaciones con sus vecinos, se supone que independientemente de las guerras, el terrorismo y la pretensión de rehacer los mapas). Así, nuestro articulista dirá: "La mejor manera de respetar el Holocausto es no hablar de él, olvidarlo. Yad Vashem revive la memoria de las víctimas, pero también la de los verdugos".

Pero como también se puede observar, existe otra forma de “utilización” de la Shoah, aunque esta vez por parte de estos sempiternos críticos de Israel. Se manifiesta en la confrontación que se pretende generar entre los "buenos judíos", es decir, las víctimas de la Shoah, y los "malos judíos", es decir, sus “decepcionantes” sucesores y herederos, los judíos de Israel y los defensores del estado judío, quienes “traicionan” la herencia de las víctimas de la Shoah al trocar su anterior carácter pacífico y victimario, su cosmopolitismo y su búsqueda de la justicia (ahí se entroncaría ideológicamente con aquellos judíos adeptos de las ideas internacionalistas y revolucionarias), su supuesto carácter apátrida y no nacionalista de ciudadanos del mundo (una fantasia más, ignorando ejemplos como el de la nacionalista burguesía judía asimilada alemana y la dura realidad del shtetl), por la actual versión israelí como “realidad etnicista, belicista, soberbia, opresora y nacionalista”.

Ni que decir tiene que estos antisionistas judíos se ubican dentro de los “ciudadanos del mundo” de progreso.

Todo ello recuerda bastante a la famosa “Teología de la substitución” elaborada por el cristianismo frente al judaísmo, donde se oponía un “Israel carnal”, particularista, apegado a la ley, testarudo e incapaz de reconocer la buena nueva, a un nuevo “Israel espiritual”, universalista y abierto al mundo, representado por la Iglesia cristiana, y poseedor de una buena nueva general.

Algo de esto también se manifiesta actualmente en ciertos intentos de redefinición filosófica y semántica del significante “judío”, identificado ahora como una exaltación de la víctima universal inocente, del oprimido, ya sea judío, africano o palestino, frente al carácter etnicista y exclusivista de la anterior significación de lo “judío”, y en donde la religión, como elemento particular, definitorio y conformador, representaría un lastre para una aplicación y expresión universal del nuevo significante "judío".

Aunque me parece a mí que estos ejercicios transformistas del significante judío chocan con la "escasa sutileza" que demuestra el componente islámico ante él.

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