Wednesday, April 29, 2009

! Un lamento por el amor perdido ! - Amir Gutfreund - Le Monde






(Era una deuda, un artículo de hace un mes, del 21 de marzo, que por razones que no vienen a cuento se fue postergando, de ahí sus alusiones a Durban II. El libro de Amir Gutfreund, "La Gente indispensable nunca muere", alcanzó un inesperado éxito cuando se publicó en Israel en el 2000 (con el título de "Holocausto shelanou"). Su publicación en Francia, siete años más tarde, es un acontecimiento literario, aunque la crítica francesa no parece haberle concedido una gran importancia. Amir Gutfreund, nacido en 1963 en Haifa y es sin duda un escritor israelí atípico: fue un teniente-coronel de la Fuerza Aérea, y este era su primer libro. Realmente su perfil no era el de los escritores preferidos por los medios de comunicación, los intelectuales "comprometidos" de izquierda Amos Oz, David Grossman o A.B.Yehoshua. La originalidad del libro Gutfreund, de acuerdo con su editor francés, es que "marca un punto de inflexión en la forma de entender el Holocausto". El autor es hijo de supervivientes del Holocausto, y su libro contiene, obviamente, una gran parte autobiográfica, tanto que se podría decir que no es una novela, sino la historia del descubrimiento del Holocausto por el autor a través de las historias y el silencio de sus familiares. Por supuesto, ahí está el problema: se trata de una verdadera novela, y sería absurdo pretender excluir como género de ficción todo libro donde el autor habla de sí mismo).

La llegada al poder de la derecha israelí inquieta a los europeos, se dice. Y cuando Europa se preocupa por Israel, yo, israelí, comienzo a alucinar seriamente. Sé por experiencia que estas preocupaciones siempre acaban por tener consecuencias nefastas.

En las últimas elecciones he votado a favor del lado de los perdedores, es decir, a la izquierda, e inclusive el voto que he deslizado en la urna iba dirigido a un partido que ha tenido un monumental batacazo. Pero en lo que respecta a mis temores sobre el programa de la derecha de mi país, solo puedo decir lo siguiente: puedo vivir con ello. Con las iniciativas europeas, no.

En pocas palabras, todo el problema radica en mí. Adoro Europa, y mi concepción del futuro siempre es dependiente de una visión del mundo que tiene como base el modo de vida europeo. En resumen, estoy enamorado de Europa. Y justamente por eso, en virtud del poder profético habitual del pretendiente rechazado, poseo la facultad de anticipar mis decepciones. Sí, soy un hombre de la izquierda, o dicho de otro modo, alguien que quiere la paz a cualquier precio y que está preparado, por ello mismo, para realizar grandes concesiones; pero al mismo tiempo, los resultados de las últimas elecciones no me han sorprendido. Yo no las interpreto como si los israelíes se hubieran escondido ante la posibilidad de una paz, sino como una reacción tan instintiva como saludable.

¿Qué es lo que Israel pide? Una pausa. Que se nos permita dudar aún un poco más antes de llegar a las decisiones irrevocables. Las razones que llevaron al público israelí "a la derecha" no son nada extrañas, todo elector de la "izquierda" las conoce. El hecho es que resulta muy fácil abstraerse de ellas cuando se vive en una de esas agradables ciudades de Europa: todo acuerdo de paz, tan precario como sea, representa para Israel la puesta en juego de su propia existencia. ¿Pruebas? La concesión de determinados territorios situados a lo largo del centro de Israel nos dejaría un territorio cuya anchura no sobrepasaría los 15 km. ! Sí, sólo 15 km ! Queridos lectores, ¿alguno de ustedes puede sentirse verdaderamente vivo y seguro dentro de unas fronteras más estrechas que las de París?

En el curso de los últimos decenios la paz parecía al alcance de la mano, después todo empezó a retorcerse, y me pregunto si finalmente ella estuvo realmente tan próxima, o si hemos soñado con castillos en España. En cualquier caso, los hechos nos muestran que ninguno de nuestros progresos en esa dirección han sido retribuidos a la vuelta, es decir, al menos como deberían haberlo sido en buena lógica: con una mejoría de la situación. Al contrario, la pesadilla no ha hecho más que empeorar. Los líderes de la derecha tienen a bien divertirse ante nosotros y decirnos jactanciosos: "¿Acaso no os lo habíamos dicho? ¿No es cierto que os habíamos avisado?" Y sí, se nos escapa en voz baja: "Sí, como ustedes lo habían avisado", al mismo tiempo que tratamos de explicarnos por qué tienen razón en la superficie. Pero cogidos in fraganti, algo en nosotros tiene la tentación de unirse a la carrera a esa derecha y gritar con ella: "¿Se os había avisado, acaso no es cierto?", y así, finalmente, tener razón.

Sin embargo, mantengo cierta aprensión en lo que respecta a la victoria de la derecha en Israel y no tomo a la ligera los riesgos que comporta tal gobierno. Pero no hay necesidad de ser de derechas para sentir que un cambio profundo se ha operado recientemente en la realidad, que es la nuestra, del Oriente Medio. Un nuevo factor, del cual los europeos no están lo suficientemente informados, ha intervenido. Les estoy hablando de fundamentalismo islámico.

Repetidamente, alguien viene a reverdecer ante los ojos de los palestinos la promesa de más éxitos suplementarios, de una victoria total en el caso de que resistan, y siempre que sepan resistir a los compromisos en curso. Desde hace ya algún tiempo, son los islamistas los que venden esas nuevas promesas. En esa vía no está todo el Islam o todos los musulmanes (yo no tengo ningún apego por esas manifestaciones monstruos donde el culmen es quemarme en efigie), pero es cierto que no hay duda de que nos azota un viento de extremismo.

Si alguna vez el conflicto israelí-palestino ha podido ser solucionable en un contexto de un reparto de los recursos y de soluciones humanitarias, lo cierto es que en estos momentos, mientras que los datos del problema aparentemente no han cambiado, ninguna esperanza de ese tipo parece ya encarable.

Amplios sectores de la población palestina creen firmemente en las promesa de una jihad global. Y aquí es donde radica el problema: el problema - el conflicto – permanece aparentemente como siempre sido siempre. ¡ Gran error ! Ha cambiado sus fundamentos, y, lo lamento, una gran parte de los pacifistas, en nuestra región y en otras partes del mundo, no son realmente conscientes del juego al que se ha entregado la Historia en estos lugares.

De hecho, hace diez años yo estaba convencido de que las concesiones israelíes conducirían a la paz. Ahora, yo estoy persuadido de que las retiradas más espectaculares no servirán para nada: no habrá paz. No ahora. Los dirigentes palestinos que gestionan las relaciones israelí-palestinas no son unos dirigentes que las deseen, al igual que no es su objetivo principal el bienestar de los palestinos. E Israel nunca ha sido y nunca será refractaria a la paz, como a veces se intenta hacer creer.

Esto sucede quizá porque la sociedad israelí que vive de acuerdo a las normas occidentales, influida por los puntos de vista económico y cultural, es acusada, sorprendentemente, de no tener inclinación a los cambios. En cambio, en el campo palestino la pobreza y el sufrimiento supuestamente debería inclinarlos a abrazar cualquier resplandor de paz.

Sin embargo, tengo la impresión de que esa situación se ha invertido. Del lado israelí, los corazones se agarran a la idea de que nada extraordinario puede salir del contexto actual. Es también por eso que los empedernidos hombres de la derecha habían sostenido Oslo y la mayoría de los israelíes, comprendida la derecha, habían apoyado la retirada unilateral de Gaza, aunque fuera a regañadientes. Por contra, del lado palestino se ha desencadenado un proceso inverso: el entusiasmo está ahora en las oportunidades que esperan y que se supone ofrecen más y mejores condiciones para el futuro.

¿Podemos esperar convencer a los europeos de que esa mutación ya se ha producido? La esperanza, supongo, es débil. Especialmente cuando se constata la parálisis que les domina desde que deben afrontar al radicalismo musulmán. Es el Islam, independientemente de lo que suceda en Israel, lo que paraliza a los europeos. Lo temen y se oponen a él, pero temen aún más que su oposición a él les haga aparecer como arrogantes, racistas y colonialistas. Estigmatizar la llegada de la derecha al poder en Israel y convertirla en la raíz del problema, !! siempre será mucho más fácil !! Yo, un enamorado helado y decepcionado, ya puedo imaginar los titulares en la prensa europea el próximo año.

La siguiente puesta a prueba de Europa está al caer. Tendrá lugar en Suiza, en la conferencia contra el racismo, que ya ha sido denominada con el sobrenombre de "Durban II". Me imagino ya la escena: el delegado de un país donde las niñas de 8 años de edad son casadas a la fuerza con ancianos, proclamando su indignación por la situación de los derechos humanos en Israel; el delegado de un Estado que apoya el terror en todo el mundo llamando a Israel estado terrorista;
el embajador de una nación donde un tribunal ha pronunciado una sentencia de violación colectiva contra una joven cuyo hermano había violado el honor de otra mujer, disertando sobre la escandalosa política de Israel contra sus minorías; y un país que fomenta la guerra en todas sus fronteras hablará de la inquietud que le suscita el belicismo israelí.

Pero la imagen que sería más terrible para mí, sería la de esos diplomáticos europeos encorbatados escuchando atentamente a los oradores con el rostro grave. Por supuesto, será bonito verlo, con sus trajes hecho a medida, con sus gafas tradicionales a la última moda y con una expresión en su mirada que les "mostrará" a miles de años luz de una civilización dominadora. "Durban II" es un acontecimiento tan ridículo, tan grotesco, que se podría creer que ha sido tallada para exaltar los ojos de los incrédulos, para lograr mover las líneas.

Pero este despertar de la conciencia europea probablemente no tenga lugar. Europa, que representa el verdadero objetivo del fundamentalismo islámico, continuará preocupándose por lo que ocurre en Israel. Como si un hambriento, ante una mesa repleta de comida, sólo tuviera ojos para el aperitivo.

Y sin embargo, en un sobresalto de optimismo, quisiera esforzarme en dar a esos "alimentos" el amor sincero que dispenso a Europa, en la creencia de que su cultura tiene algo que ofrecer al mundo. Sería como un código secreto entre nosotros, la marca de que algo finalmente habría cambiado: sí, cuando la conferencia "Durban II" se abra, comenzarán los delirantes discursos contra Israel, y nos llevaremos una sorpresa.

Sí, los europeos se precipitarán hacia la tribuna e intentarán explicar a los extremistas lo que verdaderamente piensan de ellos. Pruébenlo al menos una vez, den alguna vez la tabarra.

Sé que no es fácil, pero es infinitamente menos inquietante como horizonte que el que resulta para nosotros, los israelíes, ese juego que nos empujáis a jugar. Y esta será la señal de que, sí, quizás, esto finalmente va a cambiar.

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