Sunday, May 24, 2009

El arte del antisemitismo - Petra Marquardt-Bigman - JPost BlogCentral

La breve obra de teatro "Siete niños judíos", escrita a principios de este año como reacción a la guerra en Gaza por la destacada dramaturga británica Caryl Churchill, ha suscitado un acalorado debate sobre el antisemitismo. Inicialmente, este debate se ha centrado en la cuestión de si la obra de Churchill era antisemita - una acusación que Churchill y sus admiradores, obviamente, rechazaron como totalmente injustificada -. Pero como muchos críticos de la obra han señalado, la cuestión es fácil de resolver: imaginen una obra similar que trata de los estereotipos negativos a propósito de "Siete niños musulmanes" o "Siete niños árabes", y una cosa es segura, ninguna de las personas que actualmente elogian la obra de Churchill querrán tener nada que ver con ella.

Sin embargo, una pieza de teatro ha sido escrita y dirigida para contrarrestar la obra de teatro de Churchill - denominada "Otros siete niños"- y el JPost informaba de ella con la prudencia de su titular "Dramaturgo refuta una obra anti-Israel". ¿Pero es que acaso no podemos llamar a las cosas por su nombre? ¿Por qué a una obra claramente antisemita sólo se la denomina "anti-Israel”?

Si la Sra. Churchill llevará un corte de pelo de skin-head y un traje de cuero negro con accesorios y joyas en forma de cruz gamada, el JPost probablemente se habría sentido lo suficientemente libre como para denominar a su obra como antisemita. Sin embargo, dado que ese no es el estilo de la célebre dramaturga, incluso los críticos de su reciente obra sienten que debe beneficiarse de una sutil distinción, distinción que se ha convertido en los últimos años en un elemento indispensable en los debates sobre el antisemitismo: "ahora resulta obligatorio realizar una distinción entre una intención antisemita y un efecto antisemita".

Esta distinción resulta muy pulcra y útil cuando los individuos o grupos que "no pueden ser sospechosos de ser antisemitas se comportan como si lo fueran". Un año después de los ataques terroristas del 9 /11, el presidente de de Harvard, Larry Summers, expresó su preocupación porque algunas campañas anti-Israel realizadas por algunos activistas estudiantiles resultaban "antisemitas en sus efectos pero no en su intención". Unos años más tarde, cuando los profesores John Mearsheimer de la Universidad de Chicago y Stephen Walt de Harvard pusieron de manifiesto el “siniestro funcionamiento del lobby pro-Israel", la distinción se reveló nuevamente como muy práctica.

El efecto más evidente de esta distinción es que gran parte del debate acerca de las manifestaciones del "nuevo antisemitismo" se ha convertido en un debate sobre un "antisemitismo sin antisemitas", como el polemista alemán Henryk Broder puso de manifiesto en su testimonio ante un comité parlamentario alemán el año pasado.

Evidentemente, este enfoque solamente conduce a la negación de cualquier manifestación de antisemitismo contemporáneo. Esto significa, en particular, que "lo que se dice de Israel no puede ser antisemita, porque lo que se define ahora como antisemita es ese tipo de odio al judío desarrollado en Europa durante la Edad Media y posteriormente hasta 1945". Esa es la fecha límite, porque después de los nazis "nadie respetable defiende abiertamente" el odio contra los judíos.

Es en ese contexto en el que Churchill puede esperar plenamente que la crean cuando afirmó que su obra "Siete niños judíos" no tiene nada que ver con los judíos en general, ya que sólo se trataba de una obra de teatro destinada a criticar a Israel por su reciente campaña militar contra Hamás en Gaza. Pero en un comentario publicado poco después de que la obra fuera estrenada, el escritor británico Howard Jacobson rechazaba enérgicamente esa auto exculpación, alegando que la obra de Churchill era otro ejemplo de que bajo "el amparo de las críticas a Israel, los supuestos que hace 50 años hubieran sido propiedad exclusiva de los que odiaban a los judíos, resultaban ahora abiertamente aceptables para los representantes más altos de la cultura inglesa".

Críticas como las de Jacobsen fueron rápidamente avaladas por los admiradores de Churchill, entre ellos el crítico de teatro del Guardian, quien señalaba con aprobación:

La obra de Churchill nos recuerda que, en cualquier conflicto, los niños son siempre las principales víctimas. Literalmente en el caso de Gaza, donde 410 de ellos murieron durante los 23 días de bombardeos. Churchill también nos muestra cómo los niños judíos son educados para creer en la otredad de los palestinos y como las generaciones futuras (de niños judíos) podrán aprovecharse de la amarga cosecha del asalto militar contra Hamas".

Helo pues aquí: 410 niños palestinos murieron a causa de las bombas israelíes, ya que si lo dice Hamas debe ser verdad: asi pues, "los niños judíos son educados" para contemplar a los palestinos como no humanos y, de cara al futuro, estos niños judíos "podrán aprovecharse de la amarga cosecha del asalto militar contra Hamas". En otras palabras, si los niños judíos van a una discoteca cuando sean adolescentes y da la casualidad que se inmola allí un terrorista suicida palestino, todos deben saber ya de quien será la culpa.

Sin embargo, el entusiasmo del Guardián por la obra fue aún más lejos, llegando a producir una versión en vídeo de ella, lo que llevó a que Yaacov Lozowick - ex Director de los Archivos de Yad Vashem - escribiera un post en su blog sobre "estos proveedores de belleza del antisemitismo".

Lo más revelador del vídeo producido por el Guardian es la escena de apertura, sin relación evidente con el texto de la obra: una vieja fotografía en blanco y negro de una familia celebrando el Séder de Pascua, justo en el momento en que las diez plagas son leídas y donde todo el mundo sumerge su dedo en un vaso de vino tinto, lo que recuerda inconfundiblemente a la sangre, goteando esta sobre sus cubiertos [N.P.: Séder - cena pascual donde las familias alrededor de la mesa leen el Hagadá, el relato de la salida del pueblo de Israel de Egipto y donde es costumbre beber de cuatro copas de vino, comer el matzot y colocar una comida simbólica en el plato del Séder].

Claramente, el mensaje de Caryl Churchill es meridiano, como Dave Rich y Mark Gardner han señalado en su excelente análisis:

Judíos, niños, sangre y, al menos para el Guardian, el Séder de Pascua: esta mezcla tiene un claro pasado criminal antisemita. El virus del antisemitismo se transmite con facilidad por parte de aquellos que no saben que son portadores de él. Churchill, es casi seguro, no tiene esa intención, pero su obra culmina con evidentes y claras resonancias antisemitas. El vídeo del Guardián las amplifica aún más. A veces la gente se pregunta cuándo el antisionismo se convierte en antisemitismo. Aquí hay una regla general: cuando las personas que describen a Israel lo hacen con el mismo lenguaje y las mismas imágenes antisemitas que se utilizaban para hablar de los judíos, entonces la diferencia entre los dos desaparece".

Muchas personas consideraron que el Guardian debía ser elogiado por publicar esta mordaz crítica acerca de su propia producción. Tal vez sea así, pero ya que no ha publicado editoriales en respuesta a las críticas de Rich y Gardner, su vídeo no era más que otro episodio en un debate donde muchos sienten que deberían eliminarse cualquier preocupación sobre el antisemitismo y centrarse en lo realmente les importa: criticar a Israel. Entre los primeros comentarios enviados en respuesta al artículo crítico de Rich y Gardner, estaba este que cosechó cien votos favorables:

Las acusaciones sobre un inconsciente racismo (en el vídeo del Guardian) son improbables, y lo que es más, indemostrables. Acusar a alguien de algo que no tiene posibilidad de refutar es el truco favorito de las personas que no tienen verdaderas pruebas. Es un truco de mago, convencer a las personas de que están poseídas por unas fuerzas invisibles que sólo ellos pueden ver, y así poder llegar a controlarlas. Eso no funcionará esta vez. Este artículo [el de crítica de Rich y Gardner] es detestable en todos los sentidos, y es el último de una serie de artículos que hacen unas salvajes e insustanciales acusaciones de antisemitismo carentes de fundamento, a fin de evitar la crítica de la política israelí".

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