Wednesday, September 23, 2009

El antisionismo, la enfermedad infantil del siglo XXI - Georges-Elia Sarfati

Reescribir la historia

La historiografía del Oriente Medio ha sido en gran parte escrita a través del prisma del tercermundismo. Lo que los antisionistas niegan rotundamente es el hecho nacional judío, al que quiere dotar de una visión macabra, funesta, escandalosa. El antisionismo busca deshumanizar de esa forma una fracción de la humanidad asociándose de esa forma al negacionismo.

La especialización de su argumento: el sionismo es un colonialismo. El nacionalismo judío se ha desarrollado a expensas del mundo árabe – su expoliación - y se ha apoyado para ello en determinadas potencias occidentales, en primer lugar Francia y Gran Bretaña, después la URSS (antes de su giro en contra) y los Estados Unidos.

En segundo lugar, el antisionismo, mientras pretende criticar al sionismo en nombre del derecho natural de los pueblos árabes, omite que esos pueblos, especialmente el de Palestina, han accedido a la soberanía a través de políticas coloniales, como lo testimonian la formación de Arabia Saudita y los Estados de Península Arábica, Siria, Irak y la (Trans)Jordania.

Sobre todo: se trata de ignorar la historia política, económica y social del Imperio Otomano, del cual Palestina no era ni siquiera una subdivisión autónoma. El proyecto de “colonización de Palestina" se efectuará dentro de un ámbito de actuación abierto, precisamente, por las autoridades otomanas. Es evidente que la política de "compra de tierras", realizada por el sionismo utópico de los años 1850 y sistematizada por el sionismo político a partir del Congreso de Basilea de 1897, simplemente no habría sido posible sin las disposiciones jurídico-políticas, y decisivas para el futuro, aprobadas por los turcos: el decreto de fecha 3 de marzo de 1857, legalizando y promoviendo la migración al interior del Imperio, y la ley de reforma agraria que obligaba a los propietarios, a cambio del reconocimiento de sus derechos individuales, a registrar sus títulos de propiedad, y después los sometía a gravámenes como el de la conscripción (reclutamiento). La venta de tierras "a los colonos judíos" fue bastante a menudo una decisión de los grandes propietarios árabes. Sin contar que los pequeños propietarios palestinos recurrieron a su procuración (cesión) a estos últimos para escapar de los impuestos y del reclutamiento. La famosa "expoliación" de las tierras árabes, regularmente denunciada por el antisionismo, no fue causada por el movimiento sionista, sino por los dignatarios del Imperio que luego no las restituyeron a sus propietarios.

La “colonización judía de Palestina” no tiene nada que ver con la de Argelia por parte de Francia. La honestidad intelectual exige a los intelectuales no ceder precisamente a esa amalgama. Se trata de una situación única que aún hoy interpela a los partes responsables.

La cuestión del sacrificio

La deuda trágica: la de la Europa post-cristiana que establece, por otro lado tradicionalmente, una correlación entre la independencia de Israel y la historia del cristianismo. El pueblo judío, "elegido" (Historia Sagrada) y "testigo" (Agustín), es admitido en el concierto de las naciones en virtud del título de “víctima absoluta” que expía los pecados de Europa. El tributo pagado por los judíos en infierno nazi provoca en el continente un sentimiento general de deuda. Es por eso que los europeos han admirado a Israel hasta 1967, mientras ese país aún estaba en posición de inferioridad o de ser socorrido; en el papel, en definitiva, de la víctima que sobrevivía a sus perseguidores. Concepción “lacrimal” de la historia judía (Salo W. Baron). El triunfo militar de 1967 supuso un punto de inflexión: los israelíes querían deshacerse de los atributos del oprimido y afirmarse en tanto que Estado soberano, mejor (léase peor) aún: como fracción soberana del pueblo judío. Es el momento histórico donde aparece el sintagma de "Estado hebreo" que ya no sería ni siquiera el Estado judío preconizado por Herzl. Básicamente, y en el fondo, lo que se les reprocha a los israelíes es que quieren liquidar en ellos, y para siempre, las marcas de la condición judía en Europa.

Dos imágenes nos lo explican: la de la entidad judía que ha traicionado su patrimonio étnico-diaspórico y que se distingue por su agresividad.

Esto sucede en la fase precisa en la que los europeos dan la espalda a su pasado colaboracionista. Y serán los antisionistas quienes van a permitir a esta Europa Occidental encontrar el elemento compensatorio: hacen endosar a la nación árabe palestina los andrajos de las comunidades judías del gueto, del shtetl, e inclusive para algunos el pijama de rayas gris de los deportados.

Acreditando de esta forma “una condición judía al pueblo palestino” víctima de los crímenes del “Estado sionista-fascista”. Europa encuentra aquí una forma de mostrar un heroísmo que no demostró cuando la situación lo requería, al fracasar en su deber de fraternidad cuando la historia lo exigía, a la vez que reencuentra en adelante una oportunidad inaudita de disfrazarse y de moldear el curso de la historia.

La "causa" palestina, curiosamente, aportaba una solución poco costosa a la "cuestión" judía.

Connivencias

El antisionismo representa el acuerdo alcanzado hoy entre los dominantes y los dominados de ayer. Obviamente, a costa de un tercero excluido. Los herederos históricos del colonialismo se alían con las víctimas de este. Dado que Europa nunca ha querido pensar frontalmente su pasado colonial, el genio del antisionismo será desplazar ese problema en dirección del Oriente Medio y hacia el conflicto israelo-palestino, donde los europeos no se sienten involucrados. Esto permitirá a la intelligentsia europea, precisamente, apreciar con fuerza y pasión una historia que considera que no le concierne. En realidad hablan de sí mismos dirigiendo las críticas sobre otro, es decir, sobre Israel. Así pues, “Reconciliación Inmemorial” en una crítica post-colonial que permite, además, rearticular el arcaísmo antisemita de la cristiandad medieval - con reducción de la fuente hebraico-judía y “cruzada”, es decir, la apropiación de los "Santos Lugares" y su salvaguardia.

Las dos partes encuentran favorable este nuevo tipo de alianza:

- Los dominadores de ayer hacen su mea culpa con respecto a sus antiguos dominados. Y existen, sin duda, gestos de reparación. Por ejemplo, en Francia, donde la memoria de la guerra de Argelia funciona como paradigma para la interpretación de la confrontación en Oriente Medio. Aún mejor: los remordimientos implican un rechazo de todo tipo de resurgimiento del colonialismo, permitiendo la crítica violenta de Israel conjurarlo, como si Israel y el sionismo constituyeran una reiteración de la aventura colonial.

- Por su parte, los dominados de ayer, se guardan muy mucho de reenviar a los herederos de los dominadores de ayer su propio rechazo arcaico a toda posible soberanía judía en tierras del Islam. Ellos prefieren evidentemente campar e insistir en la postura en la postura anticolonial, lo que les permita explotar la culpabilidad de los herederos de los dominantes de ayer.

Subyacente a este oscuro pacto, una “garantía moral”: ambas partes se exoneran de antemano de una condena unánime del antisemitismo, concomitante a su reprobación común de Israel. Ellos se sitúan a la vez por delante de toda cualquier acusación de parcialidad y se quieren adeptos del humanismo, de la Ilustración, de la democracia, así pues, de la edad de oro de Europa.

Al mismo tiempo, reprimen cuidadosamente el conflicto secular entre el Islam y el cristianismo, pero también la presencia, en el interior del primero, de trazas de convergencia con el segundo, como atestigua la lectura del Corán.

Esta entente cordial tiene unos resortes poderosamente arcaicos a propósito de los cuales el psicoanálisis enseñaría bastante. Hay aquí una “oportunidad ideal”, para los unos como para los otros, de aliviarse de la "cuestión judía", ya que además disfrutan del apoyo de algunos judíos que reclamándose de la moral universal aprovechan para dar rienda suelta a la condena de Israel. Por el contrario, se fustigará en esos judíos israelíes a los "nazis y colonialistas” contemporáneos. Después de todo, ni los antiguos dominados, ni la Iglesia son, al menos en apariencia, responsables de esos paréntesis que son el antijudaísmo, las hogueras de la Inquisición y el Holocausto.

En suma: la memoria de Europa que incluye a las Cruzadas, el colonialismo y el fascismo compra con el antisionismo una buena conducta al respecto de las poblaciones en algún momento dominadas y que posteriormente han echado raíces en suelo europeo. Pero sus "pensadores", que aceptan dicho pacto, no pueden hacerlo más que al precio de una dhimmitud (sujeto de una protección contractual) ideológica. Todo esto produce un cóctel explosivo, la fabricación de una opinión completamente estructurada por su israélofobia pero sobre bases radicalmente diferentes: la convergencia entre la izquierda anticolonialista, cierto, y un etnocentrismo judeofobo; la colusión roja-parda (extrema izquierda – extrema derecha), e inclusive la colusión roja-parda-verde (extrema izquierda – extrema derecha – islamistas). Todos bajo la bandera de la moralidad y el derecho internacional.

Fuente: Cairn-info

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