Las conexiones entre la codicia y el hedonismo y la amenaza existencial dentro de Israel - Yair Sheleg - Haaretz
Una de las peores brechas sociales, que resulta cada vez mas importante en la sociedad israelí, es aquella que existe entre el alto precio que requiere la defensa del país y los valores hedonistas que ha abrazado una parte de la élite que lidera la sociedad, seguida en ello por una parte substancial del público en general.
Esto no sólo se refiere a la corrupción pura y dura, como se ha atribuido a los principales personajes implicados en el caso del parque temático Tierra Santa, y tampoco solamente a la élite política. También se aplica a los valores hedonistas que no son solamente una expresión de la conducta actual, sino que también se han convertido en un nuevo tipo de ética explícita. El objetivo final es legitimar y maximizar la búsqueda de riquezas y ganancias. En definitiva, se trata del objetivo de cuidar y buscar los propios intereses, siendo las únicas limitaciones en el mejor de los casos los límites impuestos por la ley.
La conexión entre la situación de seguridad y las normas sociales afecta a diversos aspectos. Es muy posible que la rápida transición en Israel, que no tiene equivalente en Occidente, de una sociedad que giraba en torno a un ideal colectivo de contribución a la sociedad (y que de hecho no siempre se puso en práctica) a una sociedad capitalista en la que las brechas sociales se encuentran entre las más acusadas de Occidente, también esté conectada con la situación de seguridad y con el nivel de la amenaza existencial. A todo esto es necesario sumar los valores occidentales en general.
El hecho de que Israel sea el único país del mundo cuya existencia misma está siendo amenazada militar, política e intelectualmente, un país cuyas ciudades y ciudadanos han sido el blanco de las amenazas durante los últimos 20 años como en ningún otro país del mundo, ha podido fomentar la destrucción de los valores y el consiguiente abrazo de un ideario del Carpe Diem, "comamos, bebamos y seamos felices, porque mañana lo mismo moriremos". Es un estado de ánimo similar al que podría existir durante los últimos días de Pompeya.
Por otro lado, el cuidado de los propios intereses no puede contentar a la vez las exigencias inherentes a un "vivir al límite" y la exigencia de que la vida sea sacrificada en favor de la existencia del Estado y de su seguridad.
El Día de la Memoria (el día de los caídos por Israel) es el día del año donde esas brechas en la sociedad aparecen ostensiblemente solventadas. Los políticos y las figuras públicas de todos los segmentos de la sociedad, así como los partidos políticos, juran en ese día "ser dignos del sacrificio de los que murieron". Este ideal, sin embargo, no resiste la prueba cuando salen del cementerio, cuando se recibe una llamada de un grupo de presión o cuando los políticos chanchulleros o alguna de esas personas interesadas se sienten dependientes de ellos para su propio progreso.
En un intento de al menos subsanar simbólicamente esas deficiencias, una nueva práctica debería desarrollarse (y por supuesto podría ser impuesta por la ley), y es que cada ministerio y agencia de gobierno, los propios funcionarios públicos cuelguen un cuadro en la pared, junto a los del presidente y el primer ministro, de un caído por el país, ya sea este un soldado de la familia, un amigo o alguien sin ninguna relación pero cuya historia sea conmovedora por el servicio (su vida) prestado al país. Esto proporcionaría un recordatorio constante para nuestros funcionarios públicos de que se les solicita que se adhieran a las normas y al buen juicio.
Entre las comunidades religiosas existe la práctica de colgar fotos y pinturas de los grandes rabinos siguiendo el precepto de "nunca más deberás ocultarte a ti mismo la presencia de tú Maestro, pues tus ojos deberán estar fijos en él", y ello no necesariamente como una especie de amuleto como a veces se supone, sino porque la mirada inquisitiva y la enseñanza espiritual de esas autoridades religiosas debería ser visible cuando se toman las decisiones y acciones a emprender. Por otra parte, el jefe del Mossad, Meir Dagan, dio a conocer una imagen en su despacho de su abuelo víctima de la persecución nazi, todo ello para recordarle constantemente al propio Dagan su obligación absoluta a raíz del Holocausto: "Nunca más".
La necesidad de unos recordatorios constantes de unos valores estrictos no debe circunscribirse a las amenazas exteriores, sino también a nuestra calidad de juicio y toma de decisiones en nuestra vida cotidiana. La exhibición de las fotos de los muertos en las guerras de Israel de esta forma pasarían a ser una especie de recordatorio adicional que nos retrotraerá su memoria, porque los que dieron su vida en la defensa del país no sólo han permitido que vivamos, sino que a través de su muerte han demostrado ser responsables y dignos de su sacrificio.
Esto no sólo se refiere a la corrupción pura y dura, como se ha atribuido a los principales personajes implicados en el caso del parque temático Tierra Santa, y tampoco solamente a la élite política. También se aplica a los valores hedonistas que no son solamente una expresión de la conducta actual, sino que también se han convertido en un nuevo tipo de ética explícita. El objetivo final es legitimar y maximizar la búsqueda de riquezas y ganancias. En definitiva, se trata del objetivo de cuidar y buscar los propios intereses, siendo las únicas limitaciones en el mejor de los casos los límites impuestos por la ley.
La conexión entre la situación de seguridad y las normas sociales afecta a diversos aspectos. Es muy posible que la rápida transición en Israel, que no tiene equivalente en Occidente, de una sociedad que giraba en torno a un ideal colectivo de contribución a la sociedad (y que de hecho no siempre se puso en práctica) a una sociedad capitalista en la que las brechas sociales se encuentran entre las más acusadas de Occidente, también esté conectada con la situación de seguridad y con el nivel de la amenaza existencial. A todo esto es necesario sumar los valores occidentales en general.
El hecho de que Israel sea el único país del mundo cuya existencia misma está siendo amenazada militar, política e intelectualmente, un país cuyas ciudades y ciudadanos han sido el blanco de las amenazas durante los últimos 20 años como en ningún otro país del mundo, ha podido fomentar la destrucción de los valores y el consiguiente abrazo de un ideario del Carpe Diem, "comamos, bebamos y seamos felices, porque mañana lo mismo moriremos". Es un estado de ánimo similar al que podría existir durante los últimos días de Pompeya.
Por otro lado, el cuidado de los propios intereses no puede contentar a la vez las exigencias inherentes a un "vivir al límite" y la exigencia de que la vida sea sacrificada en favor de la existencia del Estado y de su seguridad.
El Día de la Memoria (el día de los caídos por Israel) es el día del año donde esas brechas en la sociedad aparecen ostensiblemente solventadas. Los políticos y las figuras públicas de todos los segmentos de la sociedad, así como los partidos políticos, juran en ese día "ser dignos del sacrificio de los que murieron". Este ideal, sin embargo, no resiste la prueba cuando salen del cementerio, cuando se recibe una llamada de un grupo de presión o cuando los políticos chanchulleros o alguna de esas personas interesadas se sienten dependientes de ellos para su propio progreso.
En un intento de al menos subsanar simbólicamente esas deficiencias, una nueva práctica debería desarrollarse (y por supuesto podría ser impuesta por la ley), y es que cada ministerio y agencia de gobierno, los propios funcionarios públicos cuelguen un cuadro en la pared, junto a los del presidente y el primer ministro, de un caído por el país, ya sea este un soldado de la familia, un amigo o alguien sin ninguna relación pero cuya historia sea conmovedora por el servicio (su vida) prestado al país. Esto proporcionaría un recordatorio constante para nuestros funcionarios públicos de que se les solicita que se adhieran a las normas y al buen juicio.
Entre las comunidades religiosas existe la práctica de colgar fotos y pinturas de los grandes rabinos siguiendo el precepto de "nunca más deberás ocultarte a ti mismo la presencia de tú Maestro, pues tus ojos deberán estar fijos en él", y ello no necesariamente como una especie de amuleto como a veces se supone, sino porque la mirada inquisitiva y la enseñanza espiritual de esas autoridades religiosas debería ser visible cuando se toman las decisiones y acciones a emprender. Por otra parte, el jefe del Mossad, Meir Dagan, dio a conocer una imagen en su despacho de su abuelo víctima de la persecución nazi, todo ello para recordarle constantemente al propio Dagan su obligación absoluta a raíz del Holocausto: "Nunca más".
La necesidad de unos recordatorios constantes de unos valores estrictos no debe circunscribirse a las amenazas exteriores, sino también a nuestra calidad de juicio y toma de decisiones en nuestra vida cotidiana. La exhibición de las fotos de los muertos en las guerras de Israel de esta forma pasarían a ser una especie de recordatorio adicional que nos retrotraerá su memoria, porque los que dieron su vida en la defensa del país no sólo han permitido que vivamos, sino que a través de su muerte han demostrado ser responsables y dignos de su sacrificio.
Labels: Cultura Occidental, Occidente apaciguador, YSheleg
1 Comments:
El Mesías ya está aquí y reside en Tel Aviv...
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